Cuando en la película Tik Tik Boom, Jon, el joven compositor protagonista del filme, está a punto de mostrar la partitura de su nuevo musical, un hombre entra dispuesto a ocupar su butaca y, al hacerlo, impone un silencio que pronto se convierte en un rumor entre los asistentes: ¡ha llegado! ¡es él! Y, sí, es imposible que el hombre que ha entrado a la sala pase desapercibido.

Se trata de la figura más importante de ese universo, el teatro musical norteamericano. Es el padre artístico de Jon, de todos aquellos que están por mostrar las partituras de sus nuevos musicales. A la sala ha entrado Stephen Sondheim dispuesto a escuchar las canciones de Jonathan Larson.

El filme, estupenda adaptación de la obra teatral autobiográfica compuesta por el propio Larson, es uno de los mejores ejemplos de lo que significa para el teatro y la música contemporáneos Stephen Joshua Sondheim, quien nació en Nueva York en 1930 y cuyo nombre estuvo asociado a lo más alto del teatro musical desde 1956, cuando se estrenó West Side Story, obra a la que él puso letras a la música de Leonard Bernstein, convirtiéndola en una de las obras referenciales del género.

Antes de ello, fue amigo y discípulo de Oscar Hammerstein II, el letrista que junto con el compositor Richard Rodgers inauguró lo que hasta hoy conocemos como un musical, con obras icónicas como Oklahoma, Carrusel, Pacífico Sur, El Rey y yo y La novicia rebelde.

Tras el éxito de West Side Story -que el mundo de habla hispana ubica mejor como Amor sin barreras– le siguió el de Gypsy, en el que nuevamente puso letra a la música de Jule Styne. Y qué letra.  Considerado por muchos como “el musical perfecto”, la obra se convirtió pronto en la obra que todas las actrices y cantantes teatrales sueñan con interpretar, gracias al complejo personaje protagónico: Mamá Rose, la madre más famosa del teatro musical cuyas canciones son mezcla de ingenio, pragmatismo, malicia e ingenuidad. Ethel Merman, Angela Lansbury, Bette Midler, Tyne Daly, Bernadette Peters, Patti Lupone e Imelda Staunton son algunas de las divas que la han interpretado y Liza Minelli y Barbra Streisand dos de las divas que siempre han perseguido al personaje. Ni Liza ni Barbra ni muchas de sus compañeras se han quedado con el antojo de cantar en sus conciertos piezas como “Some people”, “Everything coming up roses” y “Rose’s Turn”, que son ejemplos maestros de lo que es que un personaje de un musical interprete una canción.

Pero a pesar del éxito de ambos musicales, lo que Sondheim quería y logró con creces, era componer la música y la letra de sus propios musicales. Y el primero fue la divertida A funny thing happened on the way to the Forum, de 1962, que a través de la sátira retomaba las farsas de Plauto para crear una comedia musical sobre enredos y romances en tiempos de esclavitud. La obra dirigida por George Abbott y protagonizada por el legendario comediante Zero Mostel fue todo un éxito.

Curiosamente, aunque por muchos años se ha lamentado el no tener en nuestra cartelera de teatro obras de Sondheim, lo cierto es que apenas un año después de su estreno en Broadway, se escenificó en México estelarizada por el ídolo juvenil Enrique Guzmán, el comediante Oscar Ortiz de Pinedo y la baladista Leda Moreno: Amor al revés es Roma, se tituló. Incluso, fue repuesta a finales de los años noventa, bajo el título En Roma el amor es broma con Alejandro Suárez, Edgar Vivar y Amparo Arozamena, luego de que en Broadway fuera también repuesta primero con Nathan Lane y después con Whoopi Goldberg en el personaje protagónico.

Y aunque después presentó, con Lee Remick y Angela Lansbury como protagonistas, Anyone Can Whistle, que no tuvo el éxito esperado, lo que se le festeja y se le llora a Stephen Sondheim es todo lo que vino después: en 1970 unió fuerzas con el director Harold Prince y juntos, tal vez sabiéndolo, tal vez no, renovaron el concepto de teatro musical con Company, el segundo musical de Sondheim y su primera obra maestra.

Sin historia, sin argumento, pero sin ser un espectáculo de revista, la obra aborda el mundo del matrimonio desde la perspectiva de cinco parejas que celebran el cumpleaños de Bobby, Bobby-Babby, el soltero empedernido que conforme avanza la noche va confrontando las delicias y los suplicios de la vida en pareja, a través de canciones que sientan las bases de lo que será el universo teatral y musical de Stephen Sondheim desde entonces y hasta su más reciente musical, que se estrenará en 2024 en Nueva York: la complejidad y el ingenio en el juego de música y letra, la ambiguedad entre lo que se canta y lo que sucede en escena, juegos de palabras, soliloquios profundos, armonías tropezadas, rimas impensables…

Todo esto hizo que, aunque Company no resultara un éxito avasallante ni lograra el amor del gran público, sí llamara la atención de la crítica, de la comunidad teatral y de un selecto grupo de espectadores que entendieron que eso que veían en escena era algo distinto a los musicales tradicionales y que respondía a una nueva época para el teatro y para la música.

