Que el teatro es literatura es algo que se sabe, aunque no siempre se tenga presente. Pero lo que no siempre se dice es que la literatura también puede ser todo un drama, o bien estar habitada por varios de sus elementos. Aunque la relación entre teatro y literatura siempre ha sido estrecha y se ha expresado de distintas formas a lo largo de la historia -obras literarias se han adaptado a la escena; novelistas, periodistas y poetas han incursionado con diversa fortuna en la dramaturgia o en la actuación. Algunos dramaturgos, actores y directores han sorprendido con novelas o poemarios, etc-, de un tiempo hacia acá esa relación se ha llevado a un límite en el que géneros como la poesía, la novela y el ensayo recurren al teatro como recurso, complemento y, mejor aún, elemento de fusión e hibridez.

En esta nueva década del siglo XXI hay notables ejemplos de ésta amalgama de géneros en los que la dramaturgia y la estructura teatral cobran un papel preponderante en la propuesta de los autores de estas obras que, por lo mismo, se convierten en artefactos literarios difíciles de clasificar en una sola categoría.

Tan solo como preámbulo hay que decir que un poema tan elogiado -por su calidad y pertinencia en el México de las desapariciones y asesinatos- como Antígona González de Sara Uribe -aparecido en 2012 en la editorial Sur+– tuvo su origen en el deseo de ser una escenificación teatral.

El 2020 además de traernos una pandemia mundial, nos trajo uno de los libros más celebrados, precisamente por esta fusión de géneros. Proyecto Manhattan de Elisa Díaz Castelo es un poema que habla sobre la creación de la bomba atómica, a través de las voces de los directa e indirectamente involucrados.

Para ello, la poeta, narradora y traductora mexicana recurre a una puesta en escena en la que las acotaciones son fundamentales para darle vida a los dueños de esas voces y, sobre todo, a las dueñas: ésta obra privilegia las voces de las mujeres que participaron en el acto. Publicada por Antílope, editorial especializada en narrativa, ensayo y poesía contemporáneas, el poema se desarrolla a través de monólogos en los que los personajes explican o evaden motivos, causas y consecuencias, llevando el poema a una altura dramática exquisita y digna de verse representada en algún escenario.

La segunda novela del periodista Hugo Roca Joglar, Puedo ver el futuro: hay un asesinato, es una narración sustentada en dos géneros: la crónica y la dramaturgia. Un hombre consigna la travesía literal e íntima que hace un hombre para refugiarse en la vieja casona familiar en Nepantla, Estado de México y la manera en la que se involucra con el grupo de teatro de la biblioteca local, convirtiéndose en dramaturgo y creando una obra de teatro sobre la vejez, el arte y la locura aterrizadas en un manicomio para bailarinas de la tercera edad.

Una crónica que incluye una completa obra de teatro -en la que Beckett, Pinter y Sarah Kane se sienten muy presentes- es lo que conforma esta novela de un autor que, como pocos, ha sabido romper moldes y tradiciones de los géneros-para muestra, sus crónicas compiladas en libros como Días de jengibre y El ajedrez es un juego tan siniestro y personal. La originalidad de este texto le hizo merecedor del Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero 2021 y desde 2022 está publicado por la Coordinación Nacional de Literatura del INBAL.

Ingrid Solana es una delicada ensayista cuyas inquietudes van más allá del género. Por ello, ya desde su novela Memorias tullidas del paraíso fusiona la narrativa con el ensayo y, para su siguiente proyecto, la también poeta presentó El teatro manifiesto, una fusión de ensayo, poesía y dramaturgia en la que a través de tres piezas aborda temas que aluden al presente de violencia, desplazamiento y fantasmas, pero también de sororidad, acompañamiento y luz.

A través de estas piezas, se logra lo que el título antoja: un manifiesto sobre una nueva forma de teatro y la eterna capacidad de éste para trascender sus propios límites y explotar no solamente sus procesos artísticos, sino los procesos políticos, sociales y culturales que acompaña o propicia.

Editado por Los Libros del Perro, sello especializado en narrativa, poesía, ensayo y crónica contemporáneas, éste libro es el primero que no lleva una etiqueta anunciando su género, como ocurre con el resto de las publicaciones. En las presentaciones de este libro han sucedido lecturas dramatizadas y performáticas que indican que todo está puesto para que éste material llegue, sin mucho problema, al escenario.

La propuesta más reciente es quizá la más radical de todas en su experimento, Momo en los infiernos, pues se trata de una obra de teatro cuyo tema es el gran drama de la edición literaria y se centra en los criterios que tiene un editor para elegir o rechazar los manuscritos que serán publicados en forma de libro y que permitirán que el escritor se ubique dentro -o afuera- de la compleja escena literaria local e internacional.

Escrita por el ensayista Guillermo Espinosa Estrada, la obra está publicada en la colección Editor del sello queretano Gris Tormenta, especializado en el ensayo contemporáneo y, en el caso de dicha colección, en libros que hablan sobre los propios libros.

A diferencia de los otros ejemplos, en los cuales se aluden situaciones de la historia y de la humanidad que en mayor o menor medida se han abordado en la dramaturgia nacional y universal, aquí estamos ante un asunto totalmente nuevo para la escena: el editor dialoga o monologa sobre sus razones para aprobar, rechazar, gestionar, publicar, hacer exitoso o no, un texto que busca convertirse en libro. Junto a él, hay un coro de mujeres, Las Benévolas, que no hacen más que enfatizar lo difícil que es ser alguien o lograr algo en un universo tan corrompido como el de los libros antes de llegar a los lectores. No sabemos si una escenificación de ésta obra sería un triunfo teatral, pero definitivamente lograría lo que logra la escena de la representación en Hamlet: incomodar a toda una corte.

Una de las características de éstas propuestas es que todas -a excepción de la de Roca Joglar, publicada por una editorial estatal-, son acogidas por editoriales independientes, casas pequeñas que apuestan en grande por temáticas y formatos distintos, que renuevan y refrescan tanto a la literatura como al teatro -que, no hay que olvidar, también es literatura-.

De hecho, es en propuestas como éstas en donde se percibe cierto interés de éstas editoriales por relacionarse de alguna manera con el teatro, el cual, por otro lado, sigue siendo el género que menos atención recibe por parte de aquellos sellos que no se dedican exclusivamente a publicarlo.

Estos libros, artefactos literarios y dramáticos y potenciales puestas en escena, no hacen más que recordarnos que la literatura y el teatro son expresiones capaces de ir más allá de sí mismas e ir hacia otras formas y fondos, hacia otros lectores para el teatro, hacia otros espectadores para la literatura. Y viceversa.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cortesía Editoriales

Proyecto Manhattan de Elisa Díaz Castelo, Antílope, 2020
Puedo ver el futuro: hay un asesinato de Hugo Roca Joglar, INBAL, 2022
El teatro manifiesto de Ingrid Solana, Los Libros del Perro, 2023
Momo en los infiernos de Guillermo Espinosa Estrada, Gris Tormenta, 2023
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