Por Mariana Mijares, Fotos: Playhouse/Una pérdida duele de manera diferente; algunos encuentran la capacidad de seguir, mientras que otros simplemente no pueden olvidar, soltar el pasado; un tiempo en el que todo parecía mejor.

Precisamente el duelo es el tema central de La Madriguera, obra de David Lindsay-Abaire que fue llevada también al cine y que actualmente tiene una nueva temporada los fines de semana en el Foro Lucerna con dos actrices que se incorporaron recientemente al elenco: Jana Raluy y Verónica Bravo.

Platicamos con ellas, y con sus compañeros: Margarita Sanz y Nacho Tahhan, sobre las pérdidas, las dinámicas familiares, la particularidad de los duelos y cómo seguir cuando se siente que esta alternativa es imposible…

Jana, Verónica ¿Cómo fue para ustedes incorporarse a esta producción?

Jana: Fuerte porque hubo muy poco tiempo, pero agradecida a morir porque es un gran equipo; desde producción, toda la gente que está atrás, el director que nos llevó de la mano muy fácil, y pues con un elenco bien rico.

Verónica: Me contactó Daniel Delgado, estaba en Cancún, en mis vacaciones, y me dijo: ‘esto se estrenaría en dos o tres semanas’. Me mandó el texto y me fascinó. La verdad sí tuve mis resistencias por el tiempo, pero el texto era demasiado chido; todo, el elenco, toda la propuesta me pareció muy tentadora como pare decir que no, y pues me aventé.

Creo que a pesar de tener tan poquito tiempo, sentí que hubo espacio para la búsqueda personal -y sigue habiéndolo-, para la creación del personaje desde mi punto de vista y no para venir a llenar unos zapatos enormes que ya estaban construidos. Eso me hace sentir bien recibida de parte de dirección, producción y de mis compañeros.

¿Habían visto la película o el montaje anterior?

Verónica: No, ninguna.

Jana: Tampoco.

Nacho, ¿cómo ha sido para ti tener nuevas compañeras?

Nacho: Espectacular, son dos actrices maravillosas y creo que como todo buen actor le imprimen un trazo muy particular y muy singular al trabajo que tienen que hacer. Ellas hacen que el montaje tome un color muy interesante. Es cautivador lo que le aportan a la obra como actrices; hacen que toda la mecánica funcione en una dirección diferente, conservando la esencia de la historia, pero con un brillo muy distinto, y otro color. Es maravillosa la incorporación.

¿Qué ha sido diferente ahora que están ellas?

Nacho: Básicamente tuve que volver a encontrar una manera de vincularme de cero con otras presencias; eso es lo diferente; y al mismo tiempo, replantearme el lugar que ocupa Javier con relación a sus personajes. Ellas traen otra energía, otra manera, su trazo particular, entonces todo lo que yo pude haber trabajado no es más que la carcasa; el trabajo es con ellas y eso es maravilloso.

Margarita: Siempre hay cambios -como dice Nacho-, porque el ritmo cambia, porque son seres humanos diferentes a las actrices que estaban y el actor es el ser humano que tiene adentro.
Fue como montar, entre comillas, una obra distinta; porque tiene otro ritmo, otra lectura, otra perspectiva que está dentro, creo yo, de los parámetros que busca el autor.

Otra cuestión que depende de la perspectiva, son los duelos…

Margarita: Desde luego, se ven claramente los diferentes duelos que hay cuando algo así tan extraordinario, tan horrible sucede dentro de una familia que tenía una manera de actuar. Y de pronto sucede algo extraordinario, algo terrible, y entonces cambia todo el eje que la familia tenía, y los duelos son distintos. El duelo del papá es diferente al de la mamá, al de la hermana, y obviamente al de la madre de la mamá; es decir, la abuela.