A más de 50 años de su estreno en Broadway, las diversas reposiciones que ha tenido esta obra -la más reciente incluso con un cambio de hombre a mujer en el personaje protagónico- ya sea en temporadas o en formato de concierto no hacen más que dejar clara la importancia que tuvo Company para las generaciones venideras de creadores de teatro y música y que, a partir de ese musical conceptual, su compositor se convirtió en un autor de culto.

Canciones como “You could drive a person crazy”, “Another hundred people” y “Getting married today” son canciones que saltan al pensar en Sondheim, mientras que una canción como “The ladies who lunch” se convirtió en un estándar para primeras actrices del género, como Elaine Stritch, quien la interpretó en el montaje original y no dejó de cantarla en conciertos y unipersonales y Patti Lupone, quien actualmente sigue cosechando ovaciones de pie cada que la interpreta. La canción central de la obra, “Being alive”, además de ser lucimiento para actores y actrices, ha sido un himno para la comunidad LGBTQA+.

Al igual que Company, las otras obras de Sondheim gozaron -y sufrieron- de la paradoja de no ser grandes éxitos de taquilla, pero sí de merecer sendos premios y, sobre todo, de hoy en día ser consideradas influencias importantes, objetos de variados estudios y nuevos montajes, además de estar reflejados en generaciones de compositores como Adam Guettel (Light in the Piazza), Jason Robert Brown (Parade, The last five years) y, como se puede ver en el ya mencionado filme Tick Tick Boom, Jonathan Larson (Rent) y Lin Manuel Miranda (In the Heights, Hamilton).

Sus canciones forman parte del cancionero norteamericano y han sido visitadas por figuras como Frank Sinatra y las ya mencionadas Liza Minelli y Barbra Streisand, quien ha grabado e interpretado en concierto varias de sus piezas; de hecho, su famoso The Broadway Album está inspirado plenamente en la visión teatral y musical de Sondheim. La mismísima Reina del Pop, Madonna, al ser parte del filme Dick Tracy de 1990, interpretó tres canciones compuestas por él: “Sooner or Later”, “More” y “What Can You Lose?”.

Tras Company, vinieron Follies, A little night music, Merrily we roll along, Sunday in the Park with Georges, Into the woods y Passion. Todas y cada una de esas obras merece estudios, ensayos y artículos y en cada uno siempre se podrá encontrar algo nuevo, algo distinto, tal cual sucede con la diversidad de montajes y reposiciones que han suscitado y las canciones que de ellas se han desprendido.

Tan solo un musical como Merrily We Roll Along, cuya versión original fue uno de los más contundentes fracasos -y la última colaboración- de la mancuerna Sondheim – Prince, contiene canciones que hoy en día son las primeras en las que se piensa al evocar a Sondheim: “Old Friends”, “Not A Day Goes By”.

Follies, un musical para actores de la tercera edad que no le pide nada a las mejores obras del realismo norteamericano, desprende joyas como “Broadway Baby”, “In Buddy’s Eyes”, “Could I Leave You?” y “Losing my Mind”, y el himno de las grandes mujeres del espectáculo -versionado incluso por Nacha Guevara, “I’m Still Here”.

Sunday in The Park With George, merecedora del Premio Pulitzer, es una reflexión sobre el arte mismo que se resume en una canción deliciosa: “Putting It Together”.

Into The Woods, una revisión sobre las fábulas y cuentos infantiles aterrizadas en el terreno freudiano desprende personajes entrañables, mientras Passion pone en escena un filme de Ettore Scola para hacer todo un tratado sobre la belleza y el enamoramiento frente al opuesto.

De este grupo de obras, la más “popular” es A little night music gracias a que contiene la canción más famosa de Stephen Sondheim, versionada por muchos cantantes: “Send in The Clowns”. Aunque es de belleza innegable, también es innegable que otras canciones de la partitura -compuesta completamente en tiempo de vals y cercana a la opereta-, inspirada por un filme de Ingmar Bergman -sí, un musical basado en Bergman-, está plena de piezas de hermosura y complejidad delirantes.

Por ahí andan también Saturday Night, Evening Primrose, Assassins y Road Show, obras que merecen más atención, pues contienen más de una pieza sobresaliente, como “What More Do I Need?” o “So Many People”, muy recurrentes del repertorio de las y los cantantes profundamente relacionados con la música de Stephen Sondheim: Bernadette Peters, Patti Lupone, Mandy Patinkin, Audra McDonald, Melisa Ericco, Michael Ball, por mencionar a los más representativos y constantes -sin olvidar a las legendarias y ya fallecidas Barbara Cook, Angela Lansbury y Elaine Stritch– .

