Por Ro Tierno, Fotos: Milena Rodríguez y Marco Norzagaray/ En el 2018, Marco Norzagaray (La mirada de Cobain) estrenó en el Centro Cultural Paco Urondo de Buenos Aires, Argentina, Estación Naranjo, una pieza de teatro documental que realizó con apoyo del FONCA y donde el autor cuenta la historia de su familia, oriunda de Sinaloa. El proceso creativo llevó alrededor de ocho meses, en los cuales pudo recopilar información, imágenes, y testimonios en un viaje que realizó junto a varios miembros de su familia a Estación Naranjo.

“Allí pudimos entrar a la casa donde ellas vivían. Yo hago un registro, entrevistas, pero no sabes qué es lo que vas a ver, no tienes idea, ¿cómo pongo en una imagen lo que le pasó a mi tía Ceci cuando vio las puertas de su casa y dijo ‘son las mismas puertas’? No puedes, para eso existe el teatro, en los objetos, el texto, en las imágenes que puedes generar en el espectador”, explica el autor en entrevista para Cartelera de Teatro desde Argentina, país en el que reside desde el 2015 alternando cada seis meses con México.

Lo interesante de este trabajo de Norzagaray, además del dispositivo escénico experimental, es que la historia de su familia está cruzada por la desaparición del tren en el pueblo, algo que ha pasado en muchos países de Latinoamérica y que dio como resultado la modificación geográfica, ocasionando migraciones forzadas y dejando los llamados ‘pueblos fantasma’. En el caso de Estación Naranjo, como otros, ese desamparo fue tomado por el narcotráfico para crear plataformas de comercio.

“Estación Naranjo habla sobre mi familia, pero terminó siendo un homenaje a mi abuela y a mis tías. Mi papá tiene ocho hermanas, yo soy el único hijo varón de un único hijo varón, y somos norteños, eso es casi Game Of Thrones. Esto de ocho mujeres cambió las cosas. Lo más impactante de esta investigación fue ver lo cabronamente difícil que es ser mujer, y en ese contexto. Por eso descubrí que la protagonista era mi abuela. La manera de contarla era contando la historia de las casas por las que ella pasó desde Estación Naranjo hasta la casa donde murió”.

El ensayo previo al estreno, comentó el autor, fue ‘horrible’, tanto que tuvo que parar a los 15 minutos y volver a empezar. “Julio Castillo, una de las vacas sagradas de México, cuando estrenó De la calle, a los 15 minutos prendió la luz de la sala, subió al escenario y le dijo a los actores que no estaban haciendo los acuerdos que habían quedado en los ensayos, ‘voy hablar con ellos y en diez minutos volvemos a empezar’, dijo. Yo creo que se vale, para qué sigues si no está funcionando”.

Marco vivió gran parte del proceso creativo en Argentina, por lo que a la hora de la presentación se mezclaron no sólo los miedos del estreno, sino también la nostalgia de todo ese material autobiográfico estando lejos de su familia. “Cuando me di cuenta que estaba haciendo un homenaje a mi familia en Buenos Aires, se volvió muy poderoso el momento del estreno, pasaron esas cosas que Yoshi Oida dice que pasan una vez cada cinco años en el teatro: ‘el momento de gracia’, me subí a escena y no paré, una hora cuarenta donde yo sabía que tenía ahí al espectador, me ha pasado tres veces en mis 15 años de trayectoria, era una bestia”.

Luego del gran estreno, tuvo otra presentación en el Espacio Belgrado, pero en esta ocasión la energía no fue la misma y al autor la consideró ‘un desastre’, pero lo tranquilizó que en la obra sucedió eso que dice Raúl Quintanilla, con quién no tiene afinidad pero aprendió algunas cosas, “y es que en las obras uno debe crear un principio de superficialidad, que lo que estás diciendo se entienda, ese es el piso y de ahí todo lo demás… que seas brillante, que conectes emocionalmente y que modifiques el estado de ánimo del espectador”.

Pero la emoción se volvería a repetir en México, en Culiacán. La pieza fue presentada y acudieron 15 espectadores. Todos eran de Estación Naranjo y fueron a verla porque conocían a la familia de Marco. La siguiente puesta contó con más de cincuenta personas de apellido Norzagaray. “Fue el momento más importante de mi carrera”, expresó.

“En el espectador pasó lo que yo esperaba, que es que no reflexionara sobre mi familia, sino sobre la de él o ella, que pensaran en sus abuelas, su mundo emotivo, nunca es tarde para perdonar, para revalorar, para reclamar o para entrar en conflicto”.

Out side: el mundillo teatral mexicano

Ya todos y todas sabemos cómo funcionan las cosas, y aunque pareciera que hay una rendición colectiva, siempre hay artistas que alzan la voz o toman el camino del salmón: contra corriente. Marco Norzagaray se graduó en la Casa del Teatro de la Ciudad de México, y por algunos años hizo el mismo recorrido que hace la mayoría, tratando de subir peldaños de una escalera muy alta, donde es raro pasar más allá del ‘descanso’, y donde algunos privilegiados la suben sólo con apellido. Esta es la historia de la mayoría de las instituciones, en México, y en el mundo.

Luego de trabajar con colegas en Tampico, Tamaulipas, Marco cambió su noción de teatralidad, yendo por una línea mucho más política y alejándose del modus operandi del sector institucional. “En Tamaulipas me di cuenta del contraste, ahí había una teatralidad pensada y producida desde la necesidad, en espacios tremendamente violentados, con una necesidad de traducción del dolor fomentado por el narco, y con cero pesos”.

