Como todas las chicas de su edad y de su generación, Emma quiere ir al baile de graduación de la preparatoria. Y hasta ahí, en su deseo no parece haber problema alguno. Pero lo que en realidad quiere es asistir a su baile de graduación en compañía de su novia. Eso tampoco debería ser un conflicto. Pero Emma se encuentra en la conservadora Salamanca, Guanajuato, que es el equivalente a la conservadora Edgewater, Indiana, que es en donde originalmente ocurre The Prom, la historia que, al ritmo de una comedia musical, se convierte en una fuerte defensa de la equidad y el respeto a la diferencia y a la autenticidad. Amor es amor y sobre el escenario Emma y su novia lo hacen manifiesto y, con ello, le dan oportunidad al público de disfrutar un relato teatral centrado en la relación entre dos mujeres.

Y es que, si bien cada día se logran notables avances en la presentación de puestas en escena de temática LGBTQ+, la realidad es que, paradójicamente, las historias que más campean dentro de estos asuntos le conciernen principalmente a hombres homosexuales e, incluso, bisexuales -aunque este terreno también requiere de desmitificaciones-.

Obras exitosas que han habitado la Cartelera de Teatro en los tiempos recientes como Madres e hijos, Percusiones, Una disculpa a Lady Gaga, Smiley, Afterglow, La fiesta, La golondrina, Siete veces adiós Él y Él, La ira de Narciso, Torch Song, Estúpida historia de amor en Winnipeg, Príncipe y príncipe y Los chicos de la banda, además de Orgullo, MMF y Straight, entre otras, lo constatan.

Sin dudarlo, es de celebrar que cada vez se añadan más y más textos y montajes a este listado y que en el hecho de abordar las relaciones entre dos o más hombres haya una diversidad de géneros, estilos y formatos que permitan llegar a distintos públicos.

En esta apertura, también cada vez hay la oportunidad de disfrutar de historias relacionadas con las otras letras del acrónimo LGBTIQA+. Mientras la G (Gay) y B (Bisexual) son las más constantes de nuestro teatro, la L (Lésbico), T (Trangénero), I (Intersexual), Q (Queer), A (Asexual) se abren paso de forma más contundente y definitiva en nuestro tiempo.

No está de más aclarar que parecería una obviedad que el teatro lésbico está al mismo nivel que el teatro homosexual, pero a juzgar por los pocos títulos que se pueden ver con ésta temática, es de desear que haya más textos y puestas en escena que nos hablen de las relaciones entre dos o más mujeres de cualquier edad o generación.

De hecho, la propia pionera en el teatro gay en México, Nancy Cárdenas, se dio cuenta que sus logros en el ámbito estaban permitiendo la proliferación, en los años setenta y ochenta de un teatro -y, de paso, de una literatura y otras expresiones- que hablaban del hombre homosexual, pero no de la mujer lesbiana, por lo que se abocó a escribir y/o dirigir piezas de contenido lésbico, como la celebrada Las amargas lágrimas de Peta Von Kant.

Aquello fue en los ochenta. Hoy en día no ha variado mucho aquello por lo que pugnó Nancy Cárdenas. Si bien autoras como Silvia Peláez, Gabriela Ynclán y Elena Guiochins han presentado entre el final y el inicio de siglos obras teatrales que aluden a la problemática lésbica, no hay una proliferación de éstos textos en nuestro teatro.

Tal vez por ello, el que esta temática se haya abordado en un musical como The Prom (nunca sabremos por qué le dejaron ese título si precisamente la pasaron a un contexto mexicano) permitió que la obra tuviera un moderado éxito.

Un mayor impacto tuvo el montaje de Cristian Magaloni al laureado texto de Paula Vogel, Indecente, que evoca el caso real de censura y persecución hacia la obra de los años veinte, El dios de la venganza de Sholem Ash, por poner en escena un beso entre dos mujeres. También llamaron la atención los montajes de Stop Kiss de Diana Son dirigido por Sebastián Sánchez Amunátegui y El edén de las musas de Francisco Jácome.

Mientras la dramaturga Jimena Eme Vázquez junto a las actrices Mar Aroko y Minah Cerviño explora el tema de la asexualidad en Humana y Tradescantia, el actor y activista Alejandro Juárez Carrejo se arroja al vacío -sin red, pero con fuertes asideros- para narrar la experiencia de la intersexualidad en El camino de la orquídea. Lo que actualmente cobra más relevancia en nuestro teatro es la presencia trans, la cual se ve sobre la escena desde sus distintas aristas y contrastes.

Una obra como Les desertores es un documento sobre las infancias y juventudes de personas transgénero; de hecho, son ellas mismas, bajo la dirección de Laura Uribe, quienes se plantan en el escenario para relatar sus vivencias.

La reposición de la pieza del sueco Marcus Lindeen, Orlando y Mikäel: Los arrepentidos dirigida por Sebastián Sánchez Amunátegui tuvo una variante con respecto a su primer montaje, estelarizado por los actores cisgénero Margarita Sanz y Alejandro Calva.En esta ocasión el drama surgido de un documental que consignaba dos casos reales, fue protagonizado por las actrices trans Libertad Palomo, Terry Holiday, Roshell Terranova y Danah Karvelas, quienes interpretaban a dos personas arrepentidas de haber transicionado.

Obras como Rotterdam, Beautiful Julia, Aquí en la Tierra, Transbordador Zel, Transcraft, Blánco fácil, Segismunda, Noche de reinas, Cuir love, entre otras, han abordado el tema transgénero y, notablemente, ha sido en producciones destinadas a las infancias y las jóvenes audiencias.

Los tiempos actuales, plenos de mayor libertad y con ello más atavismos, no son inmunes para el teatro, siempre presto a ofrecer un reflejo que logre cimbrar las estructuras aparentemente normales y ordenadas y permita evolucionar y revolucionar a quienes lo disfrutan desde su butaca.

Por ello, por un lado cada vez se hace más importante nombrar con su justo nombre cada una de las letras del acrónimo que identifica a la disidencia y a la diversidad y, al mismo tiempo, entender que varias letras y muchas expresiones, caben en esa disidencia, en esa diversidad y, sobre todo, en la justa y necesaria celebración, confrontación y aceptación de identidades, cuerpos, y formas de estar en el mundo.

Obras tan distintas como Cabaret, Todo mundo habla de Jamie, Mentidrags, El show de terror de Rocky, Benda muxe, Kassandra y una nutrida cantidad de espectáculos de cabaret, lo mismo de leyendas como Tito Vasconcelos, que de figuras comandantes del género como Las Reinas Chulas -quienes, hay que decirlo, trabajan desde y hacia una perspectiva lésbica-, que de compañías emergentes que se dan a conocer en el Festival de Cabaret, no hacen más que poner de manifiesto lo mucho que falta por ver, escuchar y disfrutar no desde la diferencia ni desde la etiqueta, sino desde la normalización de que todas, todos y todes somos humanos dignos de equidad y respeto. Y de vernos reflejados sobre el escenario.

Por Enrique Saavedra

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