Un novel dramaturgo de 55 años que  rompe con estereotipos y ha generado expectativa y gran aceptación con sus primeras obras. La segunda de ellas, El Filosofo declara, se presenta desde marzo en el Foro Shakespeare, luego de una exitosa temporada en Argentina. Se trata de Juan Villoro, novelista, ensayista, periodista, narrador, autor de libros infantiles y ahora dramaturgo; escritor pues, que desde finales de los 70 nos presentaba sus primeros textos, si bien ligeros en el ritmo, también colmados de sustancia.

Así ha vivido sus años, explorando géneros que lo han llevado en últimas fechas a incursionar en la dramaturgia, donde ha convertido la acción de la narrativa en palabra, concentrando en el diálogo el poder de su obra. Un nuevo espacio que a Villoro le permite explorar otros temas, y otras facetas de su vida.

Una vida que inició un 24 de septiembre de 1956 y que en gran medida fue marcada por su padre, uno de los filósofos más importantes en la historia de nuestro país, Luis Villoro. En su juventud estudió en la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Iztapalapa, donde cursó la carrera de sociología. Otra gran influencia en su vida: Augusto Monterroso, que fuera su maestro en un taller de cuento.

A partir de ahí acumula experiencias y enseñanzas diversas. Ha sido becario del INBA en el área de narrativa, conductor del programa El lado oscuro de la luna en Radio Educación, coordinador de las actividades culturales en la UAM, agregado cultural en la Embajada de México en Berlín, colaborador en publicaciones como Cambio, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, El País, Letra Internacional, ABC, Diario 16, Crisis, El Malpensante, Letras Libres, Proceso, Vuelta, El Mercerio y Reforma, fue también jefe de redacción de Pauta y director de La Jornada Semanal.

Un camino de letras con varios senderos que se entrelazan con su gusto y crónicas sobre fútbol y participaciones en canciones de rock, libros ilustrados, su admiración por Jorge Ibangüergoitia, sus cátedras en la UNAM y como invitado en las universidades de Yale, Boston, Princeton. y Pompeu i Fabra de Barcelona.

Como novelista destaca El Testigo, una historia que obtuvo el premio Herralde de literatura y que se genera por una distorsión del destino, un malentendido que busca enmendarse a través de varios caminos, de López Velarde, de la fe, de las drogas, del recuerdo.

Pero ahora esta enfrascado en un nuevo reto, en una renovación más de su quehacer como escritor, la dramaturgia. Su primera pieza teatral fue Muerte Parcial, en la que cinco personajes por intentar desaparecer de su presente, aceptan la propuesta de un político para fingir su muerte. Este hecho es el detonante que le hace explorar su humana complejidad en un contexto surrealista.

En su segunda obra, El filósofo declara, retoma un tema que conoce a profundidad por su padre y expone esa mezcla y batalla constante entre el razonamiento exacerbado y la vorágine de las pasiones.

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