Por Luis Santillán/ Gardenia trabaja en un cabaret, sueña con hallar a la persona que le haga sentir en plenitud, cuando parece que su sueño se puede realizar, las acciones del pasado condicionan su destino. Mientras los eventos ocurren, música romántica del siglo pasado permiten compartir un universo emotivo/musical. Ésa es la línea de construcción de Dos gardenias que se presenta en el Teatro Rodolfo Usigli.
Jonathan Rubén encabeza el proyecto, lo aborda desde la dramaturgia, la dirección y la producción general. En esto último es donde se hayan los elementos de mayor fortuna, pues la elección de música en vivo, que acompaña la gran voz de Coco Máxima, sumado a la propuesta de Alex Hernández (vestuario), que apuntala la temporalidad del relato, cimentan la propuesta.
El formato es el de musical de rocola, la estructura apela al desarrollo convencional del melodrama, la colaboración de los músicos se limita solo a las canciones, hay deseo de atrapar la textura de las referencias del viejo cine mexicano.
Dos gardenias es una propuesta que aspira a dejar huella en el panorama mexicano al explotar referentes y canciones colocadas en el imaginario melancólico.
Coco Máxima tiene el rol de Gardenia, su personaje dice estar en una disyuntiva que le colocan en un duplicidad. Si bien la línea anecdótica hacia eso va, el trabajo en escena también: la parte vocal tiene potencia, hay un lucimiento en el cantar, nada que reprochar. La parte que es débil es la interpretación, la fuerza emotiva radica en los compositores y no en quien la canta, quizás este aspecto con el tiempo cambie, porque el transcurso de las funciones le permitirá mayor grado de apropiación. En las escenas donde la música desaparece, el trabajo de Máxima tiene dos momentos, uno de equilibrio que es interesante porque es sutil, otro que se desborda sin contención y ahoga lo que propone emotivamente. En la suma Máxima deja una grata sensación y encabeza cabalmente el reparto.
Alexander Soto tiene el rol de Santito, personaje meta teatral que narra para contextualizar los acontecimientos. Su trabajo destaca en parte, porque crea una entidad con la gracia requerida para ser el apoyo de Gardenia, hay una respuesta emotiva ante las circunstancias que permite la conexión con el público, tiene la capacidad para entrar y salir del relato sin que se vea forzado.
Hay varios elementos en la propuesta que aún no logran llegar a buen puerto, probablemente esta primer temporada permita identificar cómo apuntalar aspectos como: el uso del espacio. Si bien el escenario del Usigli tiene peculiaridades, no son aprovechadas las ventajas, querer construir algo parecido a una vecindad, barrio o semejante, no tiene repercusión con lo que ocurre en la escena.
Sin embargo, la idea de extender la ficción hacia quienes la observan es buena; la relevancia sobre que es necesario en la escena para construir los lugares, introducir mobiliario rompe el universo mismo, porque no queda claro las razones de que algunas cosas sean concretas (la cama, por ejemplo) y otras evocadas (el cine -que es un muy buen momento); dinámicas de acción que vuelven confusa la toma de decisiones, Gardenia comparte la cama, podría no tener signo, pero en el universo al que se apela, la lectura genera preguntas; equilibrar los tonos actorales, Maxima y Soto mantienen su trabajo en una línea que funciona bien, otros entran y salen entre el cliché y la parodia.
Dos gardenias ofrece un acercamiento a la música que se volvió la escuela emotiva de un México que envejece, la apropiación, resignificación son territorios que bien puede dar, en el futuro, la fortaleza de la propuesta.
La obra se presenta los martes hasta el 6 de diciembre en el Teatro Rodolfo Usigli, consulta horarios y precios, aquí.
