Fotos: Roberto Sosa
Por Roberto Sosa/A sus 50 años Martin es un reconocido arquitecto, acaba de ser galardonado con el Premio Pritzker de Arquitectura. Con prestigio y fortuna vive aparentemente feliz con su esposa Stevie y su hijo Billy quien es gay. A su casa llega Ross para una entrevista, es periodista y su viejo amigo. Fuera del foco de la cámara los amigos recuerdan aventuras y viejos tiempos. En este lapso Martin le confiesa que vive una aventura y está enamorado…de Sylvia.
El arquitecto le muestra la foto de su amada, lo que Ross esperaría ver es una mujer bella y joven, y no, la imagen es la de una cabra. ¡Martin ama a una cabra…!! Argumenta que su relación va más allá del sexo, que existe un profundo sentimiento de amor. Siente atracción erótica por un animal. Lo que Martin no sabe, es que Ross lo traiciona, su confesión trasciende y su esposa se entera de la zoofilia de su marido.
La premisa atrapa por lo que sucede con el protagonista. La revelación detona el drama, enfrentar a la esposa, confesar la verdad y buscar su comprensión, no es lo único, lo grave es afrontar los reproches de su hijo: “Los escuché, eres un cogecabras…” le grita, “Y tú, pinche puto…”, le responde su padre. La aparente estabilidad de la familia se derrumba, las apariencias quedan de lado, lo que emerge son los verdaderos monstruos que habitan en cada uno de los personajes.
La obra es del dramaturgo estadounidense Edward Albee (¿Quién teme a Virginia Woolf?), el poderoso texto tiene como eje dramático la zoofilia, cuyo protagonista es un exitoso arquitecto. La historia gira en torno a un hombre y la relación física y emocional que sostiene con una cabra, lo que sucede cuando su familia se entera y lo que esto fragmenta. Los personajes están sólidamente construidos que al momento de fracturarse muestran sus verdaderos rostros.
Sin embargo, la obra no está redonda, la dirección de escena carece de lo primordial: idoneidad….recursos. No hay precisión en los momentos cumbres de la obra, al director se le congestiona el poderoso texto. Hay una escena fundamental cuando la esposa se entera de la verdad y reacciona, lo resuelve rompiendo contra el piso platos y jarrones, una táctica muy gastada…como los pastelazos. El director es Bruno Bichir.
Las actuaciones son de Odiseo Bichir (Martin), Yolanda Ventura (Stevie), Michel Abascal (Billy) y Víctor Weinstock (Ross). Su trabajo está desnivelado, es heterogéneo; Odiseo está bien, tiene fuerza y rigor su interpretación; Abascal encarna de buena forma al hijo gay; Víctor está exacto con su personaje. No obstante, el trabajo de Yolanda no está a la altura del personaje, le falta fuerza dramática, no le creo en su reacción al momento de escuchar la confesión que le hace su esposo, no se rompe, no se derrumba… solo grita.
La cabra o, ¿quién es Sylvia? Es un intenso y brutal relato que nos confronta, en la cara nos dice lo oscuro, crueles y perversos que somos los seres humanos. Es teatro que subvierte al espectador sin eufemismos. En el fondo sombrío de nuestra existencia, cohabitamos con un monstruo agazapado que nos devora las entrañas. La cabra como todos los animales que viven en el planeta, no transgreden las leyes esenciales de la naturaleza…los humanos sí.
La obra le mereció al autor los premios Tony, el New York Critics Circle, el Drama Desk y el Outer Critics Circle. Y según The Guardian se trata del mejor trabajo de Edward Albee.
Las funciones son en el Teatro Rafael Solana, consulta precios y horarios, aquí.
