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Jamie está decidido. Ya no se trata de luchar contra el rechazo, contra la homofobia, sino de ir más allá en la aceptación de su sexualidad y dar el siguiente paso para concretar su sueño: ser una drag queen. Él lo tiene todo para ser ella, “pero tú no lo sabes”, nos advierte al principio, para más adelante hacernos saber de lo que es capaz con su talento, coraje y con el apoyo de sus seres queridos, que lo animan a ir a contracorriente de la ideología establecida en un poblado obrero en la Inglaterra de principios del nuevo siglo.

Con una trama que caza perfectamente con la coyuntura que vive actualmente la defensa mundial por los derechos de la comunidad LGBTQA+, Todo el mundo habla de Jamie se estrenó en nuestro país en abril de este año trayendo una bocanada de aire fresco con respecto a los musicales que suelen presentarse en nuestros lares.

Al igual que The Prom, se trata de un musical reciente que habla abiertamente sobre amor y diversidad, un tema que si bien está presente en algunos musicales y que, de hecho, es inherente al universo del teatro musical, encuentra en estas dos obras una representación acorde con los tiempos de justo cambio que corren.

A diferencia de la gran mayoría de piezas del género, Jamie es un musical británico -basado a su vez en un documental de la BBC sobre la historia de Jamie Campbell– que aún no se ha estrenado en Broadway. Con música de Dan Gillespie Sells y libreto y letras de Tom MacRae, tuvo tal éxito en el West End que pronto se llevó a la pantalla grande en una versión que hizo bastante ruido.

Todo esto respalda al montaje mexicano, que la empresa 33 Productores se encarga de presentar actualmente en el Teatro Manolo Fábregas, bajo la dirección de Alejandro Villalobos, quien es también el responsable de la traducción y adaptación al español. El Jamie mexicano está pleno de aciertos y buenos momentos -aunque hay que decir que algunas frases de las canciones resultan ininteligibles y que podría ser más sintético en su duración-.

Siguiendo esa curiosa tradición de que sean dos actores los que compartan el personaje protagónico, la futura drag queen encarna en los famosos jóvenes: Joaquín Bondoni y Nelson Carreras, quienes desde sus distintas herramientas y capacidades construyen con ímpetu, intuición e inteligencia a su personaje.

Junto a ellos, Vanessa Bravo, Flor Benítez, Luz Aldán, Alberto Lómnitz y Diego Meléndez aprovechan muy bien las oportunidades de lucimiento que tienen en números como “Pero tú no lo sabes”, “La leyenda de Loco Chanelle”, “Significa bello” y “Mi bebé”, guiados por la dirección musical de Analí Sánchez Neri.

Mientras Jamie resulta un aliciente al saber que sí se pueden escenificar en nuestro país musicales de actualidad, del otro lado está otro musical británico que es puesto por segunda ocasión en México: Mamma Mia!, una obra que conjuga una sencilla historia de secretos entre una madre y su hija casadera, en una isla griega más el célebre repertorio del grupo musical setentero ABBA.

Éxito absoluto del West End desde su estreno en 1999, no menos exitosa en su paso por Broadway y con una versión cinematográfica que destacó por la presencia protagónica de Meryl Streep, la obra tuvo un notable montaje protagonizado por Rocío Banquells -en su anhelado retorno al teatro musical- en 2009, bajo la producción de OCESA.

A casi 25 años de su estreno original y a casi 15 de su primer montaje mexicano, la historia de Donna, su hija y sus amigas vuelve, ahora al Teatro Insurgentes, con una producción encabezada por Tina Galindo y Claudio Carrera, bajo la dirección de Jason A. Sparks -director del montaje mexicano de Hello, Dolly– y protagonizada por otra actriz que retorna al teatro musical: Lisset.

Si bien las canciones de ABBA son una garantía de genuino entretenimiento, hay algo en el libreto de Judy Craymer traducido -al igual que las letras- por Enrique Arce, que se siente desfasado plenamente de nuestra época -y de las épocas que alude la trama- y hacen sentir que la anécdota, los chistes o la tropicalización de ciertos diálogos, ya no caen en tiempo y forma, por más que el elenco protagónico esté pleno de talentos provenientes de distintas trincheras del teatro, como Gicela Sehedi, Marisol del Olmo, Alejandro de la Madrid, Francisco Rubio y Armando Arrocha, o que el ensamble sea integrado por lo mejor de la comunidad de musicaleros o que la orquesta cuente con músicos espléndidos.

Es notable la transformación del Teatro Insurgentes, pues durante esta temporada está convertido en una sofisticada taberna griega, tal cual sucede en la obra. Al final del día, la oportunidad de degustar un trago mientras se escuchan clásicos como “Money, Money, Money”, “Chiquitita”, “Dancing queen”, “Super trouper”, “Gimme, gimme, gimme”, “Volez-vous” y “Our last summer”, es una propuesta infalible.

