Por Mariana Mijares, Fotos: Cortesía PinPoint/“La lástima no es empatía”, explica Jerry Velázquez, quien interpreta a ‘Brako’, un joven que está atado a una silla de ruedas y que está por festejar su cumpleaños número 25, evento al que acudirá gran parte de su familia.

Con esta premisa, y luego de una breve temporada en 2017, Mi hijo solo camina más lento regresa con un elenco entre los que se encuentran Concepción Márquez, Pedro Mira, Anahí Allue, Ana González Bello, Aída Del Rio, Lourdes Del Río y ahora con Montserrat Marañón como protagonista y la adición de Angélica Bauter (alternando funciones).

Platicamos con los actores, y el director Diego del Río, sobre la obra que se presenta los martes en La Teatrería y que nos hace pensar en nuestra dinámica familiar, y cómo solemos consider al otro.

Diego, ¿por qué se decidió reponer este montaje?

Diego: Fue tan breve la temporada anterior, que un poco el sentimiento de todo el grupo era el deseo profundo de que la obra tuviera más vida. Además, sucedió de una manera muy cooperativa, colectiva, en donde fue, literalmente, por la voluntad de todos los integrantes que sucediera el proyecto.

Con el apoyo y la producción de La Teatrería -y ahora aplicamos al Efiteatro-, finalmente tenemos la posibilidad de tener una temporada de 10 funciones. Creo que nos quedamos picados, y en los dos años que transcurrieron; no sabíamos cuándo, pero teníamos la certeza de que Mi hijo solo camina un poco más lento iba a volver a la cartelera, por el deseo de regresar con este material y con este grupo.

¿Por qué crees que la obra logra conectar tanto con la audiencia?

Diego: Hace un momento Anahí mencionaba que al final de las funciones el público platicaba de sus propias familias; de lo que frente al reflejo de lo que veían en escena, los conectaba sobre sus relaciones, sus afectos, sus abuelos, sus papás, sus hijos, etc. Y yo creo que ahí, cuando se da ese puente de realidad, es cuando el teatro más vale la pena.

Esta es una obra muy bella, una dramaturgia muy sutil, muy compleja; parece muy simple pero en realidad está cargada de capas. Habla de cosas que nos tocan a todos, y es increíble que una obra escrita en Croacia sea tan cercana a nosotros, pero las familias son familias en cualquier lugar del mundo. Los sentimientos son humanos y son universales. Un poco, nosotros nos fuimos encontrando con eso, con esa identificación personal y profunda frente a este texto con nuestra propia realidad mexicana.

Jerry, eres uno de los protagonistas de Casi normales -con Diego que la dirige-, ¿cómo has coordinado ambos trabajos que tienen un hilo conductor: la empatía?

Jerry: Creo que con el amor de hacer teatro y de contar historias increíbles, uno ve cómo se hace bolas, y en un momento en el que tal vez podrías haber estado descansando, si hay que ensayar o dar función, cuando es algo que te apasiona y un texto hermoso, con un gran director, y con compañeros admirables, se vuelve un placer.

Hablaste de temas en común entre Casi normales y Mi hijo sólo camina un poco más lento y creo que a mí lo que me dejan es que la lástima no es empatía. Para poder ver realmente al otro, y poder conectar con el dolor ajeno, uno tiene que salirse de su propia cabeza. Creo que eso nos ayuda más como sociedad.

Anahí, Aída, ¿qué es lo que más les gusta de esta obra y qué expectativas tienen de esta nueva temporada?

Anahí: Pues, como decía Diego, esta obra despeja mucho. La respuesta de la gente, salen muy conmovidos. Yo creo que cuando hay un buen texto, hay un buen trabajo de cada uno de dónde le toca estar y contar.

