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DE PÍCAROS, TRUHANES Y ACTORES: Personajes cervantinos de cabaret



Por Alegría Martínez/ Chirinos y Chanfalla, personajes de El retablo de las maravillas, entremés de Cervantes, dejan calles y plazas para levantar su telón sobre el escenario de un teatro, donde pronto hacen a un lado el verso y le hablan de tú a un público dispuesto al diálogo espontáneo con una actriz y un actor que abren el juego del embaucamiento con la simpatía por delante.

Impregnados por ese afán festivo y abierto que otorga la experiencia de trabajar con Tito Vasconcelos, director -y autor, con Luis Esteban Galicia y la Compañía La nave de las locas-, de De pícaros, truhanes y actores, los integrantes del elenco, Galicia y Brissia Yeber, escenifican parte de la historia creada por el autor de El tratado de Argel, imbuidos por el cálido desenfado cabaretil.

El actor Luis Esteban Galicia, integrante de la generación 1994-1998, del Centro Universitario de Teatro (CUT), -que se diplomó entonces al actuar en El maleficio de la mariposa, interpretando poética y plásticamente a personajes de García Lorca, bajo la dirección de José Ramón Enríquez-, hoy construye a un Chirinos sencillo y astuto, que con naturalidad hace suyo al público, tras el bagaje de años sobre la escena.

Elementos y colores que aluden al siglo XVII, adornan la indumentaria de Chanfalla, que porta un largo jumper rojo, con aplicaciones de flores blanca y blusa abajo del mismo color, pero ella corre cómoda y resuelta por el escenario calzando sus tenis colorados. Por su parte, Chrinos, usa un elegante calzón de terciopelo a rayas negras, doradas y vino, camisa blanca, chaleco satinado color oro con flores y medias color marrón con parches rosa y azul marino.

Maquillados estilo clown y con micrófono de diadema, que recuerda la época actual, la actriz se disculpa con el público por la ausencia de un músico que debía dar función ese día, por lo que ella -sin ser músico-, interpretará algunas piezas con jarana y melódica. Quizá, el alcalde, Benito Repollo, personaje de El retablo de las maravillas, -ausente en esta versión-, quien en el texto de Cervantes intenta eliminar la presencia del músico Rabelín a toda costa, le cumplió el deseo a esa alta autoridad, a petición del director Vasconcelos, quien dice comunicarse con Cervantes por Ouija. Lo cierto, es que no se extrañó la presencia del intérprete musical, con la sencilla y eficaz ejecución de Brissia Yeber.

Hechos los comentarios sobre los murales de Jorge Vicario Román que ostenta en su interior el Teatro Sergio Magaña, -edificio que fue iglesia y auditorio agrarista-, los actores se dirigen al público a quien preguntan sobre el significado de las palabras pícaro, truhán y actor, que en opinión general guardan destellos de ladrón, aprovechado y engañador, con toques de humor, similares, -dicen-, a las características de quienes generan la charla.

Algunos rasgos didácticos en torno a La Celestina, personaje de Fernando de Rojas, que aclaran, sería hoy como una vendedora de Yakult, entre alusiones a Lázaro de Tormes, -personaje del Siglo de Oro nacido al pie del río que le da su apellido a este hombre que vive del engaño y el hurto-, se enlazan con más personajes y con comentarios sobre el PAN -el partido y la pieza de harina-, las tesis robadas, la venganza musical de Shakira, el hambre, los pobres y algunos asuntos más de interés general, festejados con risas por el público.

La presentación del retablo y sus maravillas, sustituye la presencia de un toro, de una manada de ratones, de dos docenas de leones rampantes y de osos colmeneros, así como de gotas de agua que tornan rostros femeninos en plata bruñida y barbas masculinas en oro, -como ocurre en el entremés de Cervantes-, por la invocación de algunos emprendimientos de construcción gubernamental en constante debate durante este sexenio. Al fin que, Tontonelo, el autor del artilugio y los actores, provocan la imaginación y el miedo al ridículo envueltos en fingimiento.

El hermoso y diminuto teatrino que los personajes depositan sobre una banca para dar paso a las maravillas, muestra su fondo a los espectadores que ríen y opinan desde su butaca, mientras algunos personajes de Cervantes, vivos en sus páginas, sienten las patas de un ratón subiendo por su rodilla, huyen del toro y perciben hilos de oro en sus bigotes.

Chirinos y Chanfalla no necesitan de Juan Castrado, de Pedro Capacho, ni del Furrier para reírse y evidenciar a una sociedad que después de siglos sigue instalada en las apariencias, el engaño, el racismo y la rapacería.

El homenaje al autor de La Numancia, El Quijote de la Mancha, Los trabajos de Persiles y Segismunda, y los Entremeses, entre otras obras del Siglo de Oro, es un montaje de cabaret festivo, que apunta a la reflexión sobre la falsedad a la que el ser humano se encarga de añadir cada siglo, nuevas vías para embaucar.

La obra se presenta hasta el 29 de enero en el Teatro Sergio Magaña, consulta horarios y precios, aquí.

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