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Angélica Rogel es una directora escénica que se ha mantenido muy activa en los últimos años. Apenas finalizó en enero el montaje Jauría, y ya se ha estrenado un nuevo proyecto bajo su dirección: La reina de belleza de Leenane. Además, se encuentra trabajando ya en su nueva obra, un musical.

Rogel ha mostrado, a lo largo de su trayectoria, solvencia como directora. Incursionando en géneros muy diversos, como la impro, el cabaret, el drama documental o en obras de corte naturalista ha logrado resultados sólidos. Nos acercamos a ella para platicar un poco sobre su carrera en esta segunda entrevista en nuestra serie de mujeres directoras.

 

Los inicios en la dirección escénica

Sobre su inicio en la dirección teatral, Angélica nos comenta que comenzó a estudiar actuación y cuando ingresó a la carrera de teatro en la ENAT, lo hizo ya con curiosidad por dirigir. En este sentido, nos comparte que ahí fue donde intentó dirigir su primer proyecto, con el cual “no se logró mucho”. 

Sobre este primer acercamiento explica: “Fue muy complicado porque a mí todavía me tocó una época donde no había tantas mujeres dirigiendo”. 

Después de terminar la carrera, Rogel buscó especializarse, tomando clases de impro, cabaret y dirección. Al respecto, señala: “Seguí estudiando y con eso empecé a dirigir cabaret primero, justo con “La del cabaret”, Minerva Valenzuela, formamos un grupo. Ahí escribíamos, dirigíamos, hacíamos lo que habíamos soñado”. 

El primer texto de dramaturgia contemporánea que dirigió Angélica fue Placer y Dolor. Este texto,nos comparte, lo conoció a través de Boris Schoemann, el director y fundador de la compañía Los Endebles. Esto, nos narra, sucedió en una Semana de la Dramaturgia: “Primero dirigí varias lecturas y luego dirigí este texto, de ahí cada vez ha sido más fácil acceder”. Desde entonces, nos dice, trató de continuar más como directora que como actriz. 

 

Los constructos sociales como obstáculo

La directora teatral nos dice que, a su parecer, existe un constructo social que provoca la menor visibilidad de mujeres en ciertos puestos. En este sentido, agrega, la idea que existe es “el hombre dirige, la mujer actúa, el hombre hace escenografía y la mujer hace vestuario o maquillaje”. 

Se trata de algo que, finalmente, impone una sociedad durante años, reflexiona, pero puntualiza: “Te lo vas comprando también, vas entrando en la dinámica de esto funciona así”. 

En este sentido, dice, “no es que cuando yo estaba estudiando en la ENAT no hubiera mujeres directoras, las había. Estaba Cecilia Lemus, que trabajé con ella, estaba ya trabajando Iona, estaba también Claudia, pero ahorita te puedo decir tres nombres de mujeres, o cuatro, cuando podría decirte una decena de nombres de directores hombres”. 

Nos cuenta anecdóticamente que, cuando ella estudiaba en la ENAT, su grupo estaba integrado por siete mujeres y dos hombres. “A quienes nos dieron ganas de dirigir fue a un hombre, un compañero mío, y a mí, y fue más fácil que respaldáramos el proyecto de mi compañero que el mío”. Al respecto, aclara que a su parecer no se trata de conductas “de mala onda” o de “eres mujer, no lo mereces”, son en todo caso, “construcciones que hemos seguido”.

Para la directora, afortunadamente estas construcciones cada vez se van rompiendo más. Esto, afirma, dará lugar a que “un día dejemos de cuestionarnos quién dirige, quién actúa, quién escribe, y que sea algo que hacemos las personas en general y no una profesión para hombres o para mujeres”.

 

Formas de aportar

Angélica Rogel nos confiesa que algo que tiene muy claro en su trabajo es que no le gusta dirigir obras en las que los personajes femeninos no tengan algo importante que decir. Esto, nos dice, es “parte de lo que yo puedo aportar”. 

Sobre este particular, explica que desde el lugar en el que ve el universo, y en su universo, existe siempre una equidad. Es, subraya: “Un lugar donde los personajes son tan importantes masculinos como femeninos. Ninguno de los personajes está de adorno”. Por ello, la creadora escénica busca dramaturgias que tengan esa característica.

 

Variedad de géneros

La facilidad con la que la directora se mueve entre géneros distintos viene de su formación cuando terminó la carrera. “Me cuestionaba mucho sobre cómo funciona el teatro dentro del espectador, me preguntaba mucho el ejemplo de la cuarta pared y con qué finalidad hacemos ese tipo de dramaturgia o cierto tipo de obras”, nos dice. Por esta razón, agrega, se decantó por la improvisación y el cabaret, por el contacto con el público.

Sin embargo, puntualiza: “Después lo que pasó, evidentemente, fue que tanto en la impro como en el cabaret ciertos discursos estéticos no podía abordarlos, no encontraba la manera de acercarme a ellos, por eso empecé a trabajar con dramaturgia contemporánea y con una forma quizá más convencional de hacer teatro”.