Cuando la gente se va diferente a como entró, esa es la misión de un actor, que se vaya diferente, con algo que le haya tocado profundamente.Esta obra, como decían, todos teníamos sed de volver a hacerla y contarla después de 2 años. Todos hemos cambiado, han pasado cosas en la vida de todos. Yo no soy la misma Anahí de hace 2 años, entonces, tengo la disposición de seguir buscando. Es un reto hermoso tener la posibilidad de que cada función sea diferente y única.

Aída: Sí, lo mismo que dijo Anahí. Yo recuerdo mucho una función que vino un chavo que estaba en silla de ruedas y que no dejaba de llorar, y una persona que iba con él, un familiar, como que lo volteaba a ver y le decía: ‘¿ves? sí se puede que salgas adelante, sí se puede que vivas’. Y el chavo lloraba. Para mí eso fue increíble porque este chavo nos compartió que era la primera vez que salía desde que había tenido un accidente.

La gente que no está cerca de alguien discapacitado también se conecta con esta familia, la gente salía y nos decía: ‘Ay, así tengo una tía’, o ‘esa es mi abuela’ o ‘yo me siento como esta persona’. Hay algo muy bonito en la obra que es tan íntimo; la relación de los personajes, y la familia es tan… finalmente todos se aman y eso es lo que los une. Es imposible que el público no vea algo; a su papá o a su mamá, o a sus hermanos, o a quien sea, reflejado ahí, o a ellos mismos.

Aída, ¿qué hace para ti especial este proyecto?

Hay muchas razones por las que lo amo. En primer lugar porque me encanta trabajar con mis hermanos, y eso es algo que nunca había sucedido, y luego, trabajar con este equipo increíble del que he aprendido tanto, me llena profundamente. Poder trabajar con amigos, con gente que no conocía y que ya se volvieron cercanos a mí, aprender tanto. Es un proyecto que tiene cosas increíbles.

Y lo mismo que Anahí, me siento otra persona absolutamente diferente que hace 2 años, como actriz estoy en otro lugar también. Me emociona profundamente buscar a ‘Doris’ desde otro lugar.

Pedro, Concepción, ¿nos podrían hablar justamente del núcleo de esta obra: la familia? Como decían sus compañeras, seguramente muchas personas se verán identificados en algún personaje…

Pedro: Igual que a los compañeros, la obra me vuelve a resultar atractiva porque habla de un mundo de sombras y de luces que tenemos todos en la vida y las cuales aceptamos o no aceptamos, y con eso, consecuentemente, accionamos.

Es una obra que habla del amor, y cómo cada uno ama y puede amar en el momento que tiene, y a veces no puede más, porque no lo ve. Tenemos como un crisol de colores, de personajes, que está en la problemática de la incapacidad del protagonista de poder caminar. Y hay otras problemáticas: la de la abuela, del abuelo, todas son una serie de problemáticas y quedaba un poquito en la reflexión.

Se refleja la problemática de fuera y cómo se vive de dentro. Como decía Diego, son capas de cebolla. Aparentemente son sencillas las escenas, pero está el afuera, el adentro; el aceptar, el no aceptar; el ver, el no ver. A mí me está dando mucha enseñanza, a veces estás muy enojado con una persona, cuando lo que te enoja es la situación. Creo que la obra tiene eso también: cuando ubicas que es la situación, el amor se detona de otra manera y se da un crecimiento personal. En fin, la obra habla mucho y estoy contento de que vuelva a hablar con nosotros.

Concepción: El ser la abuela de esta familia hermosa, con tantos contrastes, es algo muy bello, muy profundo, porque es un privilegio poder estar en una familia donde está un abuelo, una abuela, los nietos, las hijas, los yernos, los amigos, las amigas, y donde transcurre la vida con circunstancias especiales en las que el amor es el que va a hacer su trabajo, el que nos va a ayudar a superarlo, a estar más completos cada día, aprendiendo de cada uno de los personajes; especialmente de Branko. Su fortaleza, su valor, su empuje que le da la juventud y que le da su salud interior. Es un personaje bellísimo, yo lo amo; yo Concepción y yo ‘Ana’, las dos.