Cada uno se vive de manera diferente…

Margarita: Sí, hay la pérdida de dos personas porque muere el niño, pero también murió, hace años, el hermano de ellas; entonces son duelos diferentes y están perfectamente elaborados por el autor. Están muy lógicos los enfrentamientos, las confrontaciones que se tienen que dar, y como en cualquier pieza teatral, después de que sucede el confrontamiento, los personajes regresan a una supuesta cotidianidad; después de todo el tsunami, llegan a una realidad diferente, con una conciencia distinta de sí mismos, y de lo que sucedió.

Su personaje es también como un tsunami, alguien que cambia el ritmo del montaje…

Margarita: Bueno está ahí como un filo del autor, puesto a propósito, para un poco nivelar un asunto de que la cosa va densa, con sentido del humor. Porque de repente esta mujer entra y causa risa, pero de pronto lo que plantea también causa problemas, confrontaciones. Hay un filo de las dos: del personaje de Isabel y de la madre, que están puestas un poco para nivelar la densidad del total. Y cuando este cambio total y abrupto se logra, obviamente uno sale más satisfecho; para eso está ella. También para mostrar su dolor, el dolor por el duelo de su nieto que murió, y el duelo de su hijo, tiene estas dos vertientes que a mí me enriquecen mucho como actriz, y también mis hijas (señala a Verónica y Jana).

Fotos: Playhouse

Hablando de un enriquecimiento emocional, ¿qué han aprendido, vivido o sentido ustedes del duelo que no hubieran experimentado antes?

Verónica: Bueno a mí me encanta mi personaje, sin vender trama, amo el poder del perdón. Es admirable que una mujer pierda a un hijo y aun así pueda perdonar. Eso me hace decir: ‘Guau’, me ensaña a mí como ser humano -que luego soy medio aprehensiva-, que hay que perdonar, hay que pasarlo, que seguir viviendo. Y hay que aceptar, no por frivolizar el hecho -que es durísimo-, pero el poder del perdón es eso: un poder, es una cosa extraordinaria.

Jana: Creo que para mí también va un poco por ahí. Me sorprende la forma en que el duelo, los duelos de este personaje en particular, de Isa, la llevan al lugar; primero quizá más oscuro, y de ahí se reinventa y encuentra uno más luminoso y desde donde puede volver a surgir y volver a armar su vida.

Creo que sí pasa mucho, después de un dolor tan profundo, lo que te queda es darte cuenta de lo que tienes a tu alrededor y resignarte a que todavía estás de este lado y qué vas a hacer con eso. Creo que Isa lo hace magistralmente.

Nacho ¿Hay algo que hayas vivido, experimentado, o sentido a partir de esta historia y de este personaje?

Nacho: ¿Qué me llevo? Me gustaría dejarlo todo en la obra. Algo que tiene Javier es que es un personaje que quizá no cumple con todos los patrones con los que cumple el estereotipo de hombre proveedor de la familia en relación con su mujer. Creo que es una situación que a cualquier persona la desarma completamente, pero a él lo vulnera de tal forma, y se cuestiona muchas cosas; incluso su idea de fe, de Dios. Eso es lo que se me ocurre en este momento.

La dinámica de esta familia y, como ustedes decían: el conocer de cerca el dolor de cada personaje, podría ayudar al espectador. En ese sentido, ¿de qué manera creen que alguien que sufrió una perdida, puede sanar o entender algo con La Madriguera?

Margarita: Bueno, tal vez a algunos espectadores nos les guste y se salgan porque no lo pueden ni soportar…

¿Les ha pasado?

Margarita: La mamá de una amiga mía se salió en la temporada pasada, tal vez porque no quieren la confrontación. Aquí hay cuatro duelos: el que no quiere dejar ir al que se fue y lo quiere presente todavía -el caso del papá-. Ver su trayecto, cómo de pronto empieza a dejar ir a su hijo, es muy conmovedor.

La madre, que creo que en ella se basa la fortaleza de esta obra, porque es el duelo -según mi opinión-, que está mejor llevado. Porque tiene que dejar ir, está viendo cambiar su dimensión, no estar metida en la misma cueva llorando, quiere vender la casa, buscar una nueva vida, una nueva relación, un nuevo orden con la vida y con su propio hijo que ya murió.

