Por Mariana Mijares, Fotos: Cortesía Producción/ Leo parece vivir su propia realidad; se abstrae y pasa gran parte del tiempo cuidando a un ave que tiene lastimada una alita. El joven tiene una buena relación con su hermano mellizo Hamm, quien lo ayuda y encubre cuando lo necesita.

Un día, en el tranquilo lugar donde viven, empiezan a ocurrir una serie de crímenes inexplicables, ¿podrían estar ellos relacionados?

Platicamos con el protagonista de Hay un lobo que se come el sol todos los inviernos, Roberto Beck, y con su compañera en escena, Assira Abbate, sobre este complejo thriller psicológico que seguramente te erizará la piel.

Roberto, Assira, vuelven a trabajar con juntos, y nuevamente con Cristian Magaloni (quien los dirigió en Los Ojos y Corridos Chejovianos)

Roberto: Sí, es padre, la verdad ya se armó un equipo. También tenemos el chiste de que Cristian tiene algo con nosotros, le gusta que nos demos besos en escena…

Assira: Es que Cristian es mi novio. Yo le presenté a Beck porque lo conozco desde Casa Azul; le dije: ‘este chavo es bueno’ ¡y Cristian se enamoró de él!

Roberto: Y yo de él. La verdad es que nos entendemos bien; todo el equipo nos entendemos en lo que buscamos…

Assira: Y también repiten con nosotros Arnoldo, y Gonzalo, que entró a Los ojos. Hemos hecho una mancuerna en donde se está generando una compañía donde vamos varios repitiendo distintas obras. Y también, al conocer la manera en la que trabajamos, creo que en cada obra podemos evolucionar, porque ya sabemos un poco cómo trabaja el otro. No tenemos que partir de cero.

De las cosas que me parecen más interesante de su compañía es justo el rango, porque esta obra tiene un tono totalmente distinto al de Los ojos

Roberto: Sí, la verdad es que es un cambio radical entre esa, Corridos Chejovianos -que era una comedia-, y esto que es super dark. Es un poco como adentrarse. Sin embargo, veo una constante en las tres obras, que es encontrar el lugar más empático, entrar en situación, entrar en lo que la gente siente y cómo lo vive.

Las situaciones se viven de una forma que aquí, una persona que creció de cierta forma, al vivir, eso la convierte en un asesino, en un psicópata; es muy interesante.

Recientemente vi una película protagonizada por Zac Efron, en donde recrea a Ted Bundy y muestra su lado humano. De alguna manera, siento que esta obra hace justo eso: nos muestra el lado ‘tierno’, humano, de un asesino…

Roberto: Sí, es que al final lo que queríamos interpretar no era el malo ñaca ñaca y psicópata. En esos casos la gente dice: ‘claro, todos sabíamos que iba a ser un asesino’. Aquí se trata de alguien que está muy dolido y que no sabe manejar el dolor, y entonces, antes de lastimarse, lastima a alguien más, desde un lugar de profundo dolor que lo lleva a hacer esas cosas. Las hace así para que la gente pudiera pensar que podría ser cualquiera. Y en realidad, si se toman malas decisiones, cualquier podría ser un psicópata asesino.

¿Cómo te documentaste sobre psicópatas?

Roberto: Me puse a investigar mucho de asesinos seriales -porque este personaje es un conjunto de varios asesinos-, entonces me la pasé todo el proceso viendo series, documentales, investigando…

 

¿Te afectó a nivel personal, anímico?

Roberto: No me afectó pero sí me metió en un trip (viaje) raro, tengo que aceptarlo. Al final mi trabajo también es justificar a mi personaje; entonces empecé a ver a ciertos asesinos, ciertas cosas, como de Ted Bundy, de quien hablábamos. Tuvo una cosa en su infancia que resultó que se enteró que su mamá era su hermana, el punto es que se enteró que tenía un problema en su familia.

Me puse a ver que todos tienen algo que en algún momento los detonó; digo, supongo que hay unos que no -tampoco soy experto en el tema-, pero llegué a decir de repente: ‘Híjole, quizá sí son malos’, y claro que son malos, lo que hacen está mal. Empatizar con eso es difícil, duro.

Assira, tu personaje, una de las víctimas, se le acerca a este hombre como cualquier chava con alguien que le gusta; pero en realidad, aunque ellos se conocían desde la escuela, Sofía no conoce de lo que Leo es capaz…

Assira: Sí, justo eso. Un día leí que a lo largo de nuestra vida nos topamos con 9 asesinos y no lo sabemos; entonces, en términos de estadísticas, a lo largo de tu vida te cruzarás con esas personas.

Algo que se me hace muy interesante es que los asesinos son muy amorosos con otras personas; con su familia, con su mascota, lo que sea, pero tienen esa parte que son adorables, son como cualquier persona. Nos hemos dedicado a seccionarlos, sin entender realmente los motivos por lo cual lo hacen.