Finalmente, de eso se tratan estos musicales: de apelar a la nostalgia de una época a través de su música, de su soundtrack. De hacer que el público, como lo canta Donna, se sienta un ganador.

Del musical basado en la vida real y del concebido a partir de los éxitos de un grupo musical, pasamos a dos formatos distintos a la tradición, pero que parten de esa tradición para poder existir y buscar su éxito.

Tomando como base Forbidden Broadway, un espectáculo de cabaret creado por Gerard Alessandrini en los años ochenta que utiliza canciones de los musicales de Broadway para parodiar esas obras o distintos aspectos del mundo teatral neoyorquino, el actor, dramaturgo, traductor, director y productor Álvaro Cerviño adaptó y dirigió en 1995, Los musicales.

Bajo la producción de Manolo y Fela Fábregas, y el propio Cerviño inauguraron un concepto distinto para disfrutar del teatro musical, pues los actores y cantantes Laura Luz, Enrique Chí y Eugenio Montessoro parodiaban el ámbito teatral y farandulesco de aquellos años desde la intimidad de un café concert.

Cuando, ya sin los Fábregas, Cerviño retomó más adelante el proyecto, lo tituló Los musicales de Broad-güey y con él lleva ya casi tres décadas en distintas temporadas, con distintos elencos, distintas canciones y distintos asuntos a parodiar.

Actores y cantantes como Lola Cortés y José Antonio López Tercero han sido partícipes del proyecto que lo mismo se ha presentado en salas teatrales que en teatro bar como la inolvidable Planta de Luz.

La que actualmente presentan en el Foro 37 reúne una selección de canciones de obras del Broadway más tradicional, como Annie es un tiro, Amor sin barreras, Violinista en el tejado, El hombre de La Mancha, Cabaret, Chicago y Los fantástikos, así como de espectáculos mundialmente famosos como José el Soñador, Evita, Cats, El fantasma de la ópera, Los miserables y la antes aludida Mamma mía.

Utilizando las canciones más reconocibles de estos musicales, Cerviño pone nuevas letras que hablan de las peculiaridades que existen dentro y alrededor de nuestro teatro: la eterna disputa entre el teatro musical y el teatro “de texto”, la convivencia entre las actrices y actores formados en las aulas universitarias con aquellos formadas frente a las cámaras de televisión, la diversa fortuna de histriones nacionales e histriones extranjeros, la polarización que generan los premios teatrales, etc. Entre verdades punzantes del mundillo teatral y uno que otro lugar común, el espectáculo cumple su misión de entretener al público, sobre todo a aquél que está plenamente relacionado con los musicales y situaciones aludidas.

Las parodias se benefician de las voces de Manuel Bermúdez, Majo Bernal, Minah Cerviño y Jorge Mejía, quienes resuelven con humor y espléndida dicción cada uno de los temas, que en sus versiones originales son un reto para quien les interpreta.

Tomando todos los elementos del teatro musical y juntándolos con los de la impro teatral, Desde cero se revela como una sorpresa grata y digna de encomio.

Bajo la dirección de Angélica Rogel, una de las artistas con mayor expertise en el ámbito de la impro, cada noche de miércoles el público disfruta de un nuevo musical, de principio a fin, completamente improvisado en su historia, personajes, diálogos, música, letras y luces.

Lo que resulta fascinante es que, para lograrlo, tanto los actores-cantantes-improvisadores -que alternan cada función- como los músicos-improvisadores están sujetos a las reglas y estructura de ambos géneros y todos -unos más musicaleros y otros más improvisadores- se sumergen en ambos, consiguiendo divertir al público, que se ríe con lo que ve y escucha en escena, pero probablemente disfruta aún más al ver cómo se divierten sin tapujos el elenco y los músicos con cada nueva ocurrencia. Las costuras de la creación escénica y musical, muy presentes, para bien del espectáculo.

Rogel cohesiona dos universos que, dentro del mundo teatral, suelen cargar lo mismo con laureles que con estigmas y, al hacerlo, nos presenta una nueva forma de entretenimiento -al menos en México, porque el concepto ya se ha desarrollado en el Off Broadway-, bajo la responsabilidad de las productoras Playhouse Entertainment, Once Once y Nuevo Teatro.

Para ello, cuenta con un amplio elenco en el que destacan -porque ya los vimos- Leonardo Bono, Paloma Cordero, Rubén Branco, José Luis Saldaña, Karla Morales y Mauricio Hernández, además de los fabulosos músicos Juan Manuel Torreblanca, David Suzawa, Daniel Mena y Dago, comandados por Haller Miguel. Entre todos, logran que, de cero, el público llegue a mil.

No son los únicos, pero estos cuatro musicales que ocupan nuestra cartelera conforman una oferta diversa que, al final del día, da cuenta de varias cosas, de las cuáles rescatamos dos: el profundo talento actoral, vocal y musical que hay en nuestro país, para el que cuatro musicales notables no son suficientes; y la avidez de un público por ver, cantadas y bailadas, nuevas historias, actuales, recientes y diversas.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cortesía

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