Es poco probable que el público asiduo al teatro y, sobre todo, a los musicales, no se haya enterado de la noticia: ¡Daniela, Dulce, Yuri y Lupita están de vuelta! Con nuevos vestuarios, nuevas luces y elementos, las cuatro mujeres atrapadas desde hace más de diez años en la década de los ochenta han regresado a reunirse en el escenario para cantarle al hombre que les tocó amar, es decir, el mismo hombre: Emmanuel. Han vuelto, sí, pero a lo mejor nunca se fueron: tal vez quien acude a verlas al Teatro Aldama, a pesar de los múltiples cambios, sabe que aunque sus voces, figuras y formatos cambien, ellas siguen enfrentándose a la mentira con la misma herramienta: las canciones de rompe y rasga que marcaron una época y para hacerlo, pueden o no hacerlo desde una obra de teatro.

Gestado en un sencillo taller de creación en el que participaron Natalia Sosa, Paola Gómez, María Filippini, Pía Aun, Mauricio Salas y Gabriela Steck, el musical ideado, escrito y dirigido por José Manuel López Velarde es recibido actualmente como un fenómeno del teatro en México, aunque en un país en el que prevalece la división en los temas teatrales, podría ser delicado afirmarlo.

Empero, lo cierto es que Mentiras El Musical llega a su nueva etapa precedida por un exitoso primer ciclo en el que demostró que, por medio de referentes bien plantados de la cultura popular mexicana, desde el teatro y la música era posible innovar, renovar, convocar, satisfacer, resignificar y trascender, aunque, paradójicamente, para ello se valieran de materiales ya bastante conocidos.

Lo que López Velarde concibió a partir de -lo ha declarado en varias ocasiones- eventos personalísimos, se fue convirtiendo en algo que atañe a todos, o al menos casi a todos los que presenciaban la obra. Más que de amor, Mentiras -el título lo deja muy en claro- es una historia de traición, infidelidad, venganza y, al final del día, sororidad e identidad. Y es una historia de nostalgia por una época vivida… o no.

La actriz y productora Alejandra N. Ramos no importa si tiene oportunidad o no para ir al teatro y ver la obra. Le basta, en los días pesados de trámites y papeleos de oficina, con ir a algún reproductor digital y dar clic en el disco con el soundtrack de la obra para que ella y su entorno se transformen y empiece la fiesta, a través de las letras despechadas y truculentas de las canciones:

Hoy no me puedo levantar inició esta tendencia: se dieron cuenta que podíamos vivir de la añoranza, que ésta es ahora un gran mercado, que la música nos lleva a esos espacios y que se pueden enganchar a dos públicos: al que vivió esa época, que se siente comprometido con esas memorias y a una nueva generación, a través de una historia sencilla que puede ser bastante entendida hoy en día. Lo hizo muy bien Nacho Cano y lo hace muy bien López Velarde, porque recurrió a lo que en México nos gusta, a lo que sentimos que es muy nuestro; eso hace que todos nos identifiquemos con cada momento de la obra.”

Y eso que tanto nos gusta es el azote. Y si hay una representación del azote mexicano, esas son las baladas pop de los años ochenta interpretadas por vocalistas que entre la dulzura y la fiereza marcaron la pauta de lo que sería esa década dentro del imaginario colectivo.

Frases lapidarias como “con el corazón destrozado y el rostro mojado soy tan desdichada, quisiera morirme…”, “te estás pasando, si ella supiera cómo te estuve besando, yo le dijera que tu me estuviste amando…”, o “amor mío déjala, qué puede tener ella que no tenga yo, qué puede darte ella, dímelo…”, “coqueta siempre tras él, siempre tras él, noche y día, gata en celo tras él, siempre tras él, igual que una sombra…” o “hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo, que mi cuerpo no tiembla de ganas al verte encendido…” son himnos de bravura que, desde el discurso de López Velarde enunciado por cuatro mujeres heridas en su orgullo, conmovió a un público muy específico.

Ro Banda, activista LGBT y creador escénico, lo resume así: “Mentiras le debe mucho de su impacto a cómo estaba articulado el texto en su momento, pues desde su intimidad y su mediano formato lo que hacía era apelar a todas las bromas que per se los jotos ya hacíamos con la cultura de los ochenta, con esas canciones que tomábamos de mofa, porque de pronto la D’Alessio o Manoella Torres eran vistas como algo muy kitsch -tal vez Yuri y Daniela se salvaban-, entonces cuando Mentiras lo retoma así, como algo kitsch, y además coincide con que una artista muy amada por la comunidad como María José estaba haciendo un disco con canciones de esa época, todo se juntó e hizo que se hiciera este madrazo que es ahora”.

