Lo que en las páginas se despliega como un ejercicio literario en el que los recuerdos de la autora se conjugan con la imaginación del lector, en el escenario cobra vida a través de tres actrices que dan cuerpo y voz a los recuerdos de una escritora y proponen imágenes y concretas y definitivas al público que leyó, o querrá leer,  la novela en la que se inspira el montaje. Si bien nos referimos a El cuerpo en que nací, uno de los estrenos más recientes de nuestra Cartelera de Teatro, hay varios ejemplos de lo que sucede cuando el mundo de la narrativa se cruza con el mundo de la escena.

Si bien obras literarias y universales tan famosas como Don Quijote de la Mancha de Cervantes Saavedra, Frankestein de Mary Shelley o Drácula de Bram Stoker han sido adaptadas con diversa fortuna a lo largo y ancho del tiempo y del mundo, recientemente hemos disfrutado de propuestas teatrales que parten de universos narrativos que al llegar al escenario logran que la experiencia literaria tome un camino allende de lo meramente literario y que la experiencia teatral se enriquezca con un lenguaje distinto.

Tal como sucedió en la década pasada con el celebrado montaje del National Theater de Londres a la novela de Mark Haddon, El curioso incidente del perro a medianoche a cargo del dramaturgo Simon Stephens, que en México tuvo una réplica justa en el Teatro de los Insurgentes, bajo la traducción de María René Prudencio, la dirección de Francisco Franco y las actuaciones de Luis Gerardo Méndez y Alfonso Dosal en el personaje protagónico. Aunque en México aún no la vemos, un fenómeno similar ocurre en Londres y Nueva York con la adaptación de Jack Thorne a la novela de J.K Rowling, Harry Potter y el legado maldito.

Centrándonos en la actualidad literaria y teatral de nuestro país, algunos creadores escénicos han aprovechado la excelente salud de la narrativa contemporánea para convertirla en material escénico.

Eso es lo que actualmente puede verse en el Foro Shakespeare gracias a que la dramaturga Barbara Perrín Rivemar (Todavía tengo mierda en la cabeza, Todos los peces de la tierra) adaptó la elogiada segunda novela de Guadalupe Nettel, El cuerpo en que nací -publicada por Anagrama-, en la cual a través de las herramientas de la autoficción y el ensayo personal, la narradora y editora mexicana evoca su etapa de niñez y juventud marcada por un defecto físico: una mancha de nacimiento en el ojo izquierdo.

Bajo la dirección de Benjamín Caan, Guadalupe y sus etapas se desdoblan en tres, las cuales son interpretadas por María Perroni Garza, Tamara Vallarta y Paulina Treviño. Entre una innumerable cantidad de zapatos, las actrices abordan temas como el descubrimiento del mundo, la identidad, y la sexualidad femenina, dotando de vida al libreto de Perrín Rivemar y, al mismo tiempo, la novela -y de paso, las memorias- de Nettel, quien con su trabajo ha merecido distinciones como el Premio Anagrama de Novela y la mención en la lista Bogotá 39 como una de las narradoras contemporáneas más destacadas de Hispanoamérica.

Igualmente reconocido es el trabajo de Verónica Gerber Bicecci, artista visual y ensayista cuyo debut como narradora de ficción con la novela Conjunto vacío -editada por Almadía- fue un éxito tal, que también llegó a los escenarios teatrales en 2019, gracias a la adaptación que la compañía Caracoles Teatro y Miguel Alejandro León realizaron del texto, a fin de llevar a escena este dispositivo literario en el que, además de palabras, intervienen diagramas de Venn que ilustran las situaciones que vive la protagonista en sus relaciones amorosas y familiares, atravesadas por el exilio como experiencia política, cultural y sentimental. Apoyadas por pizarrones y acetatos para plasmar las imágenes matemáticas, las actrices Belén Chávez y Tania Noriega dieron vida a Verónica, la narradora, bajo la dirección de Cristian Magaloni (La ira de Narciso, Indecente) en exitosas temporadas en el Teatro La Capilla y el Foro Shakespeare.

