Ylia Octavia Popesku nació en Caracas, Venezuela, hija de migrantes, de padre rumano y madre andina española. En 2013 junto con María Inés Pintado hacen la adaptación de cuatro obras emblemáticas del autor ruso Fiódor Dostoyevki, “ El idiota”, “Los hermanos Karamazov”, “Diario de un loco” y “Demonios”, en la obra “Dostoyevki: El demonio y el idiota”. En 2016 escriben “Karamazov, todo está permitido” versión de la original “Los hermanos Karamazov”. En 2018 ya como actriz de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) participa en “Bajo el signo de Tespis” y “El origen del mundo”. Su más reciente trabajo con la CNT es en la obra “Ya no hay bosques de niebla”, adaptación de Tío Vania de Antón Chéjov.

En entrevista para Cartelera de Teatro:

¿Dónde estudiaste?

Entré a estudiar en el Taller Nacional de Teatro de la Compañía “Rajatabla”, creía que mi área era el teatro. No solo estudié con ellos, fui elegida a formar parte del elenco estable de la Compañía del Maestro Carlos Giménez (él estuvo aquí en México, lo deportaron y finalmente hizo una gran labor por el teatro latinoamericano en Venezuela). Él era quien organizaba el Festival Internacional que llegaba a México. En 1987 fue la primera vez que vine a México con “La Celestina” de Carlos Giménez en el Teatro de la Ciudad. En estos festivales internacionales de Carlos Jiménez vi un espectáculo de un grupo de Letonia, era una “Gaviota” de Chejov, no daba crédito lo que veían mis ojos, no sé qué me pasó, me hipnotizaron, me enamoré de la manera de trabajar, me acerqué a ellos y me dijeron que había opciones de estudiar allá, había extranjeros que estudiaban Artes, me moví para ver cómo eran esas opciones”.

¿Cómo fue tu formación como actriz?

Entendí que la única posibilidad de entrar a la Unión Soviética era con una beca que me diera el gobierno; y la posibilidad era a través de la Unesco, hice los trámites, me gané la beca con todo pagado, casa, alimento y escuela. La beca fue por seis años. Tú llegabas y te mandaban donde los comunistas decidían, y a mí me tocó en Kiev, Ukrania. Era obligatorio un año estudiando el idioma, es como una preparatoria en ruso (y volví hacer otra prepa más) En Kiev, Ucrania (te lo comentaba, que fue para mí doloroso tocar esos temas en la obra) ya que terminas empiezas a adicionar para ver en donde te toca estudiar, dependiendo del resultado de tus audiciones, te podían enviar a cualquier ciudad de otra república, la capital, etc. etc. Yo había pedido artes, así que podía quedar en artes plásticas o en la escuela de teatro de Stalingrado perdida en una tundra (congelada…jaja) comiendo salchichón y manzanas“.

Afortunadamente mis audiciones fueron apropiadas y fui a avanzando, avanzando hasta llegar a Moscú. Allí intenté entrar al MXAT, la escuela de teatro iniciada por Stanislavski, que es la Escuela del Teatro de Arte de Moscú, en ese entonces la dirigía el Actor Oleg Tabakov, pedí una entrevista con él, le “imploré de rodillas” que me dejará entrar, en ese tiempo esa escuela no aceptaba extranjeros; me abrazó, lloramos juntos, me dijo: la Universidad de Cine te puede aceptar, audicioné 400 a 1 en la Universidad de Cine y después de tres rondas quedé. Hablar ruso era obligatorio, no había manera, tenías que hablar ruso. Entré al VGIK la escuela de cine en la que estudió el Maestro Andrei Tarkvoski. Entre a la maestría de actuación para hacer cine y teatro, para ellos no hay diferencia entre una cosa y la otra; el camino para entrar a un personaje es igual en cine o teatro“.

Estudié cuatro años de maestría, un año más de posgrado en pedagogía, me alucinó tanto que yo quería aprender a transmitir esto. Me quedé más estudiando para ser maestra. Rajatabla me influenció, claro, con ellos descubrí la pasión aun cuando yo era adolescente. Se dio la oportunidad junto con un amigo Rogelio Nevares, mexicano, de Monterrey que también estudió en conmigo en la universidad de Cine la posibilidad de venir con nuestro maestro ruso Yuri Borisovich Ilyachevski a abrir una escuela aquí, la Escuela Rusa de Actuación en México. El año que viene cumplo treinta años aquí, actuando y dando clases; primero en la escuela rusa de la que fui secretaria académica, luego en la ENAT, en la UNAM, Casa Azul, el Instituto Ruso y luego talleres míos. Ahora siento que son momentos de cambio de irreverencia, de anarquismo“.

