“Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”

Condimentado por la etapa histórica que lo vio surgir, Pedro Calderón de la Barca (Madrid 1600-1681) salpicó su excepcional obra teatral con el más complicado siglo de la historia española. Contempló el reinado de Felipe III, Felipe IV y Carlos II, vivió la Europa del pacifismo, la Guerra de los Treinta Años y la del nuevo orden internacional, mientras que dio fe del declive de la monarquía.

Representante del Siglo de Oro de las letras y las artes, su producción dramática consta de ciento diez comedias y ochenta autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras menores.

Aunque se le considera menos fecundo que su antecesor Félix Lope de Vega (Madrid, 1562-1635) resulta técnicamente mejor en el teatro ya que lleva a su perfección la fórmula dramática: elimina escenas inútiles, disminuye el número de personajes y rechaza los elementos líricos en pos de un teatro más realista y cortesano, si bien algunos juzgan que sus personajes no portan verdad alguna.

Sin embargo, construyó una rica colección de personajes propios de su tiempo y condición social, siguiendo los tres temas del teatro barroco español: el amor, la religión y el honor.

En cuanto a su lenguaje, es solemne y bello, favoreciendo el uso de antítesis, metáforas e hipérboles. Aunque podría estimarse que es la culminación teatral del culteranismo-cuya finalidad es impresionar y confundir con lo laberíntico, sensorial y disperso de la expresión- el autor procura que las metáforas sean fácilmente entendidas por su público.

Otra característica de su obra es un profundo pesimismo a pesar de la libertad de decisión humana. Solía contraponer la razón y las pasiones, lo intelectual y lo instintivo, el entendimiento y la voluntad.

Con Calderón de la Barca adquirió plena relevancia la escenografía -memoria de las apariencias— y la música (se le considera el primer autor de libretos de zarzuelas), en búsqueda de un espectáculo que uniera las diversas artes plásticas.

Su refinada fórmula dramática y estilo fueron imitados por importantes autores que, como él mismo, reciclaron obras ya compuestas por Lope y sus discípulos ala vez que compusieron piezas originales. Entre sus seguidores se encuentran Francisco de Rojas Zorrilla, Agustín Moreto, Antonio de Solís y Rivadeneyra, Juan Bautista Diamante, Agustín de Salazar, Sor Juana Inés de la Cruz, Cristóbal de Monroy, Álvaro Cubillo de Aragón y Francisco Bances Candamo, entre otros.

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