Por Luis Santillán/Auda Caraza y Atenea Chávez han colaborado en diversas ocasiones con Hugo Arrevillaga. Ellas han creado contenedores escénicos que se han vuelto imágenes ligadas al hacer de Arrevillaga, varias de sus propuestas fueron, en algunos momentos, flechas que indicaban el camino que otros diseñadores de escenografía recorrerían. Lo que la memoria retiene, lo que el uso de materiales y texturas evoca ligado a sus diseños, en parte, es debido al desarrollo de un proceso claro y constante. Los mundos de Arevillaga han estado contenidos en las propuestas de ellas.
El diseño escenográfico, que si bien mantiene continuidad con el trabajo previo, puede ser la manifestación fidedigna del espacio que imaginaba Pascal Rambert cuando creaba Hermanas. Lo que ellas proponen para la escena reúne las características que el autor francés pensaba al escribir su obra: un espacio sencillo, poderoso, a partir de que es habitado solo por la naturaleza humana.
Ante una obra donde la palabra es el aspecto central, donde el valor del lenguaje se pone en jaque, donde la forma del habla es el verdadero protagonista, el diseño de Caraza y Chávez propone unos paneles que lanzan las imágenes creadas por la voz, unas piezas rectangulares que contienen lo inmaculado del mundo, de ese par de hermanas que se confrontan, que exhiben el vacío existe entre ellas. Las piezas escenográficas, que al principio enmarcan el lugar donde será la conferencia de una de las hermanas, se mueven, se vuelven armas, caen como los lazos de ellas, pero la labor más relevante radica en darles un soporte a las actrices, un punto de apoyo físico para los bloques.
Hugo Arrevillaga ha enfrentado el reto de trabajar textos complejos, complicados, inflexibles. En cada uno de ellos ha explotado las cualidades que poseen para hacer un teatro de gran hechura en todos sus componentes. Los riesgos no es algo que le asuste, por el contrario, le han colocado como un director de teatro con prestigio por su capacidad de enfrentarlos y crear puestas en escena emotivamente memorables, estéticamente particulares. El reto de Hermanas conlleva un elemento potencialmente riesgoso: la inclusión de una actriz reconocida más en ámbitos diferentes a la escena.
Fernanda Castillo no es el primer nombre que viene a la mente al pensar en un texto de Rambert, pero hábilmente Arevillaga no simplificó el material de texto ni su estilo, permitió que tanto Castillo como Arcelia Ramírez trabajaran sus personajes desde la palabra, desde aquello que la habita. Los resultados son variopintos, pero nunca condescendientes.
Hermanas tiene más la estructura de una pieza, un relato donde la acción dramática está reducida al mínimo, donde nunca vendrá una peripecia, sino una confrontación a partir de la constitución de personajes. El texto tiene el vicio de ser repetitivo y no reconocerse como tal, los bloques pierden intensidad porque es una discusión que ocurre una y otra vez, casi sin variaciones, casi sin querer cambiar el estado de cosas. Es un texto más para el oído, para producir un efecto de cierre.
Las funciones son el Teatro Milán hasta el 9 de julio, consulta precios y horarios, aquí.
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