Por Alegría Martínez/ Un texto en torno a los secretos y auto descubrimientos de 200 mujeres, de distintos países, edades, profesiones y oficios, respecto a su vagina, ha generado que la lectura dramatizada de cada caso -a cargo de actrices y conductoras descalzas y ataviadas de negro sobre una silla alta, ante un doble telón rojizo- constituya desde hace casi 30 años todo un espectáculo.
Poner en palabras ante el público, la cascada de emociones, sensaciones, traumas, placeres, dolores, agravios, violencias, apodos, fantasías y sucesos relacionados con la vagina, equipara en amplitud y posibilidades a la capacidad muscular y elástica que tiene esta parte del aparato reproductor femenino, conducto para las relaciones sexuales y el nacimiento.
Desde la apertura y la inclusión, que retoma la experiencia de mujeres africanas, hispanas, asiáticas y judías, tanto de la tercera edad, como jóvenes, niñas, adultas, mujeres gay y trabajadoras sexuales, entre otras, hay en este grupo quienes por ejemplo, no habían reparado en su órgano femenino, ni experimentado un orgasmo, antes de las entrevistas realizadas por la escritora Eve Ensler, para conformar su obra Los monólogos de la vagina.
Escrita en 1996 y estrenada en México en el año 2000, producida por Morris Gilbert en sociedad con OCESA, la obra que actualmente ofrece una nueva temporada en la Ciudad de México, con distinto elenco en cada función, fue ovacionada por espectadores abiertos a la diversidad de testimonios revestidos de distintos rasgos significativos según quien les de lectura, que llenaron el patio de butacas.
Desde la narración de un trauma insalvable derivado de la incomprensión masculina ante la evidencia de una alta excitación sexual en la primera etapa adolescente, pasando por la agresión machista disfrazada de un “inocente” deseo sexual, hasta la violación y la mutilación genital, incluido el temprano inicio de una relación homosexual, o el orgulloso empoderamiento a partir del autodescubrimiento y la admiración profesada por un adorador de vaginas, entre otras experiencias, la escucha de Los monólogos de la vagina, involucra al público sin distinción de género, entre asombro, empatía, indignación y carcajadas.
La obra que anualmente, entre el 1º de febrero y el 8 de marzo ofrece funciones en distintos escenarios del mundo en conmemoración del “Día V”, con el objetivo de recaudar fondos para combatir la violencia contra las mujeres, alimenta en la audiencia la imaginación de vaginas hablantes dispuestas a compartir su estado de ánimo, la emoción de lucir prendas a su gusto, su sentir ante a la agresión de la auscultación ginecológica y su deseo respecto a la forma en que les gustaría ser tratadas.
Jaime Matarredona, director de Los monólogos de la vagina y de obras como Defendiendo al cavernícola, Adorables enemigas y Perfectos desconocidos, entre muchas más, equilibra en esta oportunidad la popularidad y la experiencia actoral de su elenco, de forma que el resultado satisfaga a un público heterogéneo, que acude atraído por la fama de unas o por la experiencia escénica de otras, a funciones reveladora sobre el tema, aunque haya visto la obra anteriormente.
Experiencias placenteras y desgarradoras, toman forma en la voz del elenco, conformado por Ema Pulido, impulsora de la danza en México, conocida actualmente como “La jueza de hierro” por su participación como jurado en programas televisivos, que ajustó su tono de voz grave al monólogo titulado “Mi vagina enojada”, entre otros, incluido el que menciona datos actuales y crecientes relacionados con violaciones y asesinatos de mujeres, delitos que a la fecha se cometen sin que haya autoridad que ponga un alto.
La conductora Carmen Muñoz, célebre por su participación en programas con público en el set, para distintas empresas televisivas, le da lectura, entre otros, al monólogo titulado originalmente “El pequeño Coochie Snorcher”, traducido en México como “Mi pequeña paparrucha” en la que además del recuerdo de abusos sexuales ocurridos en su infancia, una mujer habla de su relación sexual , en su posterior etapa adolescente con una mujer adulta, que le ayudó a sanar las huellas de la violencia sufrida en su casa paterna.
Por su parte, la actriz, Dalilah Polanco, a cargo de los monólogos más complejos actoralmente en cuanto a cambios de tono, densidad dramática y sucesos cómicos y trágicos, le da voz a “Mi vagina era mi pueblo”, en la que modifica el tono, el ritmo, y la inflexión de dos personajes, según avanza la narración del testimonio de mujeres víctimas de violación al interior de un campo de concentración.
Como si bastara accionar un interruptor automático, para situar velozmente al público en otra historia, Dalilah Polanco, se mueve y habla al ritmo de “La mujer que amaba hacer vaginas felices”, que da cuenta del descubrimiento que condujo a este personaje a disfrutar su trabajo por elección.
Por otra parte, la extensa gama de gemidos que puede emitir una mujer al momento de sentir un orgasmo, es festejada por el público que observa cómo la actriz involucra todo su cuerpo desde su estrecha silla, espacio en el que también nutre al personaje de una mujer asombrada al percibir a su vagina, a través de la admiración que su pareja le profesa a esa parte del cuerpo femenino.
“Yo estuve allí”, es el título del monólogo que cierra este viaje terrible y fantástico por cientos de voces femeninas que revelan la indisoluble conexión de su vagina con su existencia, en el que la Eve Ensler comunica los pormenores de la llegada de su nieta a este mundo, con lo que la autora estadounidense hace un homenaje a la vagina como conducto de nacimiento y vida.
Los monólogos de la vagina se presenta todos los jueves con un elenco alternante en el Nuevo Teatro Libanés, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.
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Una obra compleja y muy entretenida a la vez. 💯
Creo que por la profundidad de lo que se expone, y lo que mueve, habrían de disponer de info de instituciones de acompañamiento psicológico y atención a víctimas de violencia.
Felicidades por las 8100 representaciones. Janeth Arceo, magnífica.
#vivasnosqueremos