Éstas obras se insertan en un panorama propio del teatro latinoamericano en el que artistas de la escena como la argentina Analía Couceyro adapta novelas para crear espectáculos intimistas que fusionan el teatro y la música, como es el caso de la adaptación que hizo, junto al dramaturgo Alejandro Tantanian, de la novela de la prestigiada escritora y académica mexicana Margo Glantz, El rastro -publicada en México primero en Anagrama y posteriormente en Almadía-, el cual estrenó en Argentina y presentó, en el marco del Festival Internacional Cervantino, en Guanajuato y en la Ciudad de México, en octubre de 2021.

En Chile, la actriz, dramaturga y narradora Nona Fernández -merecedora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria del Libro de Guadalajara- presentó la adaptación teatral de su propia novela sobre dictadura y memoria Space invaders -publicada en México por el Fondo de Cultura Económica-, bajo la dirección de Marcelo Mellado.

Volviendo a México, ha habido otras notables y recientes adaptaciones de material literario, como la que la compañía Gorguz Teatro de Monterrey hizo de la novela de David Toscana, El ejército iluminado, dirigida por Alberto Ontiveros, que en la Ciudad de México tuvo exitosas temporadas en los Teatros Helénico y Sergio Magaña; también de Ontiveros y Gorguz es la versión escénica de la crónica de Diego Enrique Osorno, Un vaquero cruza la frontera en silencio, que tuvo diversas presentaciones en festivales teatrales.

También destacada es la escenificación que la compañía Teatro Deamentis de Ciudad Juárez presentó de la novela Hacia las luces del norte de Ángel Valenzuela, bajo la dirección de Alan Posada, en foros independientes de la ciudad chihuahuense; ojalá podamos verla pronto en estos lares. Y aunque ya fue hace algunos años, en su momento resultó importante el montaje que Martín Acosta hizo con la Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana de la gran novela de Jorge Ibargüengoitia, Las muertas.

En otros momentos de esta década, en un formato más comercial, Jorge Ortiz de Pinedo produjo el montaje de La Dalia Negra de James Ellroy, mientras que Susana Alexander puso en escena el entrañable memoir de Joan Didion, El año del pensamiento mágico.

En distintas partes del mundo, sin ser México la excepción, más de una productora o compañía teatral se ha aventurado a escenificar novelas o relatos de celebridades literarias como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Isabel Allende. A propósito de estos autores, en México es legendario el montaje que en la década de los ochenta hizo el cineasta Arturo Ripstein de la dramaturgia que el propio Manuel Puig realizó de su novela emblemática El beso de la mujer araña.

Volviendo al actual ámbito independiente, merece destacarse la propuesta de la compañía Soy Pájaro, que adaptó los cuentos del libro Nenitas de la narradora mexicana afincada en Estados Unidos, Sylvia Aguilar Zeleny para ser interpretados por un ensamble de adultos mayores que tras jubilarse incursionaron en las artes escénicas -en un taller de teatro del Centro Cultural Universitario de Tlatelolco-, dirigidos por Josafat Aguilar, con presentaciones en el Teatro Sergio Magaña y en el Museo del Chopo.

El teatro es literatura, obviamente, pero cuando la literatura, en su forma de novela, cuento, ensayo, crónica o memoir, salta del papel hacia las tablas y las luces, ambas literaturas se renuevan al fusionarse y se confieren nuevas herramientas, nuevos formatos e hibridaciones: nuevos diálogos que, si se les sabe leer y escuchar en sus correspondientes trincheras, harán que lectores y públicos puedan vivir una experiencia realmente expandida y gozosa que fomente la visita al teatro a través de la lectura y, por supuesto, la lectura a partir de la asistencia al teatro.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cortesía Producción y FB magnificoentertainment

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