Por Roberto Sosa/ Una actriz de teatro durante una representación de Elektra, dejó de hablar y moverse, los médicos determinaron que nada la obligó, lo hizo por voluntad propia, no se trató de una enfermedad física. Sin hablar con nadie se muda a su casa de descanso donde es cuidada por una enfermera; el mutismo ciñe la relación entre ambas, correlación que va más allá entre paciente y asistente, la cercanía se vuelve… íntima.
La puesta en escena se inspira en la cinta Persona del dramaturgo y director sueco Ingmar Bergman. La adaptación y dirección son de Gutemberg Brito, versión que se aleja de la historia original, a cambio ofrece al espectador una fastuosa puesta en escena que pondera elementos como la música, iluminación y movimiento escénico. Brito esboza un poco del relato a través de un espectáculo interdisciplinario cuya estética desborda el escenario.
La obra se constituye con dispositivos artísticos, allí convergen un trío de cuerdas, dos cantantes de ópera, un percusionista y tres actores en escena. En este sentido la dramaturgia es más visual y sonora que estimula los sentidos de los asistentes. En su versión Gutemberg destaca el erotismo como forma de expresión, cada personaje se expresa con una gran carga erótica, elemento que se adhiere al relato.
Las actuaciones son de Adriana Butoi en el personaje de Elisabet Vogler, Pilar Couto como Alma y Natanel Ríos es el hijo de Elisabet. Para interpretar a la protagonista se requería de una artista versátil, Butoi lo es, su labor es a través del performance el cual domina sobre la actuación, espléndido trabajo, sin duda. Su personaje opta por el silencio, con lenguaje corporal y expresión facial se permite manejar acertadamente el subtexto.
Pilar se ha caracterizado por encarnar personajes dramáticos, intensos, en el límite, aquí muestra aptitud y talento al encarnar a Alma, una mujer más contenida. Natanel es la primera vez que lo veo en una obra de teatro, con poca experiencia, no obstante se para sobre el escenario con la certeza que sabrá hacer lo que el director le indica, y lo hace bien. Es el elenco idóneo para esta obra.
Persona, tanto en la película como en esta obra de teatro, no se sabe porque Elisabet decide callar, sin motivo aparente ha dejado de hablar. En el filme, Bergman nos introduce en la psique de la protagonista, su silencio la extrae del mundo exterior, es como un escudo que Alma no logra penetrar.
La cinta fue interpretada como una representación de la teoría junguiana (psicología analítica, también conocida como psicología de los complejos y psicología profunda, denominación oficial dada en 1913 por el médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo Carl Gustav Jung).
Gutemberg Brito en su obra explora el mundo onírico y erótico por donde transitan los personajes. En la historia original el hijo de Elisabet aparece muy poco tiempo, acá es una presencia importante que provoca y despierta pasión en las dos mujeres. En un espacio ambiguo la obra abraza de manera artística la historia con sus personajes.
No es la primera vez que Brito visita la cinta de Bergman, en 2018 presentó otra versión con la obra Pulsión, que formó parte del Ciclo Escénico de Titulación de la Maestría en Dirección Escénica de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT).
La puesta en escena cuenta con el diseño de escenografía de Heidi Lamadrid; iluminación, Paulina Montiel; vestuario y caracterización, Anabel Ortega. Música original, compositor y percusiones, Miguel Francisco Manríquez Fernández; soprano, Atziry Rivera; contratenor, Salvador Márquez Garay; violín, Fabián Flores; viola, Samuel Morgan; violonchelo, Luis Ángel Ballesteros.
Corazón Compañía Creativa la presenta en el Teatro Salvador Novo de la ENAT de jueves a domingo, hasta el 14 de mayo, consulta horarios y precios, aquí.