Se trató, nos comparte, de una búsqueda de hacia dónde moverse y generar un lenguaje propio en algo que ya está escrito, cuestionando las cosas. 

En los últimos años, reflexiona, regresa poco a poco a la impro, por ejemplo. Se trata, nos confiesa, de un lenguaje que no puede soltar, pues con él se conecta mucho con lo que le interesa transmitir hacia el público. 

 

Dialogar con quien está viendo la obra

Como ejemplo nos pone el nuevo espectáculo en el que se encuentra trabajando, que es un musical improvisado. Con esto, nos dice, busca: “seguir jugando a tener algo que es muy formal, como un musical que necesita muchas reglas, y a su vez tratar de romperlo por medio de la impro”. Es algo, considera, que puede conectar muy bien con el público.

Por el contrario, apunta,  una propuesta como La reina de belleza de Leenane es un trabajo completamente medido. Ahí, considera, el lugar del espectador es “volverse parte de la escena como un voyerista”. Es decir, nos explica, como alguien que está viendo una escena en la realidad, como un observador de un acontecimiento real. Para lograr esto, destaca, “se necesitan muchos ensayos para lograr que la repetición se vuelva orgánica”.

A pesar de que estos procesos son, en apariencia, muy distintos, ambos buscan dialogar con quien está viendo la obra, nos dice. Los procesos pueden tener sus diferencias y sus encuentros, pero, nos dice la directora “siempre estoy pensando en que yo soy esa persona que se sienta en la butaca, qué espera encontrar, que si yo encuentro algo quizá hay otras, por lo menos, 10 personas que lo encuentren”. 

Sobre esto afirma: “Mi gran sueño es poder dialogar con cientos de personas, pero mientras toques a una sabes que rompiste ahí una barrera. Eso es lo que buscamos”. 

Para Angélica el poder tener distintos tipos de diálogos es “muy gozoso”. El quedarte en un solo tipo de diálogo, afirma: “te vuelves muy monotemática creo que el teatro es la vida y lo que es rico de vivir es buscar distintos círculos”.

 

El teatro para “aportar a esto que se llama vida”

La directora nos dice que su visión del teatro siempre ha sido muy romántica. “A mí el teatro sí me salvó la vida, no es un decir. Yo tenía una infancia muy complicada y el teatro llegó a mi cuando era muy chica”, en él, nos confiesa, encontró un lugar donde podía comunicarse y salir. Por medio del teatro, nos dice, puede tocar muchas cosas.

Al respecto, señala: “No estoy diciendo que sea una medicina. Para algunos es una profesión, para otras personas es un divertimento, para mí sí me ayuda a entender la vida”. La ficción nos libera, agrega, de muchos golpes rudos de la realidad, pero también nos muestra muchos de estos golpes, como ejemplo, pone la obra Jauría, que recientemente terminó temporada en el Foro Lucerna. Se trata, explica de un documento que nos recuerda que todavía hoy puede haber cinco hombres pensando que tuvieron relaciones consensuadas con una mujer, cuando lo que hicieron fue violarla. 

El teatro es para la directora una herramienta que la ayuda a entender la vida. Al teatro, nos confiesa, “lo siento maravilloso y lo siento fortalecedor, me permite aportar algo desde el lugar donde he encontrado que puedo aportar a esto que se llama vida“. 

 

La reina de belleza de Leenane

Finalmente platicamos con Angélica Rogel sobre el proyecto que actualmente acaba de arrancar: La reina de belleza de Leenane. Sobre este texto nos comenta que es sorprendente que sea la primera obra escrita por Martin McDonagh y que esté tan bien lograda. 

Sobre esto, agrega: “Es una obra que es un retrato de las relaciones humanas, […] te muestra la habilidad de una pluma de un dramaturgo, y además es un texto que es crudo y divertido, encontrar eso en el teatro es complicado”. 

El texto del autor irlandés en ciertos puntos puede ser muy divertido, esto se debe, nos dice Rogel, al humor que el dramaturgo maneja. Es un texto que “puede llevarte a algo muy divertido y muy absurdo, y después terminar rompiendo el esquema”. La directora nos dice que como personas descubrirnos en este tipo de retratos es muy atractivo.

Sobre el montaje, Angélica Rogel destaca las actuaciones de su elenco, “a mí me gusta mucho lo que se está logrando”, afirma. Sobre el regreso de Sofía Álvarez al teatro considera que volverla a ver ha sido un descubrimiento. Verla en el escenario, nos confiesa, “es una locura, de verdad creo que es una mujer que debería estar mucho más en el teatro, porque es maravillosa”. 

En resumen, nos dice: “cuando ves la obra del dramaturgo, ves las actuaciones, y aparte un teatro en el que puedes ir de la risa al horror, también creo que es una buena razón para ir”. Ver a personas, en cualquier obra, “que por dos horas puedan construir otra cosa y otro mundo, siempre vale la pena”, remató.

 

Por Óscar Ramírez Maldonado, Foto: Amanda Safa

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