Por Ro Tierno/ La actriz y cantante venezolana se pone en la piel de Édith Piaf y rinde homenaje a este ícono de la música francesa del siglo XX. Hablamos con ella antes de su despedida de la Cdmx y de su viaje para la presentación en Madrid.

Ya a punto de finalizar la temporada en el Gran Teatro Moliére, el monólogo musical Piaf, voz y delirio, va dejando huella y hasta el momento es aclamado por la crítica y el público. Luego de una exitosa temporada en Miami, esta producción venezolana original que estrenó mundialmente el año pasado en Caracas, Venezuela, sigue sus presentaciones en México y rinde culto a una de las figuras más emblemáticas y queridas de la música del siglo XX.

La mayoría ya conoce a Édith Piaf, al menos su nombre. Esa cantante arrabalera, de vida trágica, con una voz única que marcó con su fonética su sello personal e inconfundible. Nació en la calles de París antes de la Primera Guerra Mundial, y de allí su cuidado y educación estuvo a cargo de las personas que la fueron apadrinando: su abuela materna, su padre, su abuela paterna, todos personajes de los suburbios parisinos, de los bares y el cabaret. Fue su padre quien la hizo cantar por primera vez en las calles, expresando su talento que por suerte no abandó jamás.

“Lo que más me sorprende es que ella vivió momentos de dolor extremo, perdió gente cercana que amó con toda su alma. La única manera de drenar ese dolor era cantando, subiéndose al escenario, nunca canceló un concierto por sentirse mal emocionalmente, al contrario, eso la salvaba, entonces me maravilla como convirtió tanto desasosiego y desamor en música, arte, belleza y legado para el mundo, eso es lo que más me impresiona a mí como artista y creadora”, expresó la actriz y cantante Mariaca Semprún.

Mientras hablamos de la vida de Piaf sentadas en el bar del Gran Teatro Moliére, surge el tema entorno a Venezuela, y la voz de Mariaca se vuelve más baja, más triste. “El estreno fue en Caracas, y es muy curioso porque en paralelo a lo que ocurrió con Piaf, nació una obra en un país en completa crisis donde todo se está derrumbando y viniendo abajo, y esta obra decide pelear contra la corriente y presentar al público algo a nivel Broadway. Yo estaba por salir del país y quería que esto fuera mi despedida por un rato, por todo lo alto, y que la gente recuerde que fue lo último que hice ahí. Efectivamente lo logramos, tuvimos dos temporadas muy exitosas, la gente no podía creer lo que estaba viendo, se reconciliaban incluso con la venezolanidad porque decían ‘es posible seguir haciendo cosas’, a pesar de lo que nos embarga”.

Piaf, voz y delirio, es una producción enteramente venezolana. Anteriormente Mariaca había interpretado otro musical, La Lupe, la Reina del Desamor, sobre la vida y obra de la cantante cubana que, al igual que Piaf, tuvo una vida compleja y tormentosa. A pesar de la desconfianza para enfrentar el francés y la pronunciación particular de la cantante francesa, salieron adelante con esta nueva producción en la cual Mariaca no sólo es intérprete sino que encabezó el proyecto, proponiendo al director musical y llamando al escritor Leonardo Padrón para que hiciera el guion. Un año completo de trabajo en equipo antes de llegar al estreno.

“Si quieres emular a Piaf, no hay forma de cantarla que no sea en francés, porque tiene que ver con la erre gutural que ella usaba que era un sello, si la cantas en otro idioma no va a ser así. Llegar a ella fue un proceso muy lento, escucharla sin parar, pero todo vino estudiando el idioma y su fonética, ya la voz se iba grabando en mi cerebro. Estaba en completo silencio y me venía la voz de ella, mi garganta ya se acomodaba de a poco, se iba adaptando. Es un proceso que hice sola, afortunadamente vengo de una formación del canto lírico donde la técnica la manejo bien”, expresó.

Si bien la actriz conocía a Piaf, (y recuerda de pequeña escuchar una canción francesa y saber que “esa voz femenina era Édith Piaf”), no tenía entero conocimiento de su vida y obra, por lo que fue un proceso no solo físico, sino también de formación e investigación. Para ello, leyó cuatro biografías completas, que “se contradicen entre sí en algunas cosas”, y vio todos los videos existentes en YouTube sobre la cantante. “Hay que trabajar de la manera más digna y respetuosa, porque meterse en los zapatos de quien todavía es un emblema mundial es difícil, pero bueno, se le rindió culto trabajando, pareciéndome a ella, usando pequeños detalles de su cotidianidad, no solo físicamente, en los vestidos que usaba o la forma de hablar, sino entender todo su contexto socio político”.

Para subirse al escenario, Mariaca realiza todo un proceso de transformación física que le lleva tres horas. Aprendió la técnica con el maquillador y estilista Gustavo Santos, “descubrí que ese proceso me ayudaba a entrar en el personaje, a alinearme, y ahora lo hago yo porque me gusta”, cuenta y explica que el cambio es completo, desde la base del color de piel, las uñas, el pelo (con pelucas hechas especialmente para el musical), el vestuario, etc. Realmente ver al personaje Piaf es un desconcierto, Mariaca desaparece totalmente.

Interpretar a un ícono no es tarea fácil, no sólo por lo que involucra una producción, sino además porque la expectativa y el compromiso con el público es mayor. Pocos perdonamos una mala actuación de nuestro ídolo, así como en el caso contrario llega la total admiración por el actor o actriz que le dio vida. Lo cierto es que es un riesgo e implica valentía, y al parecer arriesgar por Piaf le confió a Mariaca Semprún uno de mayores desafíos y quizá reconocimientos de su carrera.

No se preocupen por el idioma, porque si bien es probable que la mayoría no entienda una sola palabra de las canciones, la obra está montada para que sepamos qué va ocurriendo conforme a lo que va diciendo, y así entremos en el mood sin ningún problema. Además es Édith Piaf, no hay barreras que nos alejen de la emotividad y la empatía que esta cantante supo conseguir.

Para boletos e información sobre esta obra aquí.

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