La otra hermana, como dijo Verónica, está en un camino de luz porque va a tener un hijo, entonces tiene una vida por delante que la estimula mucho. De los cuatro es la que más energía tiene.

La madre, siento yo, después de este terrible tsunami se queda con el dolor que siempre ha vivido, y lo que le place es saber que su hija Verónica se está componiendo, que ese bebé le va a dar algo, y todos van a tener un nuevo niño en la familia; es la más congruente de los cuatro -siento yo-. Mi personaje está como en una situación estancada, preocupada por sus hijos y sin saber qué hacer, pero tiene una filosofía muy buena, que es, en parte, la esencia de esta obra: no dejar ir a la persona que se murió; es decir, si crees que vas a poder evitar pensar en ella, es un error, porque lo llevas contigo a todos lados, ¿y sabes qué?, está bien que lo lleves a todos lados; tienes que aceptar que hay que convivir con tus muertos de una manera positiva.

Entonces dentro del público quizá haya personas que no quieren dejar ir, personas que sí, algunos que van a empezar una vida nueva, otras que dicen: ‘yo no quiero dejar mi dolor’, y gente que tal vez no quiere pensar en eso ahorita. Siento que hay lugar para muchas personas del público para poder ir e identificarse; que muchos podrán identificarse con la obra.

 ¿Por qué les gustaría que la gente venga a ver esta nueva temporada de La Madriguera?

Nacho: Creo que es otro planteamiento, un trabajo completamente distinto. Que la obra, en una siguiente temporada y con nueva sangre en el proyecto, agarró otro color, otra potencia, otra compresión. Más que nada producto de que llevamos dos temporadas y que las chicas se suman a una máquina que está funcionando por el talento que tienen. Hay algo que hace que la obra esté vibrante a otro nivel, a otro registro, esencialmente porque es una historia que vale la pena ser vista.

Jana: Sí, ¿qué podría decir?, que venga la gente. Que el teatro no se debe morir, que de pronto están demasiado metidos en sus pantallas, o Netflix o tal -no quiero hablar mal de ninguna plataforma-, pero hacer que la gente venga al teatro es bien difícil, pero creo que un texto así de poderoso, tan bien montado, de verdad está lindo. Me gusta también estar sentada entre el público, es como un ejercicio actoral; eso, eso debería interesarle a la gente para venir…

Verónica: Está muy vivo, está cercano al público; no sólo por la historia que contamos sino porque creo que todo mundo, de alguna u otra forma, verá a su familia o algún miembro de su familia en una de las tantas escenas en las que estamos gritando, peleando o solo pasándola bien; esa identificación de la familia. El texto no es mexicano originalmente, pero siento que somos una familia muy mexicana, y no sólo eso, literalmente estamos muy cerca de la gente en el espacio, porque eso busca este montaje: estar, extender y tocar a cada uno de los que vengan. No es lejano, o frío; todo lo contrario, y vivir esa experiencia está bueno…

Margarita: No hay nada mejor que vivir el ejercicio de emociones en vivo, como dice Jana, vivimos y lloramos cuando vemos la televisión, pero estar aquí, oler a los actores, el espacio, el teatro, ver a la gente hablando de cosas que además le interesan a uno… Ir al teatro es la experiencia más mágica y más maravillosa, es algo inigualable, y tienen que venir a sentir eso, esa exacerbación de emociones e irse con una reflexión -que seguramente tendrán-.

Hay otro personaje del que no hablamos que también tiene un duelo, un muchacho muy joven y cuya realidad cambia para el resto de su vida. Él nunca va a olvidar lo que pasó, y ese duelo también es hermoso de ver, y cómo se conjuga con el duelo de la madre del niño. La escena entre los dos es de mis preferidas, una escena metafísica pero hermosa en donde se habla de una posibilidad de ser de otra manera, de creer que se puede ser de manera diferente; ser feliz y sentir otras cosas que no sean el duelo y la tristeza. Eso también se traspasará al público…

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