¿Cómo fue tu acercamiento con el teatro ruso?

Fue mágico, iba al teatro y veía cómo la gente amaba el teatro, increíble, lo aman, la gente se viste con propiedad cuando va al teatro, se arreglan, siempre está lleno el teatro; llegan con flores, siempre llevan flores. Conocen bien a sus actores, desde el “sombra que pasa dos”, los admiran y los aman. Allá los actores y artistas están al nivel de los científicos. Entregan unos premios, los Narodni Actor, que es el Premio al Actor del Pueblo, cómo el Oscar; están los que han ganado ese premio, le siguen los actores de soporte, los jóvenes y los extras, pero a todos los abrazan y aman. Eso me llenaba el alma, es un respeto y admiración por el arte, el cine, la poesía, las novelas, la pintura“.

En los libros siempre encontrabas leyendas de propaganda política; leía un parlamento de Chéjov y de pronto aparecía un párrafo que decía: ‘El gobierno de la URSS respeta y ama al pueblo etc., etc…’. Siempre había una idiosincrasia política que empapaba a la gente. El socialismo tenía control de muchas cosas, pero independientemente de esa política tan dura, había una libertad impresionante entre los artistas; un forma de ver el mundo mucho más libre que muchos que yo conozco en la aparente libertad actual. Un movimiento underground, libre de querer leer y trabajar y amar a sus autores no reconocidos por el gobierno; en fin, fue bellísimo. Es un pueblo que de verdad me enseñó mucho. Me fui muy joven de mi casa, y ellos fueron los que me instruyeron a ver el arte; mi papá, él me instruyó a leer mucho de niña, a escuchar la música clásica, -era un apasionado de la música clásica- Rajatabla me enseñó a amar al teatro con pasión y crear desde mi corazón, y en la Unión Soviética, Rusia, Moscú, estructuré mi metodología y mi técnica”.

¿Cuál fue tu mejor experiencia?

Fue el conocerlos de manera profunda, leerlos y saber su idioma. Leer a Dostoievski, Chejov, Gogol, Pushkin, a todos ellos los conozco de atrás para adelante, creo que esa es la satisfacción más grande. Desde luego conocer a los maestros que me guiaron en ese camino, en mi investigación creativa. Su transmisión oral que viene de generaciones, desde el origen sobre la pedagogía del maestro Konstantin Stanislavski, sus palabras a través de otros maestros, evolucionando y modernizando su legado de alguna manera y que sin embargo seguía y seguirá esa esencia; esa llamita auténtica de ese momento histórico en el que se transformó el teatro y el arte del actor. Fue lo que hizo el maestro Stanislavski, le dio lugar y respeto al trabajo del actor, que siga existiendo ese respeto, creo que es lo más valioso de haber viajado allá, sin duda. Chejov hablaba de la pasión del ser humano que nos lleva a lugares terroríficos y a lugares maravillosos”.

¿Cuáles serían las similitudes –si las hay- entre el teatro ruso y el mexicano?

Similitudes; el temperamento del mexicano y del ruso tiene la misma esencia. Aquí encuentras a gente muy talentosa y valiosa; los escritores mexicanos son verdaderamente un material vasto, inagotable y el talento es lo que caracteriza al mexicano, por ejemplo ahora que trabajamos en este proceso de Chejov, el resultado para mi es sorprendente. Diferencias; aquí las escuelas enseñan que lo importante es lo que se dice, hay una escuela heredada de España, que es la escuela de la palabra y también claro está la americana, Estados Unidos es tan melodramático. En cambio, en la metodología rusa lo importante es lo que hace y piensa el personaje, solo de ahí surge la palabra y la emoción. Allí hay una confrontación, que para mí es muy clara, la veo en el trabajo de mis colegas, para muchos es muy importante lo que están diciendo, sintiendo y no lo que está pensando y haciendo el personaje. Finalmente los seres humanos pensamos una cosa, hacemos otra, decimos otra y sentimos otra. Se sustituye el trabajo actoral por la emocionalidad en la manera de hablarla“.