¿Qué te molestaba de la escena mexicana?

En México siempre hay alguien apoyado por el gobierno, esto hace que se burocratice mucho la manera en que producimos, y a lo largo de los años dio resultados que a mí me parecen terribles, como la pérdida de público, porque nos dejamos de preocupar por el espectador totalmente. Estamos en un momento de producción en el que inventan proyectos para obtener una beca del FONCA, no es que tienen un proyecto y un equipo y por eso lo piden.

¿Crees que las políticas de López Obrador pueden llegar a limpiar eso?

En estadísticas del INEGI e internacionales, en la Ciudad de México, si tu familia gana doce mil pesos mensuales o más, estás siendo parte del 10% que más plata tiene en le ciudad, es decir que el 90% total de la Ciudad de México y la zona metropolitana gana menos que eso por familia, no por persona. Una beca del FONCA es de diez mil quinientos pesos para la categoría B, para alguien con menos de 15 años de trayectoria. Sabemos que cualquier actor que gana una beca no solo trabaja en la beca, pero si así solo tuvieras lo del FONCA, sin familia, eres parte de ese 10% afortunado. Tú ve a la Sierra de Puebla y dile a un campesino lo que es una beca, te va a preguntar qué haces y cuánto trabajas al día, yo trabajando solo aquí no le dedicaba más de 5 u 6 horas al día. El campesino trabaja un jornal de ocho horas o más para sacar al mes menos de la mitad de lo que ganas en una beca. Dimensionemos desde ahí, y no desde lo que dicen en el ambiente teatrero. Que la Compañía Nacional de Teatro te cobre un boleto es pornográfico, porque ya lo pagamos, vino de nuestros impuestos.

¿Cómo encontraste la escena argentina?

El primer año vine a Argentina como extranjero, entonces tenía trabajo. Ya cuando te instalas en la ciudad de Buenos Aires no eres más un extranjero, eres una competencia más en el mercado laboral, entonces lo que produces en Buenos Aires entra al sistema de producción porteña y me cuesta más que a una persona que está trabajando acá, que ya sabemos lo que le cuesta a las personas que ya están trabajando encontrar espacios, públicos, etc.

¿Qué diferencia viste con México?

La distancia me hizo darme cuenta que en México hay una violencia que está normalizada. Cuando no estás inserto en esa violencia puedes dimensionar, ‘no puedes ver el bosque cuando estás dentro’. Cuando vine por acá me fui mucho más por una línea política. Tome el seminario con Ileana Diéguez en la UBA, cubana que radica en México. En el marco de la Bienal de Performance vino a dar un seminario el cual se basaba en cómo el narcotráfico utilizó la espectacularidad de la teatralidad para mostrarse y generar discursos sociopolíticos. Tres cuerpos colgados de un puente con un letrero dirigido al gobernador es teatral, está utilizando discursos teatrales y performáticos. No se había cumplido un año de las desaparición de los 43.

¿Te gusta el teatro comercial?

No. He ido un par de veces con mis padres, vimos El violinista en el tejado, acá en Argentina vi Todas las canciones de amor, un musical horrible, dirigido por Alejandro Tantanian.

¿Cuándo fue la última vez que te sorprendiste en un teatro?

En México vi una pieza de Mariana García Franco que se llama El Deshielo es inminente. Mariana es una directora con la que trabajé mucho tiempo, como asistente, como actor, y como creativo. Lo que más me ha conmovido en la escena es hacer un trabajo honesto sobre una separación, no es autorreferencial, pero es como si tradujera el estado físico de la separación a la escena, texto e imágenes en la cabeza del espectador. Acá en Argentina vi Rapsodia para príncipe de la locura de Matías Feldman, ponle que sobraban diez minutos pero era muy poderoso. También La familia Coleman, de Claudio Tolcachir, un trabajo muy aceitado, con actores que se huelen, se intuyen.

¿Qué directores/as y/o dramaturgos/as te gustan de México?

Óscar Liera, de Sinaloa, de esa camada él me gusta, lees una obra de arte, te explota la cabeza de muchas maneras, en la estructura, la historia, en como teje y te pega la sorpresa. Me gusta mucho lo que escribe Alberto Villarreal, que cada vez está más lejos de México y más cerca de Europa y otros lados, pero yo crecí recién egresado con sus ensayos, y esa teatralidad me voló la cabeza, a la par de la teatralidad de Mariana García Franco, que tuve la fortuna de poder trabajar con ella mucho tiempo. Ángel Hernández me parece un gran dramaturgo. Hay ciertas cosas del Teatro Línea de Sombra que me gustan, aunque últimamente siento que se quedan en el progresismo light, no hay una postura, no logro verla y me cuesta, pero hay traducciones escénicas que hacen que son hermosas.

¿Por qué haces teatro?

Estoy en crisis con el teatro desde hace 6 años. Cuando me voy a Tampico a vivir, me doy cuenta que ya no soporto la Ciudad de México, y a pesar de que me voy a vivir a un lugar donde tiraban cabezas de la gente en la calle, que teníamos que estar encerrados porque había ráfagas, toque de queda no dichos, a mí me resultó un lugar más tranquilo para vivir, el día a día era más tranquilo. Estaba a cinco cuadras de donde trabaja y hacia todos los días teatro. Encontré otra manera de hacer teatro, que no pasaba por las instituciones o el amiguismo. En Tampico hacíamos teatro de guerrilla, con la compañía Salto Teatro, hicimos mucho activismo por compañeros desaparecidos, y yo no lo había hecho, había estado en la burbuja de la Casa del Teatro, con mis privilegios.

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