Fotos: Cortesía PinPoint

Por Saúl Campos/Lo que se suponía que iba a ser un viaje normal, terminó en el lugar más oscuro que la familia de Nora, Elías, Sara, Luis y Cristina podían imaginar. Un año después, la nueva casa que los ha visto tratar de superar el dolor, los expone también ante la fragilidad que les representa seguir juntos, siendo seres rotos que no logran reconstruirse. Cuando Nora, la madre, escribe un libro para superar el trago, la inevitable sensación de verse expuestos hará que la familia redescubra el dolor para encontrar las respuestas que tanto ocupan para dejar el sonambulismo en el que parecen estar inmersos.

Original de Reynolds Robledo, Sonámbulos llega por segunda ocasión a La Teatrería con un elenco renovado en un 80% para contar de nuevo esta historia, bajo la dirección del autor, y que sigue siendo uno de sus trabajos más sólidos en la cartelera mexicana.

A través de este oscuro cuento sobre la deshumanización a partir de la tragedia, Reynolds toma a la familia, el tema más sensible quizás para cualquier mexicano y lo lleva a un sitio lleno de oscuridad, dudas y temores que hacen imposible poder encontrar otra salida que no sea la familia misma, ya sea en su desintegración o en su unión, pero familia, al fin y al cabo.

Robledo plasma un discurso bastante directo sobre aquellas cosas que obligan a un ser humano a abandonarse, sin importar su individualidad o lo que aquellos que necesitan de él, puedan sentir ante la pérdida parcial de alguien sumido en la depresión o en la desmoralización. El catálogo de seres frente al espectador es un claro ejemplo de como un mismo evento puede dañar a un grupo de personas en distintos niveles, pero con el mismo valor.

Pese a que dramatúrgicamente el trabajo de Robledo es, sin duda, uno de sus mejores escritos y por supuesto uno de los trabajos más presumibles del teatro mexicano contemporáneo, es a nivel de dirección donde este remontaje se queda un poco corto, inclusive en comparación a la primera temporada. En gran parte gracias al ritmo que se aletarga durante los primeros 30 minutos del montaje y provoca que escenas contemplativas o con intensiones de mayor análisis por parte del espectador, se sientan demasiado largas al yuxtaponerlas sobre el valor emocional o narrativo que aportan.

Sin embargo, el cambio de elenco nos permite apreciar (valga la pena mencionarlo de nuevo) la valía de un texto tan complejo, tanto para ejecutantes como espectadores, que no se puede descifrar más que dejando expuesto el lado más vulnerable. Es ahí dónde Pablo de la Rosa de nueva cuenta triunfa en el papel del hijo (Luis) otorgando una actuación que sin necesidad de palabras, logra llevar cada escena a un nivel más intenso sobre el tren emocional al que se enfrenta el personaje.

Al mismo tour de forcé se suma gratamente Macaria. La actriz logra dejar en claro, desde el primer momento que entra a juego en escena, el por qué es una de las actrices más reconocidas de su generación. El dinamismo y entrega que aporta hace que su actuación sea profunda e intensa desde lugares tan elegantes que no hay necesidad de ver a una abuela llorando como Magdalena o gritando a voz pelada, para entender que hay un sufrimiento intangible que devora a su personaje al mismo tiempo que la culpa en su alma. Una verdadera clase de actuación.

Sonámbulos logra regresar a la cartelera mexicana y continuar siendo una de las obras a las que hay que seguirle la pista, quizás para lograr descubrir más de lo que nos humaniza, o aquello que nos rompe y deja caminando dormidos.

Las funciones son en La Teatrería hasta el 14 de abril, consulta precios y horarios, aquí.