Para mí eso es diferente. Un ejemplo, en esta obra viste la escena de Elena con Astrov, lo que ellos dicen es lo que habita la palabra y la habitan de una manera virtuosa –no digo que no-, es literal lo que dicen, un poco así eran los griegos, el teatro griego conectaba lo que piensas, lo que dices y lo que sientes y el mexicano es así, por eso es tan poderoso el arte mexicano. ¡Es contundente! Lo veo y digo sí, pero cuando ves un Chéjov trabajado así se vuelve un melodrama y no una pieza; el público lo percibe como melodrama, se conecta, se ríe, pero desde el melodrama se pone una especie de distancia; lo que buscan los rusos es que el público se meta en la obra y se cuestione así mismo es ese momento, no después, sino en ese momento. Son diferentes los impulsos, quizá es algo abstracto lo que digo, pero yo sé que se puede hacer. Muchos lo hacen por intuición o porque lo deducen de su trabajo profesional continúo”.

Veo el trabajo de Julieta Egurrola, Giménez Cacho y muchos otros que lo hacen con su intuición, colmillo y oficio; algunos actores lo hacen, no es que la escuela de aquí te enseñé hacerlo así, los ves y dices que gran actor ¿dónde estudió? Pero no fue en la escuela donde aprendió eso, ha trabajado tanto que ya tiene esos canales diferentes. Hay muchos virtuosos, los veo. Aquí no se te enseña actuar así, acá te enseñan esta herencia también maravillosa de la palabra del Siglo de Oro, de los griegos; lo que piensas es lo que sientes y dices”.

Ya no hay bosques de niebla te hizo recordar cosas muy importantes, dolorosas tal vez, que te movieron mucho. Háblame un poco de esto.

Yo viví una Rusia en convulsión (Socialismo, Perestroika, Capitalismo) vi cosas terroríficas, vi gente muerta, vi tanques del ejército, los vi tres veces y por diferentes razones políticas cada vez. Se sentía y vivía la energía del cambio en todas partes, había armas libremente; sentías el peligro, tenías que tener tus documentos en regla sino te encerraban en una prisión (te podían enviar a Siberia) era real, no ficción. Sí viví cosas muy duras, perdí gente muy querida, mis maestros, compañeros, gente que amé, ver todo esto y recordar. Ahora ésta pandemia, ésta guerra (Ucrania vs Rusia) no doy crédito, cómo el mundo puede dar esos giros“.

Ahora entiendo desde mi entraña (no solo por empatía de conocimiento), por ejemplo a los judíos que estuvieron encerrados en estos “manicomios de crimen” alemanes. Empiezo a entender estos discursos que tanto leía en carne propia; la locura del ser humano. Se amaban los rusos y los ucranianos, había un amor y comunicación absoluta, Rusia protegía a Ucrania… y ahora matándose”.

Viviste en un país donde hablar de Dostoievski, Chejov o Gógol, era como hablar de religión. Fuiste a los lugares donde nacieron, las casas que habitaron…sus tumbas. ¿Qué sentiste cuando estabas ahí parada?

El estar ahí me hizo entender que también fueron seres humanos, no eran los panfletos de fotografía tridimensionales, eran seres humanos que sufrieron igual que tú y yo; tenían pasiones y también fueron gente cruel con muchos, con errores. Conocer sus vidas, muchas muy dolorosas y solitarias, me hizo entender por qué tenemos derecho todos a ser artistas si verdaderamente es lo que queremos, y es nuestra obligación hacerlo. Ellos tuvieron tantos obstáculos, de toda índole y a pesar de todo lograron lo que lograron, uno porque no”.

De estos tres autores ¿con cuál te identificas más?

Dostoievski es mi biblia, creo, (aunque en Chéjov cada uno de sus cuentos me dicen algo de la vida; todas sus obras de teatro me hablan de quiénes somos, porque estamos aquí, porque sufrimos, a que venimos) con Dostoievski entendí que podemos ser unas bestias y así mismo los más virtuosos. Me ha hecho entender eso, que somos seres humanos, perdonémonos, somos luz y sombra. Allá Todos lo amaban, lo tenían como el gran maestro, como un guía en la oscuridad“.

De Antón Chejov tomo con una ley y es con la que vivo: “La felicidad no existe, lo único que existe es el deseo de ser feliz”. Sabes, por un por un lado la Felicidad fue una invención de los comunistas y por el otro también lo fue de los capitalistas. Los capitalistas así te lo venden, “el ser humano tiene que ser feliz”.

Freud te vendía el individualismo y la felicidad (por eso Freud no fue bienvenido en Rusia, ahí se buscaba eliminar al individuo, ser un “Pueblo”) Lo único que existe-decía- es el deseo de serlo, y eso implica el deseo, ser feliz te lo tienes que proponer todos los días, porque no hay felicidad”.

Por Roberto Sosa, Fotos: Cortesía Compañía Nacional de Teatro

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