Los textos de Arthur Miller, el gran dramaturgo norteamericano del siglo XX, son una garantía. El autor narra historias que atraviesan por temas que, a la distancia de varias décadas, nos siguen tocando. Ver uno de estos textos sobre el escenario se vuelve una experiencia que normalmente mueve al espectador. Este lunes inició temporada en el Foro La Gruta Todos eran mis hijos, bajo la dirección de Diego del Río. La puesta en escena entre sus aciertos tiene el de respetar y poner en el foco el texto del autor y contar con un elenco que logra una interpretación muy eficaz.

Se trata de un proyecto independiente, que se realiza como una cooperativa, según señaló su director. Ha sido, dijo Del Río, “un proceso muy íntimo”, una producción que se ha levantado con buenas intenciones y donaciones de conocidos y colegas.

Todos eran mis hijos es un texto fundamental en la obra de Miller. Es una dura crítica a la sociedad estadounidense y su doble moral. Una visión sin concesiones sobre el costo que ese país pagó por su hegemonía mundial: la vida de sus hijos, literal y figuradamente. Nos habla en el contexto de los años inmediatos a la finalización de la Segunda Guerra Mundial en los Estados Unidos, pero tiene un alcance universal al cuestionar cómo el ser humano, bajo el sistema que salió victorioso de la guerra, es capaz de hacer, permitir y justificar actos injustificables.

La puesta en escena de Diego del Río cuenta con las actuaciones de Arcelia Ramírez, Pepe del Río, Ana Guzmán Quintero, Gonzalo de Esesarte, Fabiola Villalpando, Nicolás Pinto, Angélica Bauter, Evan Regueira y Eugenio Rubio. El texto del autor fluye en voz del elenco, mantiene la tensión y la atención del público durante los tres actos que componen la obra, cerca de tres horas de intensidad que se van en un suspiro.

El equipo creativo lo completa Isabel Becerril, encargada del diseño de vestuario, escenografía e iluminación. La producción ejecutiva corre a cargo de Marla Almaráz.

Arthur Miller es uno de los máximos representantes del realismo norteameriano. Es también uno de los más grandes y controvertidos dramaturgos estadounidenses del siglo XX.

A los 28 años estrena su primera obra en Broadway, Un hombre con mucha suerte, la cual, contrario a su nombre, no tuvo tanta suerte. Del montaje solamente se realizaron cuatro representaciones. Sin embargo, tan solo cuatro años después, en 1947, estrenaría Todos eran mis hijos, la cual duró casi un año en cartelera y le hizo acreedor al premio del Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York.

Entre sus obras más famosas están también Muerte de un viajante (1949), Las brujas de Salem (1953) y Panorama desde el puente (1955).

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Por Óscar Ramírez Maldonado, Fotos: Cartelrera de teatro.

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