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INFIERNO COMPRENDIDO: Multimedia y performance dialogan dentro de un universo kafkiano



Fotos: Estudio Alós & Ponce

Por Roberto Sosa/Entendido, interpretado…descifrado, si se ve por fuera. Dentro podría ser desde la mirada de dos conejos atropellados en la carretera. No mueren así que deciden escribir teatro. O con la novia que recibe al espectador con una venda de zacate en los ojos. Tal vez presenciar el relato de K, un agrimensor que se enfrenta a la burocracia y a las misteriosas autoridades de un castillo que gobierna al pueblo.

El Castillo es una novela de Franz Kafka, el protagonista es K y trata sobre la alienación (durante la Edad Media, suponía la posesión del demonio. Para la psicología se trata de un estado mental que se caracteriza por la pérdida de la propia identidad. Para la psicoanalista Piera Aulagnier el sujeto alienado en su pensamiento desconoce totalmente lo que sucede), la burocracia y la frustración, elementos que nutren la obra de Kafka, de donde bebe Servando Anacarsis Ramos para escribir Infierno comprendido.

La obra se articula a través del surrealismo, expresionismo y el absurdo; escenas insólitas y personajes angustiados aparecen en el escenario. Se trata de un espectáculo donde la multimedia y el performance dialogan dentro de un universo kafkiano. La puesta en escena rompe convenciones y paradigmas; su lenguaje es incomprensible, enigmático y oscuro, pero válido, no todo lo que vemos en teatro debe ser explicado.

“¿Qué se siente Sr. Brecht no ser Artaud…?” pregunta formulada por una performer a la efigie del dramaturgo alemán, de frente al público, rompiendo la cuarta pared. Creador del teatro épico o dialéctico Bertolt Brecht es cuestionado, la interrogante plantea la analogía con Antonin Artaud, creador del teatro de la crueldad. Dos autores que solo caben en este mundo abstracto e inverosímil.

La puesta en escena va más allá: hace referencias incluso al cine de Quentin Tarantino y su famosa cinta Kill Bill. Está también la escena de un hombre que irreverente con la religión católica habla sobre la resurrección de Jesús como un acto improbable. “Aquellos que vieron la tumba vacía fueron los encargados de transmitir el mito de la resurrección. Fueron esos testigos inocentes, lo dramaturgos de la vida eterna”.

La dramaturgia, dirección y espacio escénico son de Servando Anacarsis Ramos, su mayor acierto es la complejidad y lenguaje escénico que imprime a la obra. Sin seguir ejemplo alguno, la obra posee y se expresa con voz propia, y es así mismo impenetrable, intentar entender la puesta en escena es pretender descifrar a Kafka y declinar en el intento. El espectáculo está modulado desde lo paradójico e incoherente.

Las actuaciones son de Nick Angiuly, Mariana Villegas, Sofía Gabriel Luna, Paula Watson, Cuauhtémoc Lara Razo, Boris Schoemann, Alejo Contreras y Sebastián Dante. Sin duda se trata de un elenco interesante, heterogéneo, pero buenos actores. Detrás de cada interpretación está un profesional de la actuación. Sobresale el trabajo de Paula Watson, es memorable.

El diseño de iluminación y vestuario son de Mauricio Arizona; diseño de video, Gerardo del Razo; diseño sonoro, Dulce Mariel. Las funciones son en el Teatro El Milagro hasta el 6 de febrero.

Consulta precios y horarios, aquí.

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