No es gratuito. La producción, que durante 12 años estuvo a cargo de Morris Gilbert y OCESA, supo cómo consentir a su público, darle de más y, aún así, hacerle querer más. Elenco rotativo -que incluyó a las más diversas figuras consagradas y emergentes del teatro musical-, disco con el elenco original, concierto y disco con orquesta sinfónica y elenco multiestelar, disco con las pistas para cantarla en casa, concierto de aniversario en el Auditorio Nacional, funciones especiales de homenaje en vivo a figuras como Angélica María, Julissa, Daniela Romo, Rocío Banquells, Yuri, María del Sol, Dulce, Flans y Pandora, entre otras.

Antes de la pandemia, funciones con karaoke, durante la pandemia, presentaciones en streaming. Y, por supuesto, el sueño para cualquier fan de un musical: ver, en la misma función, a cuatro o cinco artistas interpretando el mismo personaje: los cocteles.

Como fenómeno, yo lo he disfrutado cada vez que voy. El que haya karaoke o cuando han estado ahí las Danielas cantando y aplaudiendo, me rebasa un poco, yo soy más de que me dejen ver la obra y ya, pero es totalmente entendible: obedece a estas nuevas formas de acercamiento con las comunidades, con los chavos y con la gente que quiere participar y sentirse incluida”, confiesa Alejandra.

Uno de los primeros indicios de la ruptura que devino en el actual cambio de producción, se vivió en el marco de la irrupción en 2018 de Grupo Mentiras, un proyecto alterno a la obra de teatro, que consiste en el concierto de un grupo musical integrado por los cuatro personajes, cantados con franca excelencia por Paola Gómez, Paloma Cordero, Lorena Vignau y Georgina Levin.

El concepto, creado y producido por López Velarde, tuvo sendas presentaciones, demostrando que Mentiras podía ir más allá de su montaje teatral y que si algo lo sustenta, es la música. Al mismo tiempo, la puesta en escena daba funciones y eso hizo notar que algo pasaba entre Gilbert y López Velarde, quien durante los más de diez años de temporada cedió su concepto de dirección para que otros directores residentes como Quecho Muñoz y Rafa Maza se hicieran cargo.

Mentiras es de los primeros musicales de creación mexicana que le dan al punto, por no decir que el único. Algo que me gustaba era esta resignificación del espacio -que es algo que se puede ver ya en Mamma Mía-, desde estas historias sobre la mujer dolida pero empoderada, que no nos habíamos dado cuenta que también iba para ese lado. Pero también va hacia la jotería que nos encanta, el desde lo femenino sentirnos como estrellas, fabulosos. En esta nueva versión, las dos canciones nuevas, como “No soy una señora”, ya se han retomado por otras artistas y nos encantan a los jotos, porque es sentirnos empoderados desde lo homo y desde lo trans”, considera Ro.

Y, sí, la última sorpresa de Mentiras -que ahora es toda una marca registrada que alberga los distintos conceptos desarrollados- es MentiDrags, una versión del musical interpretada por los actores y cantantes Fher Soberanes, Iker Madrid, Josué Anuar y Rogelio Suárez. Aunque generó molestia por parte de ciertos sectores -pues no se trata de drags verdaderas-, la propuesta triunfó porque, a decir de Banda, “es la esencia de lo que para los jotos significa ver Mentiras”.

Si bien puede ser cuestionable que el mayor éxito del teatro musical mexicano estribe en una obra sin canciones originales, sustentada en una pléyade de referentes televisivos y estructurada como cualquier telenovela de los ochenta que se respete -pero hay que decir que es deliciosa la manera en que se enuncian esas referencias-, lo cierto es que más allá de lo que se ve sobre el escenario, está lo que sucede en las butacas. Más allá de los aplausos, de los gritos, de los coros a voz en cuello, está la apropiación de un discurso y la resignificación de sus elementos.

La obra le da la vuelta y le da un nuevo sentido a las mismas canciones que para mí son las canciones que le gustan a mi madre, que para ella representaban a la mujer entre sumisa y poderosa, entre el amor incondicional y romántico y la rebeldía de quien empieza a sentir celos y traiciones, muy aparte del solo ser madre. Pero veo cómo mi hija de 22 años, recontextualiza y resignifica completamente esas canciones desde la comunidad LGBTQ+”, puntualiza Alejandra, quien aunque no se considera particularmente representada por esas canciones icónicas, está lista para adentrarse en los castillos y escuchar, una vez más, el musical de principio a fin…

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cartelera de Teatro y Cortesía OCESA

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