Por Sebastián Sánchez Amunátegui / Chile es la sede de uno de los festivales de artes escénicas más importantes del continente. A un cuarto de siglo de su nacimiento, Santiago a Mil es un referente indiscutible durante el cual este año se vivieron 19 días continuos de teatro, danza, música, performance, instalación e intervención e innumerables expresiones de las artes escénicas.

En enero de 1994 se presentó en Santiago de Chile el primer “Teatro a mil”, que permitía a los chilenos ver lo más interesante de la escena local. Cinco obras de tres compañías teatrales integraron la programación de aquel festival que nacía. Taca taca mon amour, de Teatro del Silencio; La manzana de Adán, Los días tuertos y La historia de la sangre, de Teatro La Memoria; y Pinocchio, de La Troppa.

Lo demás es historia y hoy Santiago a Mil, un cuarto de siglo después, es uno de los festivales de artes escénicas más importantes del continente. Pero, ¿cómo aquel pequeño festival llegó a ser lo que es hoy en día? Para responder a esto, platicamos con Carmen Romero, fundadora y directora general del festival.

– ¿Cómo nace el Festival Santiago a mil? Bueno, el primero se llamaba Teatro a mil.

Carmen: El festival inicia cuando nos juntamos con tres compañías independientes, estábamos recién empezando la democracia en Chile y quisimos mostrarle al público, a la gente, que había una escena contemporánea, de búsqueda, de nuevos lenguajes que había estado creciendo bajo la dictadura y que ya era el momento de que más gente y más público la conociera. Cada uno de esos grupos tenía sus seguidores, pero la idea es que estuvieran todos juntos. Esto ocurrió en enero que normalmente en Chile es el mes que las salas estaban cerradas, ya que enero y febrero son los meses de vacaciones y entonces no había nada que hacer en Santiago. Estaba todo cerrado, así que armamos esto al aire libre y nos ubicamos en una antigua estación de trenes que además la democracia lo iba a transformar en un centro cultural, la Estación Mapocho.

Fotos: Facebook/Santiago a Mil

– ¿Y ahí centralizaban todo?

– Y ahí estábamos y se llamaba a mil, porque estábamos a mil por hora, teníamos muchos espectáculos al mismo tiempo y en distintos espacios de la Estación Mapocho, de los que estaban reconvertidos porque la estación se demoró un poco más en estar lista como centro cultural.

– Hace 25 años, ¿cuántos espectáculos presentaste?

– La primera versión fueron 5 obras del Teatro del Silencio, Teatro de la Memoria y La Troppa. Estuvimos tres semanas y fue un éxito rotundo, lo repetimos al año siguiente todavía llamándose Teatro a Mil. Al quinto año presentamos nuestra primera obra internacional, la primera fue una brasileña. Al séptimo año lo llamamos festival y luego le denominamos internacional.

Esa es la historia. En la medida de los años vamos perfeccionándonos. Primero pasamos de incluir a todo el mundo que quería estar, llegamos a tener una cartelera de 90 obras nacionales, y luego se transformó; fuimos viendo como ir seleccionando curatorialmente y ahora tenemos un festival con un jurado independiente que elige las obras todos los años.

Foto: Facebook/Santiago a Mil

 

Nuestra charla con Carmen Romero nos deja algo muy claro, este jurado ha hecho muy bien su labor. Tan solo en su edición de 2018, entre el 3 y el 21 de enero se presentaron 366 funciones, de ellas 191 gratuitas; participaron 1300 artistas provenientes de 23 países; y se cubrieron 9 regiones del país sudamericano, llegando a 378 mil espectadores.

A lo largo de 25 años suman ya 1,467 los espectáculos presentados, más de 45 países han participado, llegando a un total de 10, 825,830 personas. ¡Estos son números impresionantes!

– ¿Cuál es el secreto de programar un festival?

– Carmen: En lo nacional, ahora es el jurado el que selecciona y no responden a la pregunta ¿Cuál es la mejor obra? Para nosotros la pregunta y premisa que deben tener para seleccionar es: ¿De qué habla el teatro chileno? ¿Por qué es importante que esa obra esté en el festival?