¿Le hace pensar en su propia familia?

Concepción: Por supuesto que sí. A veces, la incapacidad de un hijo no es nada más física, o la propia incapacidad. Por Dios, sal, haz algo con tu vida, muévete, haz algo.

Yo estoy muy feliz de que la obra se vaya a reponer porque creo que la vio muy poca gente. Es una obra que debe ver más público porque vimos la respuesta; a la gente contenta, conmovida, emocionada, que se va reflexionando.
Un amigo me decía: ‘es que así era mi madre, mi hermano’, tiene un hermano con parálisis, y así era, decía que la obra era una fotografía. Mueve corazones, mueve sentimientos, y qué bueno que llegue a un público más grande. Entre más veces la representemos, seguramente encontraré más cosas, y que anhelo encontrar para que el personaje pueda tener más vida y proyectar mejor.

Lourdes, ¿Cómo ha sido trabajar con tu hermano Diego de nueva cuenta? ¿Sientes que contigo es más ‘sutil’ o te trata igual que a los demás?

Lourdes: Igual que como dijo Aída, porque lo hemos platicado, ha sido increíble, este es el primer proyecto donde trabajamos los tres y pues es muy padre trabajar con el director Diego del Río. Es un director súper sensible, amable, y súper bondadoso, que te ve como individuo y te dirige a ti. Y luego ve al otro, y a él lo dirige con sus necesidades, con lo que cada uno necesita; siempre desde una manera muy amorosa, paciente. Es increíble trabajar con un director así, y que sea mi hermano también es increíble; hemos podido diferenciarlo muy bien, tener las dos relaciones: cuando es momento de trabajar, o cuando es momento de ser hermanos y divertirnos.

Es una obra hecha entre amigos, literalmente, una obra muy íntima, no solo íntima por la historia, la verdad, y las relaciones, sino como actores ha sido muy íntimo el vínculo y el lazo. Y que Aída y Diego sean mis hermanos es igual de padre que trabajar con Conchita -que es tan cercana a mí y que la quiero y admiro tanto- o con Ana y con Angie, con quienes me divierto tanto.

Concepción: Quiero decir que Diego no es mi hermano, pero es mi amigo; y no es nada más mi amigo, es amigo de cada uno de nosotros. El amor con el que trata a sus actores es un gran estímulo, yo jamás podría decirle a Diego no, nunca; lo que él diga lo haré incondicionalmente porque admiro mucho su sensibilidad, su talento, y justamente, el calor con el que cobija a sus actores.

Ana, hemos hablado de la familia pero tu personaje representa el amor; háblanos sobre este componente adicional de la obra…

Ana: Pues a mí me emociona mucho volverá hacer esta obra porque ‘Sara’ es uno de los personajes que más he disfrutado. No se trata de que no tenga miedo, sino que está dispuesta a enfrentar ese miedo a querer o a ser rechazada.

Hace rato escuchaba una frase que me gusta mucho: que todo el mundo es muy flojo y nadie quiere enamorarse, y yo sí quiero enamorarme, y sí, puede que te rompan el corazón, o que te aburras de mí, pero quiero hacerlo. Sara quiere enamorarse con todo su ser y eso me parece maravilloso, me encanta, es un personaje conmovedor, y también cómico, y triste, y es esperanzador; todos esos elementos están en la obra y por eso tuvimos tanto éxito con el público.

El amor se refleja en la obra en todos lados; el amor inmenso que siente la mamá por Branko; el amor entre hermanos, que puede que se haya perdido; y quizá también el amor de pareja. Finalmente ahí está y es cosa de tratar de rescatarlo. Creo que eso hacen los personajes de esta obra: tratar de rescatar las cosas que han perdido, y tratar de vivir a través del dolor; o sea lo que hacemos todos, y creo que por eso es una obra con la que la gente se identifica.

