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LOS HIJOS TAMBIÉN LLORAN: El anhelo y el recuerdo de los ochentas



Fotos: Alberto Clavijo

Por Luis Santillán/ En febrero de 2017 se presentó en Cine Tonalá la novela Arkhé. Los hijos también lloran de Andrés Zuno; en ese evento participaron Ludwika Paleta, Ximena Escalante, y Lorena Maza, entre otros. Un año después, en el Teatro Milán, se estrena Los Hijos También Lloran bajo la dirección de Lorena Maza y Alvaro Cerviño.

Ludwika Paleta tiene el personaje de la madre, Hamlet Ramírez el del padre, Andrés Zuno el del hijo; tanto Montserrat Marañón y Pablo Perroni hacen a los personajes circunstanciales. El texto plantea dos temporalidades base, eso implica que los actores deben trabajar edades distintas de sus personajes.

Ludwika puede pasar sin problemas de la joven madre a la novia enamorada o la madre mayor, su capacidad para construir un personaje que transita por distintas edades ya había sido mostrada en la obra Duele, no requiere más que del trabajo corporal y vocal para cambiar el ritmo de su personaje y así colocarlo en la edad que plantea el relato; hay sutileza en su propuesta, misma que contrasta muy bien cuando debe trabajar la parodia que la línea de dirección marca.

Monterrat Marañon demuestra que es una muy buena actriz, el gran trabajo que hizo en La estética del crimen vuelve a ser mostrado; Pablo Perroni disfruta cada momento en el que está en escena y da muestra de la versatilidad que está logrando. Hamlet Ramírez se establece como un actor que puede construir con calidad bajo distintos formatos escénicos.

Lorena Maza y Alvaro Cerviño toman decisiones certeras en tanto la propuesta escénica, al jugar con las fórmulas del melodrama de telenovela regulan el desequilibrio del texto; explotan las cualidades su reparto para amalgamar en un tono los estilos que cada uno aporta, logran que la suma del ritmo sea para tener una puesta en escena muy entretenida.

Sergio Villegas, en su diseño de escenografía, crea un laberinto visual que incita a que el espectador exprima la nostalgia al hallar objetos característicos de la década de los ochentas; a partir de tres carros giratorios ofrece dinámicamente los espacios que el relato requiere.

La propuesta de vestuario de Estela Fagoaga parece estar enlazada con la explotación nostálgica, el vestuario del personaje “hijo” alude a Marty McFly, quizás el público pueda hacer el enlace con los otros personajes y sus referentes.

El texto de Zuno se construye a partir de un momento nuclear, ese segmento alimenta los antecedentes; sería interesante reflexionar si es a voluntad que la propuesta carezca de desarrollo o simplemente es fallida la traslación de texto narrativo a texto dramático. Existen distintas obras que se construyen solo con antecedentes o desarrollo y funcionan en tanto que su estructura soporta la propuesta; en este caso no es así, las preguntas motor –aun cuando emotivas- no plantean situaciones escénicas que vayan más allá de una anécdota de nostalgia o graciosa.

Los Hijos También Lloran trabaja con el anhelo y el recuerdo de los ochentas, usa a su favor el artificio del formato de las telenovelas, pero sobre todo construye una muy grata experiencia escénica a partir de un grupo de actores con grandes cualidades, ellos pueden convertir un texto regular en una puesta en escena de calidad.

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