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EL COJO DE INISHMAAN: Un despliegue de humor negro



Por Kerim Martínez/ En su ensayo El Teatro y su Doble, Anton Artaud introduce el concepto del “teatro de la crueldad”, donde la meta principal es despertar emociones profundas en el público al enfrentarlo a conflictos vitales y deseos apremiantes. En esta línea, Martin McDonagh, el renombrado dramaturgo y director de cine británico-irlandés, inicialmente se destacó por la brutalidad presente en sus obras, que podrían considerarse como una vertiente de este tipo de teatro.

McDonagh (La Reina de Belleza de Leenane) emplea elementos violentos y grotescos para captar la atención del público, de manera similar a Quentin Tarantino en el cine. Sus obras se han presentado en todo el mundo y en diversos idiomas, convirtiéndolo en uno de los dramaturgos anglosajones más representados en Norteamérica.

En 1996, McDonagh estrenó en el Royal National Theatre de Londres su obra El Cojo de Inishmaan (The Cripple of Inishmaan) con un éxito rotundo. Esta obra teatral nos transporta a la misteriosa y remota isla de Inishmaan en la costa oeste de Irlanda en 1934. La llegada de un equipo de cine para filmar una película en la isla despierta la esperanza y la emoción entre los habitantes locales. Para uno de ellos, Billy Claven (apodado “Billy, el cojo), quien vive con una discapacidad desde su nacimiento, esta noticia representa una oportunidad única para escapar de su monótona existencia.

La narrativa de McDonagh es rica en matices, poblada de personajes complejos y un humor que, aunque hoy en día podría considerarse políticamente incorrecto, añade profundidad a la historia. El humor negro actúa como un recurso para aliviar la tensión en momentos críticos y profundiza en la psicología de los personajes. La sensación de claustrofobia y opresión en la que viven los habitantes de la isla se convierte en un catalizador de sus luchas internas y decisiones cruciales.

La traducción de Lorena Maza y la adaptación de la obra a cargo del director Fernando Bonilla, quien también es responsable de la traducción al español, mantienen el estilo crudo de McDonagh. En ningún momento se pierde la esencia del dramaturgo, los diálogos fluyen con naturalidad, y la inclusión de expresiones coloquiales (a la mexicana) resulta apropiada, ya que ayuda al público a empatizar aún más con la historia. Quizás habría sido beneficioso para la audiencia sintetizar algunos momentos de la obra original, ya que su duración de dos horas cuarenta minutos puede resultar extensa, pero se comprende el respeto de Bonilla hacia un dramaturgo de la talla de McDonagh.

A pesar de ser una comedia, Bonilla decide abordarla en tono de farsa, creando así un ambiente más cercano a un cuento. El elenco se caracteriza de manera notable al estilo de los personajes que podríamos encontrar en el universo de Tim Burton, presentando rostros pálidos (gracias al maquillaje de Maricela Estrada) y ropas oscuras, verdosas y desgastadas (a cargo del vestuario de Jerildy Bosch). Es digno de elogio el cuidado en la caracterización física de cada uno de los personajes, lo que permite al público distinguirlos con facilidad. La musicalización de Jordi Bachbush contribuye a que las transiciones escénicas fluyan con agilidad y dinamismo, sumergiendo a los espectadores por completo en este fascinante universo irlandés de fábula.

El escenario se compone de varios muros de piedra, una mesa y algunas sillas que los actores utilizan hábilmente para crear diferentes espacios escénicos. La iluminación en su conjunto establece una atmósfera fría que contribuye a transmitir una sensación de tristeza y simplicidad. En el fondo del escenario, hay un ciclorama que, desafortunadamente, parece no haber sido aprovechado al máximo. Hubiera sido beneficioso emplearlo, para crear diversas atmósferas mediante efectos de luz, con el propósito de añadir texturas visuales y permitir al espectador experimentar el paso del tiempo a lo largo de la obra. Tanto la escenografía como la iluminación están a cargo de Sergio Villegas. Se puede inferir que el director decidió dar prioridad al texto y a las actuaciones sobre el aspecto visual en esta producción.

El elenco en su totalidad ejecuta fielmente la visión del director. En el escenario, nueve actores de gran talento demuestran su destreza en la comedia, logrando que la audiencia ría a carcajadas y, al mismo tiempo, reflexione con cada diálogo cruel y áspero que pronuncian. Los personajes son hábilmente desarrollados por los intérpretes, cada uno de ellos posee una voz distintiva y motivaciones claras. Esta caracterización permite que el público se identifique con ellos, incluso en situaciones en las que sus acciones pueden resultar moralmente ambiguas.

Destaca la impresionante química entre Sofía Álvarez y Gabriela Murray en sus papeles como Eileen y Kate Osbourne, las tías adoptivas de Billy. Desde la primera escena, establecen de manera acertada el tono de lo que el público está a punto de presenciar.

Por su parte, Aldo Escalante, quien interpreta a Babbybobby Bennett, opta por un enfoque menos orientado hacia la farsa que sus compañeros, una elección que resulta fortuita en relación a la resolución que el personaje experimenta en una de las escenas finales.

A pesar de tener un papel con pocas intervenciones, Tina French (Mammy O’Dougal) exhibe su experiencia como primera actriz, haciendo que cada uno de sus movimientos en el escenario sea convincente y verosímil.

David Juan Olguín Almela (Billy, el cojo) construye de manera acertada a un personaje entrañable y conmovedor, profundamente herido por su círculo cercano. El joven actor lleva con dignidad el peso protagónico y demuestra en cada instante su pasión por estar sobre las tablas. El resto del elenco está conformado por Meraqui Pradis, Juan Carlos Beyer, Sergio Zurita y Demetrio Bonilla.

Ésta es la primera vez que El Cojo de Inishmaan se presenta en México, el montaje ha sido beneficiado por la convocatoria Efiteatro y es producido por la Sociedad Artística Sinaloense, dirigida por Leonor Quijada Franco.

La obra de McDonagh es conmovedoramente divertida, pero al mismo tiempo, desafía al público con las realidades más sombrías de la vida. La trama se desenvuelve en un mundo marcado por aspiraciones frustradas y sueños rotos, donde la eterna lucha entre el deseo de escapar y la lealtad a la tierra que uno llama hogar toma el centro del escenario. Como resultado, esta obra no sólo entretiene, sino que también invita a una profunda reflexión sobre la condición humana.

La obra se presenta de jueves a sábado, hasta el 4 de noviembre, en el Teatro Rafael Solana, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.

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