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MAMÁ SE FUE A LA LUNA: Un viaje metafórico y electrizante al espacio y la memoria



Por Mariana Mijares/ A los humanos les tomó siglos de preparación poder conquistar la Luna, lo que finalmente se logró en 1969. La Luna y la Tierra ejercen una atracción gravitacional entre sí, y esta dinámica gravitatoria de la Luna sobre nuestro planeta, combinada con otras fuerzas tangenciales, hace que el agua de la Tierra se redistribuya, creando mareas. Además, este satélite es ese lugar figurado a donde la gente se va cuando está distraído o ausente: ‘Estás en la Luna’, dice la expresión popular.

En el caso de la nueva obra que se presenta actualmente en Un Teatro, la Luna el lugar al que Catalina (Ana Guzmán), una joven de alrededor de 15 años, elige como el lugar al que se fue su mamá, Dalena (Samantha Delgado), esto para explicarles a sus hermanos pequeños su ausencia. Dalena no explicó por qué, ni a dónde se iba, así que es mejor creer que está en el espacio y no que los abandonó sin decir palabra alguna.

Así inicia Mamá se fue a la Luna, obra escrita y dirigida por Clemente Vega que resulta uno de los trabajos más propositivos y emotivos actualmente en cartelera.

Porque más allá de tener la Luna como un concepto, Vega crea todo un universo alrededor de ella: un grupo de actores y bailarines que, a manera de ensamble de musical, acompañan a los protagonistas en su aventura; un grupo de cuatro actores que interpretan a un tipo de extraterrestres con sonidos y vestuarios particulares y llamativos; un diseño de escenografía 360 que recuerda el sistema solar, y una propuesta de sonido y hasta de música ochentera que refuerzan en todo momento la idea de que estamos en un montaje donde las posibilidades son infinitas.

Además de lidiar con la ausencia de su madre, y de cortar su adolescencia para obligarse a ser adulta en ‘Tierra’, Catalina debe sortear situaciones tan mundanas como cocinar y preparar el lunch de sus hermanos, pero también tan ‘extraterrestres’ como enamorarse por primera vez. Su papá ha quedado demasiado afectado tras la partida de su esposa, de alguna manera él también está en la Luna, así que alguien tiene que bajar a Tierra y estar ahí para los más pequeños, para sacarlos adelante.

La familia nuclear de Catalina se complementa con su abuela (Carmen Vera), una figura que funge como una especie de mentora y acompañante. Alrededor hay otros ‘satélites’: el chofer, una vecina metiche y el eterno enamorado que la llevará a un viaje de vida.

Como estrellas fugaces, otras figuras van entrando y saliendo de su vida, pero pocas tienen el impacto de su madre, quien vuelve a aparecer y desaparecer como meteorito, cambiando y marcando, todo a su paso. Cada que ella regresa parecería que la vida será distinta; pero volverá a irse, cambiando así las perspectivas y los sentimientos de
la misma manera que la Luna afecta las mareas.

Las coreografías de Hideliza Cruz y todas las acciones del ensamble funcionan increíblemente para remarcar los sentimientos de la protagonista; resaltan los momentos alegres, como una graduación o una boda; y acompañan en los emotivos, como las inevitables despedidas. El ensamble está conformado por Alexis Lugo, Brandon Calvillo, Gina Gran B, Pamela Rosendo y Verito García.

Con piezas fluorescentes, accesorios que recuerdan antenas y lentes de colores, el diseño de vestuario fue coordinado por Miriam Quijano, quien logra encontrar el balance perfecto entre lo Terrestre y lo Extraterrestre; entre la realidad y la ficción por las que se transita continuamente en este espacio.

Los seres de otro planeta, aquí llamados ‘Selenitas’, son Arturo Belmar, Bruno Saga, Ian Galicia y Marian Guzmán. Es remarcable cómo estos actores están tan presentes en el escenario; no necesitan diálogos o grandes movimientos, sólo con miradas, expresiones o reacciones, acompañan y suman a la protagonista.

Junto a ellos por momentos suele aparecer una astronauta (Fabiola Villalpando), figura que podría interpretarse como un reflejo de Catalina, a quien le apasiona la astrofísica y quien sueña con viajar el espacio; pero de manera literal, no como mamá.

En la realidad, el director se inspiró en su propia familia para escribir esta historia, la odisea de cómo su mamá sacó adelante a sus 5 hermanos luego de la partida de su abuela. Es una historia muy personal, pero que con tanto cuidado, detalle y emotividad se vuelve universal.

Mamá se fue a la Luna es una historia de pérdida, de resiliencia y de familia que realmente podía contarse de infinidad de formas -casi hasta con pocos actores y elementos básicos de escenografía-; pero la magia de la propuesta de Vega es que no tiene límites, que vuela no solo su propia imaginación y la de sus actores, sino la del público.

Desde que despega como cohete, esta compañía nos lleva a un viaje muy especial en el que cada persona se puede acordar de su propia madre y de los viajes que cada uno hacemos a lo largo de nuestra vida; todo en un universo colorido y lleno de magia.

Sin duda Vega se ha vuelto una estrella brillante en el universo teatral mexicano. Que nunca paren las aventuras que nos lleven hasta el espacio y a sentir como que visitamos otros planetas; ahí, la fantasía es infinita…

La obra se presenta los miércoles hasta el 30 de agosto en Un Teatro, consulta horarios y precios, aquí.

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