Por Kerim Martínez y Fotos Mariana Medina/A finales de 2019 se anunció con bombo y platillo la tercera reposición (y al parecer la última en México) del musical Hoy no me puedo levantar (libreto de David Serrano) a cargo del productor Alejandro Gou (Jesucristo Súper Estrella, Billy Elliot), bajo la dirección de Donald Bertrand y la producción ejecutiva de Guillermo Wiechers.

Hoy es una realidad, la obra está nuevamente en pie con un enorme despliegue publicitario por toda la CDMX con el slogan de despedida “Hasta siempre”, la sentencia de que sólo se darán sesenta funciones y los rostros de dos estrellas pop como protagonistas: Belinda y Yahir.

Desde su primera puesta en escena en 2006 al mando de OCESA, el musical atrapó a la audiencia de nuestro país. Su particular formato “teatro-concierto” hizo que los espectadores repitieran la experiencia muchas veces. Se convirtió en un musical de culto.

En 2014 Gou sorprende a los medios de comunicación al regresar el proyecto a la cartelera mexicana con una propuesta creativa distinta para enganchar a una nueva generación. Hay que resaltar que sus reposiciones han contado con un equipo creativo diferente. Puede gustar una versión más que la otra pero se agradece que el producto no parezca maquila como tantos musicales que se compran en el extranjero donde a los directores, coreógrafos, escenógrafos, vestuaristas, etc. se les impide replantear las cosas. El público regresa a ver la nueva versión y aunque inevitablemente pueda haber comparaciones, el resultado es un teatro a reventar.

La historia se sitúa a principios de los años ochenta cuando España sufre un Golpe de Estado; una época llena de cambios bruscos y agitados. Los amigos Mario y Colate viajan a Madrid en busca de su sueño: la creación de un grupo musical. Conocen a Chakas y a Guillermo e integran la banda “Rulé” que se presenta en el bar “El 33”. Mario se enamora perdidamente de una joven actriz, María, a la que promete no engañar nunca; sin embargo, el éxito y la fama llegan pronto y hacen que Mario tome decisiones equivocadas, al igual que Colate que se deja seducir por las drogas.

La trama es simple y esta obra nunca ha brillado por su dramaturgia. Sin embargo, las letras (alocadas, surrealistas y profundas) de las canciones de la agrupación ochentera Mecano han sido las causantes de que los espectadores vibren al escucharlas en casi tres horas que suele durar este montaje. Por fortuna, en la versión actual se suprimieron algunas canciones y esto fue beneficioso para el ritmo de la obra.

Yahir interpreta a Mario. Hay que recalcar la inigualable empatía que tiene con los asistentes. Desde sus primeras escenas el cantante entra con mucha energía quizás con la intención de no defraudar a nadie. Se nota a leguas que se trata de un hombre que se ha enfrentado con todo tipo de experiencias sobre los escenarios y que está acostumbrado a actuar frente a las masas.

Se muestra seguro en todo momento, pero lo más importante es que hace suyas las canciones y juega con ellas dándonos a entender por qué se le considera desde hace varios años una estrella de la música comercial. Se integra a la perfección con sus compañeros actores y rápidamente logra que todos los asistentes entren en la convención de que él es un joven lleno de ilusiones y sueños. Habría que trabajar un poco en las partes narradas; el actor dice sus líneas con un “sonsonete” particular que afecta un poco en la verosimilitud.

Actoralmente destaca Jesús Zavala que nos muestra a un Colate muy sensible que conmueve en cada escena. Se nota toda una progresión del personaje durante la representación. El momento climático se encuentra en el número musical “Barco a Venus” donde el joven atormentado se encierra en el baño y hay una cámara que registra en vivo lo que está pasando con el personaje. El público decide si ver el escenario o prestar atención en una pantalla con el close up del actor; su actuación resulta desgarradora.

Vocalmente destacan Dai Liparoti, Carmen Sarahí y Carlos Fonseca. Liparoti personifica a Patricia, la novia desenfrenada de Chakas. Impacta con el manejo de su voz en cada número musical y llena de energía el escenario. Hace una generosa dupla vocal con la cantante Belinda; lo curioso es que no la opaca, al contrario trabaja por el lucimiento de las dos como un equipo.

Carmen Sarahí interpreta a la novia de Colate, Ana. Imprime sentimiento en cada una de sus intervenciones; podría mejorarse la propuesta de vestuario en “Eugenio Salvador Dalí” que aunque tenga elementos atractivos impide que la actriz, que en ese momento personifica a Gala, se mueva con soltura; por algunos instantes se nota incómoda al no poder utilizar sus manos.

Carlos Fonseca, con el personaje de Guillermo, nos demuestra que es uno de los jóvenes talentos de nuestro teatro musical y se ha notado su evolución como actor en cada montaje en el que ha participado. Hace buena mancuerna cómica con Rogelio Suárez, el entrañable Chakas que se ha vuelto casi tan indispensable para la obra como la silueta de Ana Torroja en el título del musical. Los espectadores aman a Chakas pero también al actor que hizo toda una creación honesta de un personaje que al parecer llegó para quedarse en cada reposición.

Por último: Belinda. Mucho se ha comentado si ella era la indicada para interpretar a María o no, pero lo que es indiscutible es que esta controversia ha logrado funciones agotadas. Es de aplaudir que la cantante “se la cree” desde el primer minuto que entra a escena. Sabe que es el centro de atención en el montaje y que muchos están ahí para ver si “da el ancho”. El resultado es favorable, ella cumple y demuestra ser la estrella de toda una generación. Es apoyada por todas las áreas creativas, incluyendo vestuario. Todo lo que porta favorece su figura y sobresale a cualquier vestuario que alguien más lleve; en momentos se crea la ilusión de que fuera un personaje hetéreo. Belinda no camina, levita.

El ensamble está compuesto por chicas muy atractivas pero con características físicas distintas a las de la protagonista y esto hace que Belinda destaque y el público no deje de ver cada acción que realiza. Es notable su interpretación de la canción “Lía” donde confirma que sí está lista para ser la heroína de un musical. En esta versión se le dio mucha importancia a María al dejarla sola cantando “Hijo de la luna”; funciona pero la estética de la escena (una mujer sola, la luna gigante y mucho humo a nivel del suelo) evoca a una cantante de los ochenta dentro de un programa televisivo al estilo Siempre en domingo y por momentos se puede olvidar que el público fue al teatro a ver un musical.

El diseño de audio (Gastón Briski y Alejandro Zambrano) es impecable. Se logra la impresión de estar inmerso en un concierto y da gusto que a todo el elenco se le entienda cada palabra (hablada o cantada) que pronuncia durante la representación.

Hoy no me puedo levantar entretiene y en verdad divierte pero sobre todo conecta. Es una obra que ha logrado la creación de un público nuevo en el teatro. En todas sus versiones ha ofrecido la posibilidad de vivir una experiencia musical diferente basada en la nostalgia de la movida madrileña, una época que supuso el despertar, el vuelo y, a veces, la caída, de muchos jóvenes que buscaban alcanzar sus sueños.