Por Alegría Martínez/ Anunciado como “el musical más grande de todos los tiempos”, la obra Amor sin barreras, que desde su estreno en 1957, Broadway, ha contado con diversas versiones teatrales y cinematográficas, con sus respectivas actualizaciones, llega de nueva cuenta a la cartelera del teatro mexicano con un elenco joven en su mayoría, que hace su debut en papeles principales, al lado de Biby Gaytán, quien a diferencia de hace 20 años, cuando encarnó el personaje de María, se desempeña ahora en el papel de Anita, la pareja de Bernardo, líder de la pandilla de los Sharks.
La esperanza de un lugar en el mundo al que todas las personas puedan pertenecer y convivir, sin violencia ni discriminación racial, política o religiosa, permea esta obra basada en Romeo y Julieta de Shakespeare, en la que bandas rivales de distinta nacionalidad, se disputan el territorio y el liderazgo entre pandillas en tierra estadounidense.
El presente montaje de Amor sin barreras, escrita por Arthur Laurents, con música monumental de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim, está basado en la concepción de Jerome Robbins y enteramente, en su producción original, su dirección y coreografía, según se lee en el programa de mano.
Gerardo Quiróz, productor general y director, y Óscar Carapia, director artístico, encabezan el numeroso equipo que acerca esta obra destinada a un público atraído mayormente por la fama que precede a Biby Gaitán, quien en esta ocasión comparte escena con su hija, Ana Paula Capetillo, que hace su debut en el papel de María, personaje que protagonizara Natalie Wood en 1961, en la cinta dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins, con guion de Ernest Lehman.
Tanto la presentación de la joven actriz y cantante, hija de Gaytán y de Eduardo Capetillo, como la del también debutante Axel Muñiz, (hijo del cantante Coque Muñiz), que hace el papel de Tony, el enamorado de María, además de la participación de Luis Caballero, conocido como “El potro”, (famoso por su trabajo en el reality Acapulco Shore, entre otras emisiones televisivas), a quien le fue designado el rol de Bernardo, jefe de la banda de los Sharks, constituyen en buena medida el imán de esta producción que concibe la comedia musical como un entretenimiento, más allá de un perfecto y equilibrado trabajo artístico.
Gerardo Quiroz, también actor, que ha producido decenas de obras, entre las que se encuentran más de siete montajes musicales como Anita la huerfanita, Aladino el musical, Cats y Amor sin barreras (en 2004), por mencionar algunas, parece centrar su interés con este estreno, en lo atractivo de ver a Biby Gaytán, en el revuelo que causa el encuentro en escena entre hijos jóvenes de artistas de la farándula nacional, sumado al de un influencer, más que en la actuación y la interpretación, creadoras de la magia que detona una comedia musical, independientemente de los temas que aborde.
Los personajes de María, Tony, y Bernardo, a cargo de Ana Paula Capetillo, Axel Muñiz y Luis Caballero, -respectivamente, más allá del canto y el baile, con los que cumplen como nuevos intérpretes-, no acaban de plantarse en el escenario, donde alternan con una Biby Gaytán que baila notablemente, canta, e interpreta a una Anita firme y con convicción, que además cuida amorosamente a María, -su cuñada en escena y su hija en la vida real-, especialmente durante la interpretación del dueto “A boy like that/I have a love.
El tendero Doc, encarnado por David Trillo, se percibe más derrotado que comprensivo y afable -al menos al principio-, cuando se trata del hombre protector, dueño del local donde se reúnen las pandillas, -espacio de escenas fundamentales.
El elenco en general, fuera de la ejecución coreográfica, parece dejar de lado a sus personajes de manera intermitente entre los números musicales, en contraste con Ana Pamela Garcés, quien maneja la alta energía y la circunstancia de su desesperado personaje, Equis, del principio al final de la obra.
Por su parte, Jimena Reynal, en el papel de Señorita Ojo alegre, personaje incitador del buen ánimo y la armonía durante el baile donde se fraguan amor y duelo, irrumpe con buen resultado en su breve intervención al nivel que la ficción solicita.