En lo internacional hay un equipo curatorial. Brigitte Fürle (Europa) y Olga Garay (USA) y yo, más otra gente que nos juntamos y buscamos aquello que nos haga pensar, que desafíe al espectador. Llevamos 25 años haciéndolo y siempre es una sorpresa. Tenemos un foco grande en la calle y en el teatro comunitario. Eso no se termina nunca. También es importante que vengan los grandes maestros, Chile es un país que está alejado de los circuitos culturales del mundo, Así que es importante meterse a esos circuitos y traer los montajes más importantes.

Foto: Facebook/Santiago a Mil

– ¿Cómo dialogas con el público del festival?

– Yo creo que el público del festival se ha ido acostumbrando a que lo vayamos sorprendiendo siempre. La sorpresa a veces pasa, porque a veces que hay obras largas, pero eso a nosotros no nos impide, porque creemos que es importante porque desafía. Buscamos no estar ni seguros ni cómodos. Ni ellos ni nosotros.

– ¿Este es un festival privado?

– El Festival lo organiza una fundación privada que realiza distintas líneas de trabajo y una de ellas es el Festival. Somos un festival privado con fines públicos. Recibimos financiamiento público y privado. Hay una minera que es el presentador del Festival que es BHP/Minera Escondida, pero también está el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile y un subsidio presidencial más todos los aportes locales que tenemos para llegar a las 23 comunas de Santiago y 14 ciudades en las que estamos.

Foto: Facebook/Santiago A Mil

Este esquema de festival privado con fines públicos del cual nos habla Carmen, es un modelo de gestión único en Chile. El esquema se basa -según señala el sitio web del festival- en dos pilares básicos: trabajo de cooperación en red y un sistema de financiamiento mixto. En este sistema de financiamiento, convergen instituciones públicas, empresas privadas organismos internacionales, salas de teatro, artistas, medios de comunicación y proveedores.

Los ingresos que el festival para la edición 2018 se dividieron de la siguiente manera: aportes instituciones privadas: 61,63%; gobierno de Chile 15,51%; gobiernos internacionales 2,48%; taquilla y venta de espectáculos 20,39%.

Es importante resaltar que la alta aportación de instituciones privadas está ligada a la Ley de Donaciones Culturales que permite a empresas descontar de sus impuestos.

TOPTEN: 25 años de obras emblemáticas

Royal de Luxe con “La pequeña gigante”
Cristoph Marthaler con “King Size”
Krystian Lupa con “Tala”
Ivo Van Hove con “After the rehearsal/ Persona”
Reposición de los 200 años del teatro Chileno
Guillermo Calderon con “Los que van quedando en el camino”
Brett Bailey con “Exhibit B”
Goran Bregovic
La Fura del Baus con “Orbis Vitae”
Thomas Ostermeier con “El enemigo del pueblo”

– Después de 25 años, ¿cuáles son los retos?

– Mantenerlo. Todos los años. Es un trabajo que no para nunca. Seguir influyendo en la agenda de los artistas. Y siempre buscando nuevas formas de llegar al público y seguir sorprendiéndolo y ocupar de otra manera los espacios, encontrar siempre maneras de movernos en la ciudad.

– ¿Cuál es la relación del Festival con su ciudad?

– Santiago era una ciudad vacía hace 25 años y ahora es un destino. Ha tenido un impacto en el desarrollo del turismo. Ahora es impensable pensar en la ciudad sin el festival.

– ¿Cómo ves al teatro chileno en 2018?

– Hay artistas y escritores muy importantes, Guillermo Calderón, Manuela Infante, que tienen que ver con una tradición. Aquí se ha hecho teatro y poesía. Hay una corriente de gente nueva. Es una escena muy diversa y que está escribiendo nuevas historias para el futuro. Una escena muy potente.

– Pero la dictadura sigue estando muy presente.

– En todas las obras porque es un tema no resuelto. El teatro va a seguir hablando de eso.

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