El día de hoy se cumplen 50 años de la muerte de Salvador Novo. Poeta, ensayista, dramaturgo, director escénico y cronista, una figura trascendente en la cultura de México en el siglo XX. Fue parte del grupo “Los contemporáneos”, al lado nombres como Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y Jorge Cuesta. Gana el Premio Nacional de Literatura en 1967.

Con una curiosidad y talento profundos, Novo igual fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua que publicista en la agencia que al lado de Augusto Elías fundó en 1944. También ocupó cargos públicos como la jefatura de departamento editorial en la Secretaría de Educación Pública y jefe de Departamento de Teatro en el INBA.

Escribió 12 obras de teatro, más de 20 libros de poesía y un sinnúmero de crónicas, ensayo y libros de historia. En teatro se destacan La señorita Remington, su aptación de Don Quijote de la Mancha, El espejo encantado, A ocho columnas, La culta dama y su versión de Edipo Rey de Sófocles, que llamo Yocasta o casi. Entre sus poesía más destacada se encuentran Nuevo amor, Espejo, Seamen Rhymes, Décimas en el mar, Romance de Angelillo y Adela, Poemas proletarios, Never ever, Un poema, Poesías escogidas, Dueño mío. Cuatro sonetos inéditos, Decimos: Nuestra tierra, Florido laude, Dieciocho sonetos, Sátira  y Poesía

Fue “un espíritu polifacético, irreverente, divertido, muy polémico y siempre muy provocador”, nos dice el director, actor y dramaturgo Fernando Bonilla.

Fernando Bonilla ha dirigido obras como El cojo de Inishmaan, El corrido del Rey Lear y a Ocho columnas, entre otras, (las tres obras han sido seleccionadas en los Premios del Público Cartelera de Teatro en distintas ediciones). Precisamente A ocho columnas la escribió y dirigió Salvador Novo en 1956, y Fernando la adaptó y dirigió en 2018. El director agrega: “Novo es un hombre apasionado por la vida y se nota en toda su obra”.

En este sentido, nos explica que una de sus más brillantes facetas es la crónica. A través de ella, dice, rescató muchas áreas de la identidad mexicana. En sus textos abarcó temas que pasan por la gastronomía, las calles y la conformación de la Ciudad de México.

Se trata de un autor mordaz, venenoso y profundamente divertido, considera Fernando Bonilla. “Muchas veces puedes no estar de acuerdo con él, pero es interesantísimo de leer. Es un tipo tan apasionado”, narra Fernando al hablar de sus controversias con el tristemente célebre periodista Carlos Denegri o con el muralista mexicano Diego Rivera. Sobre el primero escribió la obra A ocho columnas y sobre el segundo el poema La diegada.

Agrega que, además, Salvador Novo dejó como gestor un legado monumental. El cronista, explica Bonilla, “ayudó a configurar muchas de las instituciones artísticas del país, incluso alentando al teatro independiente en La Capilla”.

Actualmente, el autor de La estatua de sal no tiene el alcance que merecería. Para Bonilla es sorprendente que hoy Novo parezca ajeno. Reflexiona que sorprende “la mala memoria que tenemos [ …] como mexicanos primero, y como teatreros después, lo poco que se monta, lo poco que se estudia, lo poco que se lee”. Esto, destaca, es “paradójico, porque precisamente una de sus virtudes era proteger, glosar, conservar nuestra memoria colectiva”.

Existe una deuda por parte del teatro mexicano y otras disciplinas artísticas, no solo con Salvador Novo, sino en general, considera Fernando Bonilla. Lo resume así: “Tenemos este vicio de tratar de reflejarnos en referentes europeos o estadounidenses; estudiamos muy poco, ya no digamos nuestra historia más antigua, sino las generaciones que directamente nos anteceden. Novo tendría que estudiarse, valorarse, discutirse, criticarse y editarse más”.

La obra de Novo es punzante, “era un autor erótico en muchísimos sentidos, en el amplio y más tradicional aspecto de la palabra. Era un hombre que tenía una enorme pulsión de vida”, refiere Fernando. Todo esto hace que Novo sea una “figura de gran calado”, el cual exploró direcciones muy diversas. “Todos los teatreros, reconociendo o ignorando eso, somos de alguna manera polvo de aquellos lodos”, destaca.

Una pregunta obligada a nuestro entrevistado fue “¿qué aprendiste al dirigir un texto de Novo?”. La respuesta es que le dio lecciones sobre referentes y tonos que el público mexicano digiere muy fácilmente. Esto, agrega, fue apasionante. “Es un autor que se concentró mucho, le dedicó mucho tiempo, a entender la compleja configuración social de México, creo que es algo que es muy claramente palpable en la mayoría de su obra”.

Finalmente, el también actor nos recomienda a todos adentrarnos en su obra. Para él se trata de un autor cercano, del cual recientemente terminó la lectura del libro Los paseos de la Ciudad de México, que habla de la historia de los espacios públicos en la Ciudad de México. En cuanto al teatro, nos confiesa Fernando Bonilla, que si se da la oportunidad en algún momento le encantaría dirigir El espejo encantado. Sobre este texto y su autor remata: “El espejo encantado, por ejemplo, es una obra espectacular, en fin, ¡que viva Novo!”.

 

Por Óscar Ramírez Maldonado. 

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