Las grandes historias, las que permanecen, casi nunca hablan solamente de lo evidente. Sus personajes, sus anécdotas, normalmente son una parábola o una alegoría sobre otros temas. Eso hace a una obra universal, el que sea capaz de traspasar fronteras y épocas.

Héroes que tardan 20 años en encontrar su camino a casa, príncipes que desean vengar la muerte de su padre, pueblos que ante la injusticia se unen, detrás de esas historias siempre hay subtextos, imágenes y símbolos que nos remiten a otros temas. De eso están hechos los textos que sobreviven al paso del tiempo.

Uno de estos textos es Todos eran mis hijos, escrita en 1947 por el dramaturgo estadounidense Arthur Miller. Actualmente, en el Foro La Gruta se presenta una versión de este clásico del realismo americano. Te platico tres razones por las cuales debes ver este montaje.

1. Por la fuerza de su texto y lo que nos dice. En esta tradición de las historias que sobreviven al tiempo y se mantienen vigentes se encuentra Todos eran mis hijos. La anécdota de una familia en la que un secreto se devela y pone de manifiesto sus temores, la manera en que han construido sus vínculos y relaciones, y sus aspiraciones, es solo el punto de partida para hablar de algo más grande. La obra no solo habla de una familia en los Estados Unidos de la postguerra en un entorno semirural, hos habla sobre todo de lo ético y lo moral, de un sistema en el que lo injustificable se puede justificar si se disfraza de éxito. Nos habla sobre las consecuencias de nuestros actos, sobre la responsabilidad que tenemos en lo individual y como miembros de una sociedad.

2. Un elenco a la altura del texto. Arcelia Ramírez y José del Río encabezan un elenco que llena con fuerza al Foro La Gruta. Un montaje así requiere de actuaciones precisas, más cuando toda la propuesta está apoyada fundamentalmente sobre el texto. Ana Guzmán, Gonzalo de Esesarte, Fabiola Villalpando, Nicolás Pinto, Angélica Bauter, Evan Regueira y Eugenio Rubio mantienen por cerca de tres horas una historia intensa que requiere de total concentración y potencia.

3. Un montaje que respeta y se apoya principalmente en su texto. La dirección de escena pasa por tomar decisiones complicadas. En este caso, montar Todos eran mis hijos en una puesta limpia, con solamente los elementos escenográficos indispensables en un espacio íntimo, es una decisión – a mi parecer- acertada, pero que implicaba cierto riesgo. El texto de Miller es un texto que tiene potencia, respetarlo por completo y apoyarse fundamentalmente en él y en el elenco resulta en una propuesta equilibrada, que establece un vínculo con su público. Sin duda un acierto de Diego del Río, quien dirige el montaje.

Así que si te gusta el realismo y los textos potentes con interpretaciones intensas Todos eran mis hijos es para ti. Siempre es un placer regresar sobre las obra de Arthur Miller, y esta es una oportunidad para ello. Es, además, una oportunidad de iniciar tu semana con teatro, ya que la obra tiene funciones los lunes y martes. Finalmente, otra razón extra que te puedo dar es que se trata de la séptima obra seleccionada en los Premios del Público Cartelera de Teatro.

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Por Óscar Ramírez Maldonado, Fotos: Cartelera de Teatro.

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