En el vasto y misterioso mundo del teatro, las supersticiones han tejido su propio telón de tradiciones y creencias a lo largo de los siglos, más allá de las luces brillantes y el aplauso del público, los actores y equipos de producción han abrazado rituales y precauciones en un intento de conjurar la mala suerte y garantizar un desempeño exitoso.

Este vínculo entre lo sobrenatural y la escena nos revela la fascinante y arraigada relación entre las supersticiones teatrales y la búsqueda eterna de la magia escénica.

Evita vestir de amarillo. Este color ha sido desterrado del escenario, y su prohibición tiene sus raíces en un trágico incidente ocurrido en febrero de 1673. Durante el estreno de “El enfermo imaginario”, el renombrado dramaturgo francés Moliére, vestía de amarillo, se sintió enfermo y falleció minutos después en su hogar. Desde ese fatídico día, el amarillo se considera un color vetado en el teatro. Incluso figuras prominentes como Oscar Wilde sufrieron las consecuencias de esta superstición, incapaces de estrenar obras como “Salomé” (1958), ya que la mayoría de los bocetos escenográficos contenían este color.

“Mucha mierda”. Esta es la expresión más famosa en el ámbito teatral. Seguramente, la has escuchado alguna vez, especialmente antes de que inicie la función. Aunque resulta un tanto convencional y malsonante para aquellos no familiarizados con el teatro, se utiliza como un deseo de buena suerte antes de entrar en escena, con la creencia de que todo saldrá de manera favorable. En caso contrario, se teme que ocurra lo opuesto.

No a los claveles. Es habitual que los actores reciban antes o al término de la función un ramo de flores, pero jamás claveles. Esta superstición proviene del siglo XIX, en esa época, las contrataciones eran por temporada y la manera de avisarles si su contrato había sido renovado era enviarle un ramo de rosas; si, por el contrario le enviaban claveles, era una sutil forma de decirles que estaban despedidos.

Prohibido decir Mac*th. El sólo pronunciar su nombre es sinónimo de mala suerte. Su mala fama surgió el mismo día de su estreno en 1606, cuando el actor que interpretaba a Lady Macbeth se enfermó y murió súbitamente. Después en 1703, cuando fue estrenada en Londres, Inglaterra fue embestida por una terrible tormenta que es considerada como la peor en su historia. Otro percance conocido, fue el que sufrió el actor Charlton Heston quien fue víctima de quemaduras en ambas piernas, mientras realizaba la representación de la obra.

Espejos en escena. Es ampliamente conocido que la rotura de espejos se asocia comúnmente con siete años de mala suerte y el ámbito teatral, no es la excepción. Los espejos son considerados elementos riesgosos debido a su potencial para generar problemas técnicos con las luces, distraer a los actores y, como consecuencia, originar una serie de malentendidos durante la representación.

Por Itaí Cruz, Fotos: Cartelera de Teatro y cortesía producción

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