Por Alegría Martínez/ Si el amor tiene que ver con el descubrimiento de lo que vemos a distancia, como las ballenas, con la posibilidad del flechazo a primera vista, con el lugar en el que nos conocemos, o con territorios que nos representan, su significado se expande cuando una actriz y un actor se plantean preguntas, representan a dos personajes que podrían ser pareja, e involucran al público en su búsqueda de respuestas.
Dos bancos de madera, un carrito organizador con ruedas giratorias, un estrecho mueble con cafetera, una lámpara de pie, dos tapetes de pasto sintético y un murete de madera con orificios y piezas cilíndricas como anclaje, para subir o bajar, a manera de rapel, conforman parte del espacio donde tiene lugar Avistamiento de ballenas, obra de Angélica Rogel, bajo su dirección, protagonizada por Gabriela Guraieb y Raúl Villegas Román.
Angélica Rogel, -directora de obras como Hamlet, de Shakespeare, protagonizada por Irene Azuela, Emma Dib y David Gaitán y La reina de Leenane de Martin MacDonagh, interpretada por Ana Graham, Sofía Álvarez, Antonio Vega y Roberto Beck,- que ha dado muestra de su creatividad frente al desafío escénico que estos complejos textos implican, decide en esta ocasión escribir libremente sobre el significado del amor en nuestros días y buscar respuestas a través del laboratorio creado por dos actores como personajes.
Espontáneos sobre el espacio lúdico en que se ha transformado el escenario, actriz y actor se dirigen al público, al que preguntan si el amor es casual o causal y definen a las personas como territorios, seres susceptibles de ser descritos a través de mapas, con todo y ballenas en su mar.
Con la intención de hacer partícipe al público, en algunos pasajes de la ficción, mediante preguntas directas respecto a si alguien ha estado enamorado, el montaje también toma en cuenta el significado de la palabra amor, que los espectadores han escrito en pequeños papeles antes de comenzar la función, lo que completa el contenido con el que la actriz y el actor dan sustento a su laboratorio escénico.
De esta forma, la autora y directora, plantea un entramado que aborda ficción y realidad, mediante el que los protagonistas de Avistamiento de ballenas, exponen con agilidad sus hipótesis como aquella de que los lugares los construyen las personas que los visitan y el amor “es más que una pelea entre botargas”, al tiempo en que acuerdan interpretar a una mujer y un hombre en el momento del primer encuentro.
Como si se tratara de una improvisación de largo aliento, en la que se pueden romper las reglas establecidas, cambiar de ruta, encarar al oponente y vincularse de nuevo, como sucede en la realidad, las parejas de los personajes creados por Gabriela Guraieb y Raúl Villegas: Federico y Nadia, y Tony y Silvia, indagan mientras suben y bajan del muro vertical, respecto a la idea del amor como expectativa; si la realidad es mejor que la ficción; qué es aquello que le atrae a una persona de otra; la posibilidad de una relación abierta, o cómo pueden estar juntos tanto tiempo quienes no se aman.
Aunque el peligro de que los espectadores puedan dar una respuesta poco imaginativa que no impulse mayormente el juego del elenco en su afán de construir la ficción en conjunto, Avistamiento de ballenas es una propuesta que inquieta, cuestiona, divierte y enfatiza la inmensidad de elementos que inciden en la ruta que toman las relaciones amorosas.
Gabriela Guraieb y Raúl Villegas Román, se plantan sobre el escenario bajo la piel de sus personajes-actores, a los que nutren de ese ímpetu álgido de indagación que requieren los montajes colectivos, como si se lanzaran a una expedición.
Un sencillo cambio de ropa, de camiseta sin mangas por camisa en el caso de él y de atuendo deportivo por vestido estampado, en el caso de ella, les otorgan el elemento externo para cambiar de personajes.
El permanente sonido de la batería, a cargo del percusionista Homero Torres, inunda el espacio desde la parte de atrás del muro sobre el que escalan y descienden los personajes, como si se tratara de un personaje más, sonoro e invisible, al que los actores se dirigen cuando necesitan acentos, contrapuntos o nuevos comienzos.
La posibilidad de juego que propone el espacio escenográfico de Airam Nanti, -también diseñadora de un vestuario sencillo, cómodo y actual, permite al elenco moverse libremente, como en un salón de juegos, donde el hecho de colocar los anclajes para transitar de manera vertical, hace que el espectador perciba a los personajes a distintas alturas físicas y metafóricamente internas, en aquellas zonas donde los ubican sus emociones cuando se encuentran y se distancian, ascienden o transitan por el suelo.
El diseño coreográfico de Richie Rodríguez, configura entre otras acciones, un sorpresivo beso que -como el montaje-, se libera de la inmovilidad y se extiende para unir a dos seres humanos que en su recorrido, cuestionan la verdad honesta, aprendida y convencional de ese gesto amoroso, que para cada persona es diferente.
Avistamiento de ballenas deja al público con la inquietud de aquello que sobre el escenario es ficción y lo que no lo es. Conduce al espectador al lugar del enamoramiento, a los recuerdos, a su propia topografía, a los autoengaños, los cuestionamientos, a la posibilidad de hacer un alto para empezar de nuevo, a la retroalimentación y a otra manera de pensar y sentir ante el amor hoy, cuando la mujer tiene un distinto cometido.
Repente Teatro, cuenta en este montaje con la asistencia de dirección de Estefanía Villamar, producción ejecutiva de Roberto Pichardo, asistencia de escenografía de Leonardo Craules Islas y diseño de iluminación de Ana Luisa Gama.
La obra se presenta los martes, hasta el 3 de octubre, en Teatro La Capilla, consulta horarios y precios, aquí.
