Por Ro Tierno, Fotos: Marco Lara/ La compañía conformada por el dramaturgo Martín López Brie y la actriz Sofía Beatriz López pone un pie en el país sureño con este unipersonal de teatro de máscara que rescata el son tradicional mexicano.
Hace 15 años, en el año 2004 para ser exacta, el argentino Martín López Brie (Premio Nacional de dramaturgia INBAL por El sapo y las minas de mercurio, y mejor director en la ACPT por la misma obra) y la actriz mexicana Sofía Beatriz López dieron inicio al Teatro de Quimeras, un proyecto oriundo y residente de la Ciudad de México que propone un teatro de autor, en espacios íntimos y con una especial cercanía con el público. El próximo sábado se presentan por primera vez en Argentina con la obra El Pescador y La Petenera, en el espacio de La Carpintería, ubicado en el barrio Balvanera de Buenos Aires.
“Estamos contentos porque los lenguajes de la compañía y las búsquedas artísticas se han depurado y creo que cada vez lo hacemos mejor”, comentó López Brie en entrevista para Cartelera de Teatro desde Argentina y aclaró que hacen “un teatro para poca gente”, motivo por el cual sus obras se han presentado en espacios chicos, alternativos, como Foro El Tejedor o Teatro El Milagro. Su última obra en CDMX, sin embargo, fue en el Teatro Benito Juárez, con un texto pensado para un formato mediano, El sapo y las minas de mercurio, doblemente premiado por el INBAL y la ACPT.
“El sapo y las minas de mercurio fue la primera obra con escenografía, juegos visuales, ese universo que uno se puede sentar a contemplar, más allá de lo que cuentan los actores, un dispositivo escénico que narra desde lo visual. La puesta en el Benito Juárez funcionó muy bien en ese sentido, porque permitió que la gente desde la comodidad de su butaca pudiera disfrutar de esta historia grandísima, sobre época. Veía como el público asentía con la cabecita, se da otra relación, diferente a la de El Pescador y La Petenera, donde la cercanía con el público es fundamental para que la obra suceda”, comentó Sofía Beatriz López.
El Pescador y La Petenera tiene música original del músico Gabriel Rojas, y deriva de un proyecto más ambicioso que comienza con Así 3, creado por Rojas y su grupo Púrpura de cascabel, apoyado por el FONCA, que tiene como objetivo explorar las raíces del son tradicional mexicano, el estilo jarocho y su mezcla de origen africano, en un disco orientado al público infantil. De allí se desprende este proyecto, teatral y musical, La isla de los nahuales, escrito por Martín López Brie, donde El Pescador y La Petenera forma parte. Esta última fue pensada estética y escénicamente por Sofía, a partir de un proyecto becado que desarrolló sobre la máscara teatral y su doble uso para realizar un personaje femenino y otro masculino.
“Ese es el detonador estético de la obra, ver si pasa eso con el público, si puedes ver este rostro que es el mismo: una mujer y un hombre. Tomé el son de La Petenera y Martin escribió el texto, dos monólogos para hacer a la sirena y el pescador. Hicimos una selección de los sones mexicanos que hablan de las peteneras, que actualmente también las cantan las mujeres, antes las cantaban solo los hombres, los marineritos, que veían a estas mujeres que no eran mexicanas, que andaban de noche y hacían cosas prohibidas, y que se relacionan con las moras, las judías, y las gitanas de Europa. Con esos elementos, Gabriel compuso la música y yo fui componiendo la parte escénica, que busca recuperar el teatro tradicional oriental, donde el actor y su vestuario es la escenografía de la obra”, explicó la actriz.
El Pescador y La Petenera es una obra muy íntima que, aunque suene cursi, llega al corazón del espectador, no sólo por la historia que cuenta, atravesada por problemáticas sociales actuales, sino por la interpretación de Sofía que, junto a la música en vivo de Gabriel, puede cambiar de piel sin que notemos esa transición, yendo de sirena a pescador de una forma tan sutil que finalmente terminas identificándote con ambos personajes, desde la deconstrucción de género que propone por lo bajo, y desde la empatía que produce la historia, dulce y desgarradora a la vez.
El trabajo con máscaras en escena suele ser de impacto, una técnica que bien lograda nos lleva a mundos oníricos, a la vez que nos devuelve a algún tipo de fuente terrenal, sagrada, donde un fogata interna de enciende albergando un ritual que yace en lo subterráneo, que se despierta, y parece haber estado allí por siempre. Recuerdo Yahualli, de Veró Albarrán, o escenas de Andares, de Makuyeika Colectivo Teatral dirigida por Héctor Flores Komatsu. “El teatro es un espacio para que imagines, ese es su valor, permite contarnos cosas y vernos de otra manera”, dice Sofía Beatriz.
“Como compañía sí nos importan los temas sociales y políticos, esta historia no tenía como objetivo dirigirla hacia allá, pero se colaba mucho la cuestión social. Cuando la escribía me pasó que los amantes de la sirenas empezaron a ser representantes de una etapa de la modernidad, de la colonización de las Américas por ejemplo, y dejé que pasara. Eso empezó a sacar una serie de cosas que tienen que ver con cómo nos miramos a nosotros mismos, cómo vemos al colonizador europeo y cómo se teje esta historia moderna de América. Después viene el pescador, que es la contraparte, y se empezó a colar la situación social del país en el que vivimos, la violencia, la migración, el asunto de que una mujer no tenga más opción que irse a un burdel para salir de pobre, etc.”, explicó Martín sobre el texto y su proceso.
