Por Óscar Ramírez Maldonado/ El teatro, a pesar de las difíciles condiciones que ha enfrentado en el último par de años, sigue más vivo que nunca. Obras y montajes en distintos puntos de la ciudad van retomando el ritmo, recuperando a su público, Esquizofrenia, del dramaturgo mexicano Mauricio Pichardo, es un claro ejemplo de ello, con funciones entre semana y en ocasiones en domingo está registrando entradas considerables.

Estar en una sala con funciones agotadas, como la que me tocó presenciar, es siempre una sensación emocionante. Y es esta palabra, emoción, justamente la que mejor puede definir a este montaje. Rafael Perrín, quien dirige e interpreta, crea ambientes y una experiencia, se desempeña intensamente sobre el escenario, genera emociones y expectación.

Unos cuantos elementos escenográficos y algunos dispositivos escénicos, una iluminación bien realizada para los fines del montaje y un diseño sonoro interesante y funcional son suficientes para generar sensaciones, el resto recae sobre la interpretación del actor.

Después de 5 años en la cartelera, Esquizofrenia mantiene la atención del público. No es casual, se debe en parte a que su director e intérprete tiene además de este montaje la experiencia de 28 años de representar La Dama de Negro, una obra que le ha permitido conocer a la perfección cómo generar estos ambientes de los que hablábamos y entender el timing del suspenso.

No se trata de una obra nacida a partir de investigación documental, de hecho la obra transcurre temporalmente en 1914, cuando muchos –o casi todos- los aspectos de esta condición mental eran poco entendidos y conocidos. En un momento donde la humanidad estaba a punto de entrar en el primer conflicto global, a una escala que nunca se había visto.

Se trata más bien de un montaje surgido de la experiencia personal y de encontrar una manera de narrarla, pues Perrín, como lo hace el personaje de este monólogo, el Dr. Emile Tuckel, se internó durante 3 días en una institución psiquiátrica para entender el entorno en el que se desarrolla el montaje.

Dos aspectos resultan destacables, la intensidad de la interpretación, el manejo del escenario y los cambios de ritmo en la narración para evitar que el montaje se estanque en lo complejo del tema.

La dedicación con la que el montaje se realiza es evidente, el propio Rafael Perrín, al final de cada función, se dirige unos minutos al público para agradecer su presencia y el trabajo de su equipo creativo. Es un espectáculo que genera empatía y comunicación con su público.

En este sentido, al intercambiar unas palabras al final de la función, Perrín nos comentó que se trata de una obra hecha con amor, una obra familiar en la que él y su equipo se involucran en cada uno de los aspectos del montaje. Este es tal vez otro de los aspectos por los que este unipersonal está conectando con el público, la honestidad de la propuesta se siente y se agradece.

Esquizofrenia es un monólogo que sorprende y cumple con las expectativas, y al finalizar, el público se nota agradecido y satisfecho.

La obra se presenta de lunes a viernes en el Telón de Asfalto, al sur de la ciudad, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.