Por Ro Tierno/ La obra dirigida por Martín Acosta concluye su temporada en el Teatro Milán el próximo 27 de septiembre. Acá te damos tres motivos por los cuales creemos que no puedes dejar de verla.

1- ES UN CLÁSICO

Bajo una visual impactante, que nos sumerge en algún tipo de jungla encerrada, esta versión de un clásico de August Strindberg dirigida por Martín Acosta, nos pone de frente a un texto donde la psique de los personajes, interpretados por Cassandra Ciangherotti, Rodrigo Virago y Xóchitl Galindres, arrasa con cualquier cuestionamiento superficial para meternos en las problemáticas de género y clase social, pero desde un lugar menos moralista y más sustancial.

“Strindberg apuntaba a que es una obra darwiniana y que el más fuerte sobrevive y eso en ese momento a las feministas le molestó muchísimo. Entendiendo que era un tipo bipolar, un inadaptado de las fórmulas, y un antisocial, él decía que se identificaba con la Señorita Julia, que ese era el personaje que lo representaba. Es curioso, era un persona que quizá estaba habitando la vida desde una vulnerabilidad tal vez más femenina, y se dio cuenta que no había lugar en el mundo para esas tesituras. Julia toma la decisión que quizá a Strindberg le hubiese gustado tomar”, expresó la actriz Cassandra Ciangherotti.

2- LA PROPUESTA ES ÍNTEGRA 

Dirección, actuaciones, dramaturgia, no hay nada que no se pueda aplaudir en esta obra. Todos los elementos están aterrizados con mucha calidad y sutileza, y la propuesta no deja nada al azar. Original, atractiva, nos sumerge en un mundo donde temas como el género, la masculinidad, la clase social, el poder, y la religión están presentes para recordarnos que todo sigue más o menos igual.

“Señorita Julia parece mostrarnos algo a través de una ‘historia de amor’, pero en el teatro, todo microcosmos encierra un macrocosmos, y en este caso se trata de una problemática de la sociedad totalmente vigente”, comentó Xóchitl Galindres.

3- EN POCO TIEMPO, EMOCIONES FUERTES

La obra dura aproximadamente una hora y cuarto, un tiempo corto para lo que normalmente se espera. Es tan intensa y nos mantiene tan expectantes que no queremos que termine, de hecho cuando termina, nadie está muy seguro de que haya terminado. En toda la obra, el misterio, el suspenso, el desparpajo escénico, los giros de los personajes, los diálogos intensos llenos de violencia, rabia y neurosis nos permiten una sola emoción, bien intensa: el asombro. Ni la risa, ni el drama, ni una pizca de romanticismo logran que nos desviemos del objetivo de la obra que es, sin duda, impactar.

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