El primer obstáculo al que me he enfrentado desde siempre, y hasta hoy en día, es ser mujer: escritora, dramaturga, directora de teatro, pensadora. Ser mujer siempre ha sido estar a prueba, siempre necesitar estar a la altura de alguien o de alguna institución, lo cual ha sido, la verdad, bastante agotador”. Eso respondió Ximena Escalante cuando le preguntaron por el principal obstáculo para desarrollar su trayectoria, la cual, en contraste, está plena de éxitos y reconocimientos por parte de la crítica y el público.

La autora de Fedra y otras griegas, Tennessee en cuerpo y alma y Olvida todo, por mencionar algunas, estaba como invitada en el programa Vindictas de TV UNAM, el cual se enfoca en recuperar la vida y la obra de mujeres destacadas, a fin de divulgarla y evitar así su invisibilización. En éste caso, la autora fue elegida como representante de la actualidad teatral mexicana.

Y en esa actualidad teatral mexicana, sigue prevaleciendo esa sensación y, más que sensación, realidad. En un país en el que apenas en enero de este 2023 se registraron 302 feminicidios, sigue siendo de primera importancia la revisión del lugar que corresponde a la mujer dentro de todos los ámbitos de la vida cotidiana, pública, personal, profesional y privada.

En el caso de las artes escénicas, cada vez son más las acciones emprendidas para erradicar un sistema que ha minorizado el trabajo, la visión, la opinión y la voz de la mujer, continuando con un cánon que sigue favoreciendo a los hombres, a los creadores y trabajadores teatrales.

Mesas de diálogo como la que sostuvieron a mitad de febrero la productora Jimena Saltiel, la dramaturga, directora y productora Bárbara Colio con la crítica teatral Alegría Martínez en la plataforma virtual Cartelera de Teatro sobre la ausencia de mujeres consideradas en la categoría de Mejor Dirección de los Premios del Público Cartelera de Teatro o propuestas como el Ciclo BRUJAS del Foro SHKSPR, que contempla puestas en escena, lecturas dramatizadas y antologías de obras escritas y dirigidas por mujeres, además de conversatorios y publicación de antologías con los textos trabajados.

Además, la propia Jimena Saltiel comanda en su productora Once Once a un equipo conformado únicamente por mujeres que ha tenido éxitos como El hilador, Corazón gordito, próximamente veremos que la obra Emilia, importada de The Globe de Gran Bretaña será resultado del trabajo de notables creadoras sobre y al lado del escenario, comandadas por la productora María Inés Olmedo y la directora Mariana Hartasánchez.

Pero, ¿qué tanto estos esfuerzos son suficientes? Conversamos con cuatro mujeres de teatro: la actriz, dramaturga y crítica teatral Fernanda Albarrán, la dramaturga, directora, productora y docente Jimena Eme Vázquez, la actriz, directora, productora y gestora Andrea Salmerón y la actriz, dramaturga y crítica teatral Carmen Zavaleta para conocer cómo viven el panorama actual.

Andrea Salmerón, quien recientemente dirigió y produjo la obra Konrad, el niño que salió de una lata de conservas, inicia con un recuerdo: “Cuando yo estudiaba en la ENAT no había directoras, había como dos y jamás se te ocurría que podrías ser directora. Yo me tardé veinte años en serlo, pero porque yo era desobediente. Se esperaba que fueras calladita, bonita, flaquita, buena actriz y que le hicieras caso a todos los señores barbones: yo no hacía caso y fui muy castigada. Las maestras daban las clases que valían menos créditos, las materias que valían más eran dadas por señores, al igual que todas las materias de reflexión y discusión intelectual.

Eso ya no sucede ahora: las chicas que salen de la ENAT salen pensando en que pueden escribir una obra y atreverse a dirigirla, están encontrando un ambiente mucho más incluyente. Ellas están en otro lugar, están escribiendo cosas padrísimas, sin tener un discurso de víctimas”.

Para Fernanda Albarrán, quien recientemente actuó en La hora de todos, comenta: “Aunque cada vez hay más visibilidad del trabajo de las mujeres en el teatro en todos sus ámbitos, sigue habiendo muchísima más visibilidad al trabajo de los hombres en el teatro. Esto tiene que ver con el sistema en general, porque aunque hay mujeres que son actrices, dramaturgas, directoras, productoras, gestoras, hay mucho menos reconocimiento a su trabajo y quizás mucho menos visibilidad en el sentido de oportunidades de presentación para su trabajo”.

La también crítica teatral, Fernanda considera que es necesario cambiar las narrativas de las obras escritas y montadas: “Sigue habiendo muchas narrativas en donde los hombres tienen los personajes principales y las mujeres tienen los papeles secundarios o están a disposición de los hombres. Es cada vez más importante darle voz a la perspectiva de la mujer ante la vida y ante el teatro. Aunque cada vez hay más mujeres en todas las áreas del teatro, siguen siendo menos en comparación de los hombres”. Y propone: “podrían crearse estímulos que propicien la creación desde las mujeres. Apoyos que inciten a que las mujeres escriban, dirijan, produzcan sus propias obras, para que cada vez haya una mayor cantidad de creadoras de teatro”.

Precisamente, Andrea apunta: “Programas como EFITEATRO han permitido que todas aquellas que no teníamos acceso a dirigir, podamos dirigir. A partir de convocatorias públicas y abiertas y no a través de un coordinador nacional de teatro es que han proliferado mucho más las directoras. Yo prefiero dirigir mi proyecto y no esperar a que otro señor dirija. Muchas mujeres empezamos a dirigir a partir de que se acabó el dedazo del pacto patriarcal”.