El público mexicano ha logrado conectar con esta obra, que ya de por sí es muy mexicana, por lo tradicional de la música, su historia y el humor. Como explica Gabriel Rojas “la obra toca fibras muy profundas, todo el mundo habla de que mueve muchas cosas, te pone a pensar, y salen muy emocionados. La calidad poética del cuerpo, la expresión corporal junto con la música ha dado ese resultado, que además está muy bien equilibrado con los momentos de humor”.
“Lo que el mercado no quiere ver, desaparece”: compañías a la deriva
Teatro de Quimeras no es un caso aislado en la necesidad de recursos, muchas compañías independientes sufren este conflicto interno y externo donde la lucha siempre es, en principio, económica. Tantos años de teatro no han podido generar una estructura que permita que los y las artistas puedan vivir de ello, y actualmente el salvavidas llamado subsidio está siendo recortado, achicando las posibilidades de democratización de la actividad.
“Es un poco frustrante la dificultad de sostener la compañía a lo largo del tiempo y en las circunstancias de nuestros países. Somos necios e insistimos en tomarnos tiempo para los procesos y no hacer obras al vapor sino dedicarle el tiempo que cada proyecto se merece, eso significa que no tenemos mucha producción, por lo tanto los ingresos son pocos para la compañía”, comentó Martín al respecto y agregó sobre las nuevas políticas de subsidios que “había una serie de vicios donde los subsidios quedaban acaparados por ciertos grupos. Eso no significa que tengan que desparecer, sino que hay que optimizar y abrir el abanico, de hecho hacen falta más subsidios para que alcance para más y circule mejor, si no empieza a caer sobre los discursos artísticos una censura que nadie ejerce más que lo económico, se ejerce desde el mercado, y lo que el mercado no quiere ver, desaparece”.
Sin embargo, como expresó Sofía Beatriz López, “haciendo teatro se genera una felicidad que quieres que toda la gente la viva, más que por qué la gente no va al teatro tenemos que pensar por qué nosotros queremos seguir haciéndolo y seguir invitando a la gente, y es porque los artistas seguimos encontrando cosas muy importantes para seguir y eso es lo que sería increíble seguir compartiendo”.
Gabriel, por su parte, advirtió que esto es algo que se da en todas las artes, “el estado de las cosas en la música es igual, para lo que no es comercial, haces tu proyecto y te da mucha satisfacción artística y posibilidades de expresarte pero no se conjuga la parte económica, casi siempre terminas poniendo dinero, y te da la sensación de que lo lograste, pero la impotencia de que no puedes vivir de eso”.
“Estamos en un momento en que se hace como un cono, donde solamente las personas que tienen un subsidio familiar o amigos con negocios, generan las condiciones para hacer teatro profesional. Nosotres por la trayectoria que tenemos, podemos seguir haciéndolo, pero tengo compañeres jóvenes que se salen de la universidad y no tienen opciones de trabajo, entonces ya no hacen teatro nunca más. Y eso es grave, porque el imaginario teatral será solo aquel que funciona para el universo comercial, el que no tiene preguntas”, agregó Sofía.
¿Creen que hace falta más unión en el ambiente teatral para poder lograr mejores condiciones?
Martín López Brie: Desde el punto de vista de los funcionarios mexicanos ‘somos el gremio más organizado’ (risas). En cine están todos peleados, igual que en teatro, pero logran luchar por intereses muy concretos. Existe cierta unión porque los teatreros estamos acostumbrados a trabajar en equipo, no es difícil juntarnos para hacer algo, pero también siento que hace falta mucha discusión política y analizar nuestra situación laboral, la importancia de lo que hacemos y para quién, hay un montón de supuestos, lugares comunes que alguien nos dijo alguna vez, ‘si tu obra es buena se va a vender’, y no es así, la realidad dice otra cosa, hay muchas obras buenas que no se venden. Muchas cosas malas que se venden porque hacen promoción, esas cosas no están bien analizadas, entonces a la hora de organizarnos, todos llegamos con ideas cruzadas, no hay claridad, ni por qué pedir lo que queremos pedir.
Gabriel Rojas: Después de 30 años de un sistema neoliberal, estamos con un gobierno de izquierda, se está terminando la luna de miel, y hay muchas críticas, porque hay muchos recortes, pero creo que hay que darle más tiempo, es contradictorio porque por un lado no dejamos de ser un país en desarrollo, hay otras prioridades, la violencia, la corrupción que se está combatiendo, pero también una de las formas de combatir es con el arte, no tiene sentido quitarle recursos. Hay mucha discusión actualmente en el ambiente artístico por todo esto, porque de un gobierno de izquierda se espera un apoyo a la cultura. Yo tengo confianza en que el gobierno lo tiene claro, pero que ahorita llegaron con muchos problemas que atender.
El arte es una trinchera, siempre lo ha sido, nunca ha podido congeniar con el mercado, y esto es porque históricamente sus objetivos son bien diferentes. La esperanza suele estar puesta en un estado que medie entre la sociedad y un mercado agresivo, que lo regule, y que apoye la creación de una sociedad que si no se expresa queda prisionera de un juego de poder que solo divierte a los de arriba, y explota a los de abajo.
Algo así explicó López Brie: “Una de las cosas más interesantes que tiene el arte es que ofrece cosas que el mercado no quiere, hace ver cosas que no serían vistas de otra forma, y ahí es donde hay una oportunidad para cambiar los imaginarios, las formas de pensar, crear una extrañeza ante las cosas del mundo como son, si eso no aparece, solo queda el teatro comercial, miramos lo que nos quieren hacer ver”.
El Pescador y La Petenera se presenta en Buenos Aires, Argentina, el sábado 20 de julio, a las 22:45 hrs. en La Carpintería.
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