Diego, ¿nos podrías hablar de tu nuevo equipo? De Montserrat y Angélica…

Diego: Se integran a esta familia dos actrices: Angélica Bauter, que alterna el personaje de ‘Sara’ con Ana González Bello, y Montserrat Marañón, que no pudo estar aquí porque tiene una gripa que ojalá no sea muy grave. Antes de empezar la temporada hicimos unas fotos; en realidad el objetivo, además de tener fotos, tenía que ver con construir e ir integrando a estos nuevos elementos, y sucedió de una manera muy orgánica y muy fluida en el juego de la ficción y en el juego de la improvisación.

Con Angie esta es la segunda vez que trabajo, la primera experiencia fue en Tribus, y además hemos trabajados en otros proyectos; ella fue mi asistente en la primera obra de teatro que dirigí.

Y con Montse es la segunda vez, después de Buenas personas. Es una actriz preciosa, con una sensibilidad increíble, y con una simpleza -y simpleza no lo digo como un calificativo despectivo sino al contrario-. Montse es una actriz que tiene una capacidad y una cualidad muy admirable de entrar al mundo de la ficción; de generar esos vínculos con mucha realidad. Es una actriz que alcanza un tono de mucho realismo. Y por otro lado, también es un reto muy padre porque es un tono que Montse muchas veces no trabaja en el teatro, y entonces ella -y la cito porque nos lo compartió- hablaba de eso, de las ganas que tiene de hacer esta obra porque se siente muy emocionada de poder colorear con esa gama que ella tiene en su actoralidad, y que en el teatro -como es tan extraordinaria en la comedia- pues muchas veces no explora. Esta es una obra que tiene que ver con los actores, que tiene que ver con estos cuerpos, estas voces, y con estos corazones, entendiendo y habitando esta ficción.

Yo creo que lo padre de volver a hacer una obra es que nunca la vas a repetir igualita. El teatro en realidad nunca se repite, se vuelve a transitar. Poder hacerla después de 2 años, como decía Anahí, es la posibilidad de jugar diferente; no como una ocurrencia, sino para no dejar pendientes; porque hay una necesidad de buscarle por otro lado, y por llegar más abajo. Yo quisiera como director de esta obra, que esta vez sea más crudo en el sentido más humano, y en el sentido más sencillo de la realidad de estos personajes.

Y finalmente, Diego, me parece interesante que hayas elegido Casi normales y Mi hijo sólo camina un poco más lento, temáticas que de verdad contribuyen a la sociedad y que reflejan universos de enfermedad/discapacidad importantes que motivan a una reflexión…

Diego: Pienso que hay gente que necesita el teatro, y necesita estas historias para reconocerse, y que también, es verdad, hay mucha gente que no va al teatro y que tal vez no conoce lo que el teatro les haría. Y ojalá, que uno, diez, cien, en estas funciones puedan acompañarnos y puedan encontrase en los ojos de estos personajes, de estos actores.

Porque lo padre del teatro es que no se repite, que se está muriendo cuando está empezando, y esa es su belleza efímera, y el entender el encuentro -también para el público- es muy adictivo. A mí como público me gusta presenciar eso, nadie más que los que estamos ahí lo vamos a ver, y nadie de mi ángulo porque solo yo tengo esa butaca. Ojalá que la gente que venga a ver la obra la recomiende, o quiera regresar, o quiera ir a ver más obras; es lo que siempre pienso, que si la función sucede tal vez esta gente quiera volver al teatro.

Cuando hacíamos Wit, decíamos en la concentración -y a veces lo he repetido, porque me gusta pensarlo- que puede ser la primera vez de alguien en el teatro o quizá la última; y si fuera la última, me gustaría que en la última función que yo vea como espectador, los actores hayan dado la vida entera. Ojalá falte mucho para esa última función, pero en lo que a nosotros nos compete, pues por lo menos habrá que intentarlo…

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