Mientras que, Carmen Zavaleta, afirma: “El papel de la mujer en el teatro ha implicado una lucha por la visibilidad y el reconocimiento, no solo en el teatro sino en todos los ámbitos laborales y en la vida cotidiana. Ha habido un avance en la visibilidad pero también hay muchos prejuicios acerca del trabajo que realizamos. Si tú escuchas algunos comentarios de la propia comunidad acerca del trabajo de las mujeres, éste se mide con parámetros como, ella es una buena directora porque su maestro fue Fulano, o ella es una actriz sobresaliente porque su maestro fue Perengano. Como si el trabajo por una misma no mereciera ser reconocido, por muy bien hecho que esté“.

Asimismo, la autora e intérprete de Satisfaction, celebra la apertura del discurso en varias de las obras que habitan la cartelera: “Pienso en obras como La violación de una actriz de teatro, que te pone de frente a la violencia que se ejerce hacia el género femenino. Son discursos que en años anteriores no hubieran sido posibles y eso es bueno, pero es desalentador que se trate de discursos sobre la violencia y lo que ha ocurrido hacia nuestro género y hacia nuestro cuerpo durante siglos y siglos, pero es inevitable que sea así, porque se está visibilizando todos los días acerca de esto. Sigue faltando que deje de ser una lucha el que las mujeres estemos en el teatro, que la sociedad deje de impedir este desarrollo natural y normal y que haya una identificación de lo que hacemos por nosotras mismas, por nuestros discursos y nuestras identidades. Eso es algo que seguramente no nos tocará en estos tiempos ni en tiempos próximos, porque sigue siendo un trabajo y un esfuerzo día a día para que seamos reconocidas y respetadas y nuestra identidad sea valorada en lo fuerte que es.”

Por su parte, Andrea, apunta: “El hecho de que esté visibilizado por supuesto es una ventaja, pero me parece que la visibilización de las mujeres en las artes escénicas ha partido desde una agenda política de intereses masculinos. Pienso que desde el #MeToo, en 2019, el gremio artístico -no me gusta llamarle comunidad, por muchas razones- ha estado muy fracturado, se ha resentido mucho la confianza entre unos y otras y unas y otras, sobre todo. Ha jugado muy en contra de las relaciones de confianza entre mujeres por muchos motivos. Desde ese momento, muchas personas del gremio, sobre todo hombres en posiciones de poder, han querido curarse en salud programando obras feministas, obras escritas por mujeres, mostrando su supuesta empatía desde un lugar de muy poca colaboración”.

Lo anterior, señala, “Ha dado lugar a una cartelera plagada de obras, unas peores que otras, sobre feminismo, sobre todo lo que las mujeres hemos sufrido y seguimos sufriendo y todo aquello que debemos enfrentar, lo que necesitamos ahora es obras con personajes femeninos interesantes, complejos: mujeres que luchan, que no resultan solamente víctimas o sobrevivientes, sino mujeres que simplemente tratan de ser mujeres”.

En tanto que, Jimena Eme Vázquez, considera: “En la actualidad teatral ya no es complicado pensar en directoras, dramaturgas, en muchas de las cabezas al pensar en creadores, ya hay mujeres y hombres. Quiero pensar que se ha avanzado, creo que se han apropiado los espacios y se han puesto ciertas reglas en las que anuncia que solamente van a jugar las mujeres: eso ha estado bien y ha servido para visibilizarlo, como aquella vez en que la UNAM tuvo en todos sus teatros obras escritas y dirigidas por mujeres”.

La creadora del Premio Jimenitos Aguords, que mucho tuvo que ver en la difusión de las propuestas escénicas a cargo de mujeres, apunta: “Creo que va lento normalizar que ya estamos ahí y dejar de creer que son algo excepcional: ¡oh, la escribió y la dirigió una mujer!, ¡ah, la dramaturga es la directora! Todavía hay una cosa de excepcionalidad en cómo se piensan esos proyectos que a mí me parecería saludable empezar a aceptar que ahí estamos, que la cosa ya cambió. Siento que es una resistencia, como si se hubiera abierto un paréntesis, pero no es un paréntesis: es la realidad y así se vive ahora. Y creo que también hay ciertos señoros que tienen resistencia a aceptar que el mundo que habitan ya cambió y que no son conscientes de ese cambio muy a propósito. Hay una energía invertida en no ver a las creadoras, en no ver el cambio de paradigma”.

Finalmente, Andrea remata: “La manera de visibilizarnos es ponernos allí: es poner nuestro nombre en el cartel, en lugares donde nosotras antes no estábamos. Tenemos que poner ahí nuestro nombre. Lo que necesitamos son otras narrativas y no visibilizar a partir de la violencia de género, dejar de pensar en el género como un asunto de violencia. Tenemos que lograr que las chicas tengan referentes y que en vez de decir: no hay dramaturgas, puedan decir: voy a escribir. Eso es algo que tenemos que ir trascendiendo si queremos que los esfuerzos para la visibilización vengan de nosotras mismas a partir de lo que nosotras mismas queremos ver”.

Todos estos testimonios nos hacen saber, que hay mucho trabajo por hacer, pero se está haciendo y son necesarias más y más personas para continuarlo, para retomarlo, para renovarlo, para abrazarlo.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cortesía 

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