Por Roberto Sosa/ Deseo infinito, pretensión que nace en la inconformidad, el derecho a existir sin señalamientos ni conjeturas. En México a principios del siglo XX y dentro de una sociedad hipócrita, ser mujer o ser homosexual era vivir relegados, en la marginación. Los valores clasistas dictaban el buen comportamiento. La mujer debía ser sumisa y obediente; los homosexuales no cabían en este orden social. Carmen Mondragón conocida como Nahui Olin y Antonieta Rivas Mercado pensaban distinto.

Adelantadas a su tiempo y cercanas al feminismo, las dos lucharon por la emancipación de la mujer, ambas fueron pareja del muralista y pintor Manuel Rodríguez Lozano, cuyas preferencias sexuales fueron enamorarse de hombres y mujeres. Rodríguez y Mondragón se casaron en España, de regreso a México, ya divorciados, Rodríguez vivió un romance con Rivas Mercado. Por su parte, Mondragón conoce al Dr. Atl, pintor y escritor mexicano, quien la bautiza como Nahui Olin.

Alberto Castillo revisa la historia de estos cuatro personajes en la obra Deseo infinito, un espectáculo vanguardista que voltea al pasado. Castillo escribe y dirige la obra con momentos transcendentales en la vida de los protagonistas. Multimedia, música y bailes se abrazan a las actuaciones para conformar una puesta en escena muy visual, cuya estética rebaza el escenario.

Las actuaciones son de Karen Vila (Nahui Olin), Sofía Sylwin (Antonieta Rivas Mercado) y Francisco Mena (Dr. Atl y Manuel Rodríguez Lozano). Su trabajo es espléndido, dan vida a personajes históricos con versatilidad, rigor y talento, recursos que la articulación del montaje exige. Construyen sus personajes desde el drama y la vanguardia, desde dos aristas, una dicotomía escénica que conjunta pasado y presente.

La puesta en escena es lo mejor, los dispositivos que la conforman crean un lenguaje visual cuya estética (Carolina Jiménez, directora de arte) nos llenan los sentidos. Los elementos escénicos cambian constantemente, forman espacios específicos para cada escena, esto le da ritmo al relato. La iluminación (Carolina Jiménez, diseño; Circe Romero, asistente de escenografía e iluminación) acentúa el carácter del montaje.

La obra tiene pertinencia, el espectador necesita conocer y saber quiénes fueron estos cuatro personajes importantes en el ámbito artístico y cultural en el México de inicios del siglo XX. Un México cuya moral no se minaba ante las ideas vanguardistas, con una sociedad gastada en imitar lo que otras hacían. Hoy el público podrá apreciar desde el lenguaje teatral, la personalidad de los cuatro controvertidos personajes.

Los asistentes a Deseo infinito verán un espectáculo multimedia que articula el erotismo y las artes, con escenas que asemejan un cuadro pintado por un artista; la música y los bailes los remitirá al tiempo cuando el tango y el charlestón eran los ritmos de moda; con vestuario de época los actores evocan un pasado lejano para las nuevas generaciones que el teatro se encarga de aproximar y acercarlos.

Con producción de Rodolfo Millán Álvarez, la obra se presenta de jueves a domingo hasta el 10 de abril, en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque, consulta horarios y precios, aquí.