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El director y dramaturgo Hugo Arrevillaga inició este año con un ciclo de tres monólogos, titulado “Tres relámpagos”. El ciclo incluye Zombi que se presenta en el Foro La Gruta; Kyra, que finalizó temporada en el Teatro La Capilla; y Entre los rotos, que iniciará temporada en el Centro Cultural El Hormiguero. Nos dice en entrevista el director que son monólogos como “pequeños destellos que pretenden dejar una resonancia con su ficción y sus palabras”.

El dirigir un ciclo simultáneo de tres monólogos, nos explica Arrevillaga implicó un par de retos. El primero, nos dice, es muy evidente, “estar en tres lugares simultáneamente” y ensayar con tres equipos diferentes. Al respecto, destaca que gracias al nivel de organización precisa que se logró gracias al equipo de asistentes, creativos y repartos, esto se logró.

Para Hugo Arrevillaga hacer un monólogo es un reto siempre muy importante y desafiante. En este sentido, nos confiesa  que implica entrar en un nivel creativo con la actriz o actor muy profundo. Lo anterior debe lograr que el o la intérprete “haga una defensa de ese discurso, de ese relato y de ese personaje a ultranza, frente a cualquier obstáculo posible”. En este sentido, puntualiza: “Yo siempre les he dicho que me parece que alguien que se adentra a ese trabajo de hacer en soledad un relato en escena es un artista de alto rendimiento, no hay más”.

 

Trabajar con jóvenes un proceso muy satisfactorio

En estos tres monólogos, nos explica el director, trabaja con dos actrices y un actor que son jóvenes. Que si bien no son recién egresados, apenas empiezan a despuntar en sus carreras. Esto, nos explica, siempre es una virtud pero implica también un trabajo mucho más fuerte.

“Ha implicado en gran medida poder hacer que ellos se identifiquen dentro de toda la gama de posibilidades y de herramientas actorales que ellos, él y ellas, ya tienen ahorita en su radar, en sus manos, de manera creativa […] han ido descubriendo que es aquello que les ha funcionado, que los ha potenciado y las ha potenciado en escena, pero todavía no descubren muchas otras posibilidades”, reflexiona.

En este sentido, Arrevillaga destaca que es un proceso muy satisfactorio. “Eso para mí realmente es muy bello, poder ver la sorpresa del hallazgo, la manera en que de pronto se sorprenden ellas mismas o él mismo de ese lugar inhóspito al que lograron llegar”, confiesa.

 

¿Qué une a los tres monólogos?

El hilo conductor de las tres propuestas, nos dice Arrevillaga, es una necesidad muy grande de un personaje por resignificar su vida. Esto “no solo a través de la memoria sino la necesidad de recopilar esos pedazos rotos de la memoria”. Y agrega: “No solo eso, sino también ver hacia el futuro, en el caso de estos tres personajes, los tres, ellas dos y él, están con la mirada puesta en el horizonte”.

El también dramaturgo reflexiona que esto está relacionado con lo que vivimos en la pandemia. En aquel momento, señala, “fuimos viendo cómo íbamos perdiendo gente, cómo íbamos perdiendo gente muy cercana, muy querida, cómo también nos quedamos sin trabajo, cómo nos confrontamos con nosotros y nosotras mismas en soledad, en el encierro”. Ante esto: “Como director y dramaturgo, valía mucho la pena llevar a escena discursos donde los personajes tuvieran una gran sed de horizonte, una gran necesidad por mirar hacia el futuro, por abrir la ventana y salir volando”.

En el caso de estos tres personajes, de diferentes maneras están buscando resignificarse. Son personajes, nos dice Arrevillaga que están buscando replantear su identidad de acuerdo a las circunstancias que están viviendo. “Eso me parece realmente muy necesario para el espectador, o la espectadora, poder tomar, abrevar de la escena ese ímpetu de vida, esa necesidad de salir adelante, estas ganas de romper cualquier barrera”, agregó sobre el vivir el aquí y el ahora.

Para cerrar el tema, nos dice, parafraseando a un dramaturgo que admira, “la flecha inventa su blanco en el trayecto, no hay que premeditar mucho, hay que lanzar la flecha y la flecha va a encontrar su blanco en su trayecto. Intento que eso sea el discurso que subyace en estas tres dramaturgias”.

 

¿Qué es Zombi?

Arrevillaga nos dice que Zombi “es una fiesta, es una gran celebración para mí, a partir de una personalidad que parece muy acotada, con un horizonte muy acotado, y de un – como él mismo se nombra- perdedor que logra romper con todo lo que está a su alrededor para poder ir más allá”. Esto, acompañado por la música de El Cuarteto de Nos, y con la interpretación de Óscar Serrano Ramírez, que” es un actor que da todo en el escenario”, señala.

¿Qué es Entre los rotos?

Entre los rotos es una obra basada en la novela homónima de Alaide Ventura. En palabras de Arrevillaga: “Me parece importante poder llevar a escena esta historia, porque me parece que de alguna manera lo que ahí se narra puede llegar a prevenir la violencia intrafamiliar, a veces no logramos articular las palabras necesarias para decirle a las personas que nos rodean, que estamos siendo avasallados por una violencia que se ejerce desde el interior […] Patricia Loranca lo hace de una manera muy bella, muy poética, muy genuina y muy sensible.

 

Más de 20 años de carrera

Sobre su trayectoria, Hugo Arrevillaga nos platica que se resignificó después de la pandemia, en una circunstancia en la que nos dimos cuenta que el teatro podría no existir. Al respecto, confiesa: “para mí fue aterrador saber y darme cuenta que le había dedicado toda mi vida, toda mi energía, todo mi empeño, había apostado todas mis cartas a algo que en estas circunstancias de la pandemia no podía seguir ejerciendo”.

Esto, nos dice, lo hizo ver que en realidad lo que lo empuja a seguir adelante es la necesidad de contar historias, “las historias que a mí me parecen más pertinentes y en todo caso que pueden brindarle algo al espectador contemporáneo, a la espectadora contemporánea, pues ahora me hace todavía hacerlo con más fuerza, con más necesidad, y eso no me lo había planteado durante todo este trayecto de tantos años”.

Hacer teatro, señal: “es algo que realmente implica un ensamble de voluntades, un ensamble de una coincidencia de tiempos y un montón de ganas de querer llegar al mismo objetivo que es convidarle a un público una historia”.

El autor y director nos dice sentirse satisfecho con lo que ha realizado, con poder aportar desde “la naturaleza efímera del teatro” lo que le ha parecido valioso. A través de ello: “generar en el público un momento de imaginación, una reflexión, una imagen, recuperar su imaginación perdida”.

 

¿Qué viene para los próximos meses?

En este sentido, nos comparte que está muy contento por retomar su trabajo escénico, y nos adelanta que está buscando también el desarrollo de una película. “Es para mí nada más como un cambio de códigos y de lenguajes, pero la intención es la misma, es la necesidad de contar una historia que me parece a mí que puede trascender y que puede llegar a habitar dentro de alguien que puede estar ahí en la sala observando y escuchando”, destaca.

Nos adelanta también que en 15 días vendrá un cuarto estreno este año con la Compañía Nacional de Teatro: Fruto en la sequía, de Itzel Lara. Después, en abril, estará estrenando Tengamos el sexo en paz, una versión a la que fue invitado a dirigir.

 

Por Óscar Ramírez Maldonado, Foto: Cortesía IQ Icunacury Acosta & Co

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