Por Alegría Martínez/ La ilusión de una vida de hombres sin mujeres y de mujeres sin hombres, riñas ni sufrimientos, impulsa a la madre de dos hijas y al padre de dos hijos, a buscar una lejana isla donde vivir libremente, pero la coincidencia de objetivos en ambos progenitores, los hace coincidir en el lugar donde se imaginaron a salvo.
El dramaturgo Alfredo Sanzol, oriundo de Pamplona, se propone romper los prejuicios de género que ambos sexos escupen contra el y la otra desde hace siglos, a través de su obra La Ternura, que hábilmente utiliza recursos de las obras de Shakespeare para plantearlo con humor e inteligencia.
Como si mantener a hijas e hijos alejados de toda tentación fuera la manera de protegerlos, la madre y el padre de esta divertida comedia, inculcan a su respectiva descendencia, un rechazo extremo hacia las personas que no son de su género.
Un Galeón cerca de Inglaterra, conduce a los prospectos de marido de las dos hijas de una madre -cierta de que las mujeres han sido usadas durante siglos como moneda de cambio- rumbo al matrimonio previamente pactado. Hastiada de depender de la voluntad de los hombres y de mantenerse en silencio, la dama concibe planes y utiliza enseres mágicos para trocar la suerte a su favor, cuando corre el año de 1548.
La llegada de las tres damas a una isla desierta, donde un padre celebra 20 años de vida con sus hijos, sin tratar mujeres, interrumpe la felicidad del llamado Leñador Marrón, que tarda en descubrir la naturaleza de las personas intrusas.
Es así como Sanzol, autor, director de escena y director del Centro Dramático Nacional desde enero de 2020, juega con el lenguaje, con las formas y con la antigua y castrante educación que separa a los seres humanos de la posibilidad de conocerse y de entablar una comunicación que los acerque sin importar su género.
La Ternura, es un ingenioso y elocuente texto, mediante el que su autor hace homenaje a Shakespeare, no sólo a través de sus juegos escénicos, de los equívocos, del cambio aparente de género mediante prendas de ropa y apliques, sino de un lenguaje que destaca los prejuicios y las etiquetas que se han transmitido de una generación a otra como si se tratara de verdades universales probadas, que insultan, hieren a la otra persona y han creado rencor y distanciamiento entre las personas.
La inmensidad de defectos de las mujeres en voz de los personajes masculinos y de los hombres, expresados por los personajes femeninos, hace reír al público a carcajadas por lo certero de lo que expresan con la carga negativa adicional de quien los profiere como latigazos.
La adaptación de la obra de Benjamín Cann, también director del montaje, es un acierto que el público celebra al reconocer canciones populares dichas como si de se tratara de un verso y juegos de palabras que constituyen gozosas batallas verbales o críticas ofuscadas.
Parlamentos vinculados con los 14 títulos de las comedias escritas por Shakespeare, mencionadas en el momento preciso, amplían en conjunto la perspectiva de la paradoja y la conciencia sobre lo que realmente esconde la obcecación permanente contra hombres y mujeres.
Mónica Dionne y Alejandro Calva, actores de importante trayectoria, encabezan el elenco integrado por Carla Medina, en el papel de la hija mayor, Luisa Guzmán Quintero, como la menor, Pierre Louis en la interpretación del Leñador Azul cielo, hijo menor y Arap Bethke como el Leñador Verde mar, mayor que su hermano.
Destaca como en contadas ocasiones, el trabajo de voz realizado por los integrantes de este elenco, que desde el significado de las palabras, la claridad de la pronunciación, el volumen y el tono, comunica lo que esta obra intenta expresar, aunado al desempeño actoral, acorde a las exigencias de la comedia.
Es así como desde el más experimentado hasta la más joven, actrices y actores inmersos en el juego extremo en el que sus personajes se defienden del amor y de la ternura como de una enfermedad contagiosa, el público se hace cómplice del enamoramiento, de lo que en la juventud se siente por encima de la voluntad, ante la cercanía de otra persona.
La escenografía de La ternura, diseño de Emilio Zurita, utiliza un gran telón azul, de fondo, cercano a proscenio, con aberturas intermedias en lugar de puertas, como por lo general se utiliza en las comedias de enredos, y una alfombra color neutro como únicos elementos, que resuelven eficazmente el reto del ritmo que la obra exige.
La iluminación de María Vergara, abre paso a los lugares imaginarios a que alude la acción de este montaje, cuya dirección escénica apuesta acertadamente y con óptimos resultados, al desempeño actoral.
Asimismo, Cann acude al bello y funcional diseño de vestuario de Estela Fagoaga, para aludir a la grandilocuencia de la época, desde el detalle de vistosos y sencillos trajes, según el personaje, que sin embargo, como ocurre al interior de quienes los portan, revelan signos de lo que ocultan.
La Ternura parte de un texto valioso y divertido que mueve a la reflexión sobre los extremos, el cliché que condiciona el comportamiento social y la falta de conocimiento sobre las personas, al tiempo en que enfatiza, como lo dice su autor que: “Una sociedad sin ternura, es una sociedad en guerra”.
La presente producción de Morris Gilbert, que ha elegido obras de autores españoles para un público que ha dejado de buscar el entretenimiento vacío, es una buena opción para una noche divertida a manos de un equipo artístico que bajo la batuta de Benjamín Cann, se entrega al juego con gozo y profesionalismo.
La obra se presenta de forma alternada cada semana con Atrapados (Escape Room), de viernes a domingo, en el Nuevo Teatro Libanés, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.
Muy mala obra no la recomiendo. Cero escenografía la trama muy mala.