En este día, recordamos el triunfo de las fuerzas mexicanas sobre el ejército francés el 5 de mayo de 1862.

Para celebrar este triunfo, en aquel entonces, se llevaron a cabo una serie de funciones en el Teatro Nacional, con el propósito de recaudar fondos para los heridos en la batalla. Entre las representaciones que se realizaron se encontraban La libertad de la cadena y El tirano doméstico, creaciones de Juan A. Mateos y Vicente Riva Palacio, así como la ópera La Traviata y Un capricho y un modelo de Manuel Gutiérrez. Además, el triunfo en Puebla sirvió de inspiración para diversas obras teatrales, como El 5 de mayo de 1862 o el triunfo de las armas nacionales de José A. Cabrera y Rodríguez, Delirios de Saligny o el cerro de Guadalupe, también de Cabrera, y ¡A la guerra, mexicanos!, cuyo autor permanece desconocido.

Los dramaturgos mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX influyeron en los espectadores de aquella época y fueron parte del proceso de formación de una conciencia nacional. “Los autores dramáticos liberales contribuyeron a la construcción, en el imaginario colectivo, de la noción de una identidad, de una mexicanidad, de una nación y de sus héroes, como Ignacio Zaragoza”, señala Guillermina Fuentes Ibarra en su reseña del libro Los patriotas en escena (1862-1869), de Miguel Ángel Vásquez Meléndez.

Un dato histórico fascinante revela que en el período comprendido entre 1840 y 1860, años complejos y de efervescencia para nuestro país, la Ciudad de México fue testigo de la construcción de nuevos teatros como pocas veces se ha visto.

Con el crecimiento urbano, la necesidad de espacios para el teatro y la ópera era una necesidad. En 1841, el Teatro de Nuevo México alzó su telón por primera vez el 30 de mayo, en lo que hoy conocemos como la esquina del callejón de Dolores y Artículo 123. La obra inaugural, El torneo de Fernando Calderón, marcó el inicio de una era teatral en ese recinto. En 1844, el Gran Teatro Nacional abrió sus puertas, convirtiéndose en uno de los teatros con mayor capacidad de América Latina, con 2,248 localidades. Por su parte, el Teatro Iturbide se erigió el 3 de febrero de 1856, en lo que actualmente alberga la Cámara de Diputados de la Ciudad de México. Su debut teatral fue con la obra ¿Y por qué? de Pantaleón Tovar, el teatro tenía mil 899 localidades para el público.

Durante este período, estos teatros, junto con el Teatro Principal, fueron los recintos teatrales más importantes de la capital, ofreciendo temporadas de teatro y ópera tanto de artistas extranjeros como de compañías mexicanas. Estos espacios convivían con otros teatros de menor aforo y lugares donde se celebraban espectáculos populares.

 

Por Óscar Ramírez Maldonado. 

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