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LAVAR, PEINAR Y ENTERRAR: Ingenioso juguete escénico



Por Alegría Martínez/ El sonido de música popular mexicana de los años 80’ en alto volumen, abre paso a una estética de barrio, donde una alta rubia observa desde su asiento a un hombre que la amenaza bajo una máscara de fomi, semejante al rostro de un zorro caricaturesco. Cotidianamente abierto al chisme, la transformación y la belleza externa, el lugar se vuelve el contendor de confesiones y retorno de hechos del pasado por una larga noche, durante la que el público no dejará de reír ante el absurdo de cada nuevo suceso.

Lavar, peinar y enterrar. Historias de una estética en serie, conjuga un conjunto de acciones y situaciones sorpresivas, que dan como resultado una experiencia placentera, a partir de la meta establecida por unos personajes propios de una comedia policiaca, que en su afán por cumplir sus sueños, son avasallados por su parte humana y descuidan las reglas del juego frente a sus rehenes.

El dramaturgo gijonés JuanMa Pina, quien se propuso generar situaciones dramáticas en espacios no teatrales, es el autor de Lavar, peinar y enterrar. Historias de una estética en serie, estrenada en una estética de Malasaña en 2014, en Madrid, que posteriormente llegó a distintos teatros españoles con gran éxito y actualmente se presenta en la Ciudad de México.

La obra que exhala un divertido humor almodovariano, es dirigida por la también actriz, productora, adaptadora, diseñadora de vestuario y de caracterización escénica, Pilar Boliver, experta en el complejo tono cómico y en la estética escénica que exige un texto de esta naturaleza.

Planteada como un secuestro a cargo de dos hombres, al interior del negocio, sostenido mediante el esfuerzo y el trabajo invertido durante años por su dueña, la obra ubica a este personaje femenino, a su asistente y a los dos delincuentes, en una tensa situación, permeada por la torpeza de los dos últimos, que al liberar sus secretos de manera inconveniente frente a los otros, generan las carcajadas de un público que sigue paso a paso la transformación de todos los involucrados a medida que la acción avanza.

Cada uno se ha construido una actitud para navegar por la vida: la mujer se protege bajo una apariencia férrea y transparente, apegada a su arduo esfuerzo de años de trabajo como escudo protector del infortunio; el asistente, listo y siempre alerta, se adelanta a todo acontecimiento y cotilleo mediante gesticulación y movimientos exagerados que revelan su crítica mordaz; uno de los dos maleantes presume su fortaleza física y evidencia su inmadurez, mientras el otro, quejumbroso e inseguro, va de los pasos acordados, a la duda y el cambio súbito de planes.

Entre espejos enmarcados por luces encendidas, sillones tapizados en blanco con botones de pedrería, carteles que ostentan distintos cortes y coloridos tonos, mueble para lavar cabello y escritorio al interior de un negocio de belleza donde dominan el color verde y el rosa, la puerta del fondo y la del baño, ocultan discusiones, serios malestares físicos, antiguos hechos inconfesables y descomposturas añejas que inciden de manera inesperada y determinante en la trama.

El entorno es idóneo para exhibir a cuatro seres humanos en busca de una ansiada felicidad que se les presenta como espejismo y se les escapa de manera intermitente, entre el sonido de éxitos como “El ladrón” de la Sonora Santanera, o “La vida es una tómbola”, interpretada por Marisol, que retumban en el espacio donde los personajes buscan ganar a toda costa.

Adaptado al lenguaje, los chistes y el contexto mexicano, el texto del también autor de obras como Punto y coma y Pisazo! deja al descubierto la ambición, las dudas, amoríos, secretos y el vaivén constante en el que transcurre la vida de unos personajes comunes, cuya aspiración es mejorar su situación económica, amorosa y gozar de estabilidad.

La mirada escrutadora de Pilar Boliver, una de las pocas directoras que resuelve ingeniosamente los retos tonales propios de la comedia, conduce a su elenco por el rigor actoral que exige una obra en la que toda posibilidad de resolver los obstáculos genera uno nuevo y aún más absurdo. Es así como Lavar, peinar y enterrar, progresa en el asombro del público que acompaña fielmente toda acción, por más descabellada que parezca.

El vestuario, diseñado detalladamente y en concordancia con el lugar, los personajes y lo extremo de la circunstancia, está conformado, en el caso de la dueña de la estética, por un vestido con líneas rosas y negras sobre fondo blanco, atuendo que completan unas medias blancas caladas y zapatos rojos de plataforma; su asistente usa un ceñido overol naranja con playera amarilla abajo y tenis blancos con estoperoles; los secuestradores visten pants negro y verde seco respectivamente, botín de agujetas y playera sin mangas, que en el caso de uno de ellos deja ver su brazo con tatuajes de figuras mexicanas, desde la imagen de Frida Kahlo, hasta una colorida piñata de burro, o una muñeca con ropa típica; el ceñido impermeable azul marino sobre pantalón acampanado de Chayo, personaje en discordia; los amplios pantalones estampados con fondo blanco y el saco azul de la mujer gringa; y el pantalón verde con camisa estampada, en sutil combinación, de la acaparadora pareja de la cultora de belleza, integran parte del universo ochentero kitsch que enriquece la propuesta y dialoga con el espacio.

Angélica Bauter como la oronda dueña del negocio, Ignacio Saucedo como su asistente, que con cada gesto genera risas en cadena, Shiky como la parte sensible de los truhanes, Aldo Guerra como su compañero ingenuo de volátil apariencia ruda, Juan Carlos Martín del Campo, como Charo, la desesperada travesti y como la gringa demandante, y Tomás Strasberg en el rol del macho soberbio, pareja de la micro empresaria, conforman el equipo actoral de este montaje, ingenioso juguete escénico que al ponerse en marcha se adueña del público hasta el final.

Lavar, peinar, enterrar.Historias de una estética en serie, producida por Boliver, Shiky y Saucedo, quien también es asistente de dirección, cuenta con escenografía de Ximena Caleotti, atrezzo y utilería de Boliver, Skiky y Saucedo, diseño de vestuario, caracterización escénica y selección musical, de Boliver, iluminación de Mano Noriega y asistencia de producción de Roberto Wohlmuth.

La obra se presenta los sábados y domingos, hasta el 30 de julio, en el Foro La Gruta, consulta más información aquí.

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2 comentarios sobre “LAVAR, PEINAR Y ENTERRAR: Ingenioso juguete escénico

  1. Me encantó pues la dirección, el elenco, el libreto, la escenografía y ambientación, sonido, luces, fue una la combinación perfecta de éxito.
    Gracias por seguir haciendo teatro de altura.

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