En México, además de conocer a Sondheim por los varios montajes de Amor sin barreras y por la Gypsy producida y protagonizada por Silvia Pinal y por las ya mencionadas versiones de A Funny Thing Happened to the Forum lo conocemos gracias a Sweeney Todd, la que para muchos es su obra maestra, se trata del punto más alto en su colaboración con Harold Prince. Teniendo al canibalismo como tema central, ambos construyeron una obra de humor negro cuya partitura va más a fondo en la exploración de la opereta y la ópera.

La historia del barbero asesino de la Calle Fleet y, sobre todo, de su vecina, la pastelera Nellie Lovett, tuvo un éxito más notable que las obras anteriores. A ésto contribuyó, además de la exquisita partitura y la impresionante producción, la presencia protagónica de Angela Lansbury, quien junto con Len Cariu hicieron historia como la dupla estelar. Montajes -varios en distintas casas de ópera- y conciertos se han realizado hasta hoy, que en Broadway corre una exitosa reposición estelarizada por Josh Groban y Analeigh Ashford. Antes de eso, en México pudimos verla por primera vez en 2018, bajo la traducción de Mario Cassán, la dirección de Ricardo Díaz e interpretada por Lupita Sandoval y Beto Torres.

Cinco años después, sin otra obra de Sondheim de por medio, Sweeney Todd regresó, ahora traducida y dirigida por Miguel Septién, estelarizada por Flor Benítez y Quecho Muñoz. En ambas obras ha sido notable el esfuerzo por ser lo más fieles posibles, por medio de la traición natural, a la forma y al fondo propuestos puntualmente por Sondheim en cada verso, en cada rima, en cada acento, en cada ambiguedad entre lo cantado y lo escenificado. El público ha salido ganando en ambas ocasiones al poder escuchar en español canciones como “The Worst Pies in London”, “Johanna”, “Pretty Women”, “Epiphany”, “A Litle Priest”, “By the sea” y “Not While I’m Around”.

Y es que las razones por las cuáles los musicales de Stephen Sondheim no han sido producidos en México son muy diversas. Desde el hecho de que todo eso que distingue a las letras de Sondheim es intraducible en una lengua distinta a la original, hasta el hecho de que, a diferencia de los musicales y espectáculos tradicionales que se han montado una y otra vez en México, los de Sondheim no son para todos los públicos debido a la complejidad de sus temáticas y al hecho de que se alejan del concepto tradicional de coreografías exuberantes y finales felices e, incluso, debido a las dificultades que implican los elencos de varios de sus musicales, que incluyen a actrices y actores de la tercera edad, un rubro que en México no necesariamente está atendido dentro de los musicales.

Lo anterior no significa que no haya un interés por los musicales de Sondheim en nuestro país: son varios los actores, cantantes, compositores, músicos, dramaturgos y directores que desean ver o, mejor aún, hacer en México un Sondheim. Como muestra, la reciente temporada del monólogo musical Nada extraordinario que, a partir de la idea del actor Jorge Viñas fue escrito por Jimena Eme Vázquez y compuesto por Juan Manuel Torreblanca en un absoluto homenaje a Sondheim -de hecho, el tributo se coronaba al tener un segundo acto radicalmente opuesto al primero-.

En 2024 se estrenará Here we are, el último musical -basado en dos películas de Luis Buñuel– del compositor norteamericano que, a su muerte el 26 de noviembre de 2021, suscitó un lamento generalizado por parte de la comunidad teatral y musical de Estados Unidos y otra parte del mundo. Un genio cuyo teatro y cuya música seguirán presentes en las distintas reposiciones que se hacen de sus obras -en estos últimos meses ha habido tres obras suyas en Broadway: Into the woods, Merrily we roll along y Sweeney Todd y una revista de homenaje en Londres, Old Friends- y en los conciertos que se hacen para recordarlo.

Al recibir el Premio Oliver como mejor actriz en un musical por interpretar a Mamá Rose en Gypsy en Londres, Imelda Staunton remató sus agradecimientos con uno muy especial: “Stephen Sondheim es el Shakespeare del teatro musical y el cantar sus discursos cada noche es algo que te hace alguien mejor“. Y, a juzgar por lo que puede verse y disfrutarse a través de las plataformas que resguardan los audios y videos de las representaciones y conciertos dedicados a la música y a las letras de Sondheim, vaya que Imelda Staunton, como de costumbre, tiene razón.

Quizá la música y las letras de Sondheim no son para todos -deberían ser, ¿por qué no?- pero para quienes las han recibido y a ellas se han entregado, resultan una experiencia transformadora, de salvación. Como Joanne de Company, como George de Sunday in the Park with George, personajes obsesionados con los sombreros, no queda más que quitárselo ante la obra del genio y musitarle: Gracias, Steve.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Wikipedia/Danya Polykov

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