Para Sofía, él es un tipo normal, interesante, guapo; de repente es un poco tímido, retraído, pero no ve nada raro. Como dicen: ‘caras vemos, corazones no sabemos’.

Sofía y Leo son compañeros de escuela de toda la vida. Y puede pasar, que alguien que conoces de toda la vida, de repente te enteras que hizo cosas atroces y dices: ‘¿Qué, qué?, esa persona, ¿cómo puede ser?’

Por ejemplo, me pasa ahorita cuando leo testimonios del #MeToo, digo: ¿En serio tal persona?’, jamás me lo hubiera imaginado. Estamos rodeados de todo. Y los asesinos no están seccionados de la sociedad, están entre nosotros.

 

Me gustaría que me hablaran de la escenografía, juegan con su espacio de manera particular, y en tu caso, Roberto, por momentos ese dispositivo de vidrio me hizo ver al personaje como dentro de una ‘jaula’ como si lo viéramos como animal enjaulado; además de que provoca claustrofobia…

Roberto: Sí, además yo casi siempre estoy de un lado, que es como ‘la realidad’, estoy limitado a eso. Lo que plantea la escenografía es que también, en la pared con el humo, hallas otra realidad, un mundo más etéreo, como de los pensamientos que pueden existir en la cabeza de alguien.

Lo que a mí me toca es, de este lado, vivir todo como si fuera un recuerdo. Y después de la pared es justo el universo alterno en donde hay recuerdos y memorias y todo es un poco raro; todos se mueven un poco más lento. El humo también le da una cosa como mística, y eso me gusta.

Assira: Y también como algo frío, invernal.

En ese sentido, algo que quería hacer Cristian, era aislar; que se viera un poco aislado, y que por más que estemos a 28 grados, dentro del teatro se sienta como esa parte del frío que te aísla, que te hace no encontrarte contigo. 

La música es otro elemento que suma mucho a este montaje, hace entrar en un estado psicótico, de thriller de cine…

Roberto: Sí, está denso.

Assira: Justo lo que quería Cristian era tener esos sonidos que te das cuenta que existen hasta que ya no están, ese fue el punto de partida.

Tenemos una chelista maravillosa que es Natalia Pérez Turner, que de hecho fue la que hizo toda la creación musical; yo estoy ahí -a su lado como pinche de cocina-, viendo todo lo que hace. Ella me enseñó, justo, diferentes sonidos, como los que se escuchan metálicos, pero en realidad son generados con instrumentos de cuerdas, con el chelo, el violín.

Tenemos también, como es un archivero, todos los sonidos de una cárcel; un archivero con un arco de violín. La idea es generar esta sensación aislada, de frío, metal. Justo como si entraras a una cárcel; los sonidos metálicos de las puertas, que son constantes.

Natalia hizo un trabajo padrísimo. Ella le dice: ‘hacer ruiditos’, pero no son cualquier ruido. Estuvo meses investigando qué hacer para encontrar ese chillido de algún modo, con algún objeto cotidiano que pudiera existir en la cárcel, de ahí parte un poco la música.

 

¿Cómo llegó a ustedes este texto?

Asssira: Es un texto de Gibrán Portela que ya tuvo una puesta en escena hace como 5 años. Hace un año más o menos, en el ciclo de lecturas dramatizadas de textos mexicanos en el INBA, le dijeron a Cristian que dirigiera una lectura y le mandaron muchísimos textos.

Él estuvo leyendo y leyendo hasta que encontró esta obra y se enamoró, dijo: ‘quiero hacer esto’. Hizo una primera lectura, hace un año y medio, y después decidió montarla.

¿Cómo invitarían al público a venir a verlos?

Roberto: Me gustaría decirles que vale mucho la pena venir porque ésta es una obra que los va a hacer pensar. No es una obra dónde vienes a apagar el cerebro y pasártela bien. Sí te va a hacer pensar y creo que eso es muy rescatable hoy en día, que salgas pensando qué decisión tomar. O que te haga cuestionarte a ti mismo, ¿qué decisiones podrías tomar que te llevarían a algo como eso? Me parece que eso es lo más interesante: venir a eso, a plantear qué ocurriría si te pasara a ti.

Assira: Y yo los invitaría diciéndoles que es una obra que, por más obscura que se vea, hoy me sorprendió que la gente se ríe mucho, porque tiene momentos muy livianos.

Y también es escuchar una historia distinta, una historia diferente, porque se habla muy poco de los asesinos seriales en teatro. Sí hay mucho cine, documentales, series; están de moda, pero en teatro se monta muy poco sobre el tema.

Y Roberto Beck lo hace increíblemente, de verdad hace un personaje increíble. Yo, que lo conozco desde hace años, nunca lo había visto en un personaje de este tipo, creo que vale la pena venir a verlo.

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