El diseño escenográfico resuelve las calles neoyorquinas y sus edificios mediante estructuras tubulares con escaleras y ruedas giratorias, cual andamios escenográficos que muestran fachadas y balcones, y al salir de escena revelan interiores, como si se ampliara el espacio, hasta el callejón con malla metálica que habla de esa ciudad donde acecha el peligro, entre anuncios publicitarios de la época que pierden color y forma.
Diversas proyecciones sobre el ciclorama, dan contexto al lugar de la acción como la calle, el gimnasio, el local de moda, la tienda-fuente de sodas, o el bajo-puente, en sinergia con elementos sobre el escenario como el mostrador, dos maniquís y una cama, sobre la que el público verá a María con sus amigas, en una especie de reunión amistosa, en la que canta “I feel pretty”, con lo que desaparece la esencia del soliloquio que tiene esa escena. Cabe mencionar que al volver, en otro momento, el lecho de María, cuando el público observa levantarse a los enamorados, los códigos de la época y parte del acendrado romanticismo propio de la obra, se extravían.
El vestuario retoma líneas rectas, volantes, alguna crinolina y colores brillantes en los vestidos de las chicas y equipa a los chicos con pantalón de mezclilla, tenis, camisetas y chamarras que mezclan épocas.
La interpretación en vivo de la obra de Bernstein, sin la orquesta que exige su partitura, pero con la entrega y buena ejecución del grupo de músicos aquí reunidos, parecía de repente adquirir tonos más bajos y falta de potencia y brillo en relación a las conocidas piezas de jazz, bebop, chachachá mambo, y diversos ritmos creados por el reconocido compositor, pianista y director de orquesta estadounidense.
Miguel Hernández, director de orquesta/percusiones y Gonzalo Alcántar, director de orquesta y contrabajo, Eduardo Vázquez, a la batería; Ángel Jimenez/Herlindo Ojeda Alavez, en el trombón; Juan Luis González/ Josué Oliver, trompetistas; Francisco Rasgado/ Diana Villegas Mora, en las percusiones; Luis Enrique Ortiz Simón, al saxofón y la flauta; Ignacio Medrano, en el Teclado 1, y Pamela Fajardo/ Alejandro González Santiago, al piano, son quienes interpreta en vivo, sobre una breve plataforma superior, a un lado del escenario, la obra musical de Bernstein.
Dentro del equipo creativo se encuentran: Hugo Robles en la dirección musical vocal; los coreógrafos Jonatan Kent y Juan Pablo Escutia. Samantha Salgado es la Coach actoral, Salvador Núñez, es diseñador de escenografía y Marcela Valiente, diseñadora de vestuario.
El elenco está integrado, además de actrices y actores ya mencionados, por: Marco León, Eduardo Ibarra, Berch Skerly, Ricardo Bonilla, Marco Camarena, Alex Bernal, Alex Gollaz, Thanya Acosta, Carolina Rojas, Mariana Soberanes, Daniela Pina, Alejandra Muñoz, Mariana Mendoza, Pamela Rosendo, Jorge Mejía, Eduardo Siller, Bernardo Gobar, Armando Avigal, Carlos Hampshire, Itzel Gaitán, Karen Espriu, Sofi Rodche, Regina Lozano, María Alejandra Bravo y Vanesa Castro.
Al terminar la función de estreno, después del primer aplauso de un público efusivo y de las palabras de Gerardo Quiroz sobre la falta que hace un mundo sin fronteras ni violencia, el elenco completo, interpretó a capela “Somewhere”, sonriente, unido, sin personajes y sin tensión, lo que generó una empatía total y sincera con un teatro lleno de espectadores hermanados por las palabras de lo que cada persona espera vivir “de alguna manera, algún día y en algún lugar”.
La obra se presenta sábados y domingos en el Teatro Centenario Coyoacán, consulta horarios y precios, aquí.
