Fotos: Bartek Lewick

Por Saúl Campos/ Los límites de la cordura se pierden a medida que los deseos reprimidos comienzan a transformarse en actos cometidos. Atropellos, insinuaciones, pérdidas, vivencias en general, acto con un punto de violencia necesario que refieren la presencia forzosa de una víctima y un victimario, aunque hay ocasiones en las que no es necesario que esta desventaja entre las partes sea impuesta… puede ser consensuada, realizada en comunión. Esta es la historia de comunión entre Frankie y el mundo, una historia con partes racionales, en un juego que podría tornarse perverso.

De la mente de Lautaro Vilo, bajo la dirección de Belén Aguilar, llega Un Acto de Comunión. Una experiencia de gastronomía escénica que sin duda reivindica las necesidades del formato y hace presa a sus espectadores de una mezcla de sensaciones superior que lleva a un texto corto a un punto de representación escénica bastante alto, y gratamente representado.

La experiencia propone reunir al público en un lugar de la ciudad, secreto, el cual será intervenido y dentro del cual la acción escénica se acompañará de una cena, servida por Frankie, el propio personaje anfitrión cuya historia comienza a contarse desde que confirma a los asistentes la dirección en la cual les dará cita vía correo electrónico.

No podemos hablar mucho de la historia de Frankie sin generar un spoiler. Sin embargo, basta decir que estaremos frente a un relato fuerte, duro de asimilar en primera instancia y que aprovecha al máximo las capacidades histriónicas de su intérprete para lograr una vertiginosa experiencia.

José Juan Sánchez construye bajo la guía de Aguilar a un ser humano empático, por el cual es fácil sentir tanto afinidad como repulsión. Sánchez despliega una gama de emociones plasmadas en una ruta bastante delicada. Una interpretación realista que baila entre los límites de la locura y la ironía. Sin duda un trabajo que deja plenamente satisfecho a los presentes y con las ganas vivas de querer ver más de este joven actor que sin duda logró abandonarse en la visión de su directora, confiar y lograr un crecimiento sobresaliente.

La actuación se funde en pleno con las decisiones creativas de la iluminación de Jesús Giles, y con los detalles ocultos en los sabores presentados por el Chef Gerardo Aguilar. Un trabajo perfectamente redondo que genera una auténtica catarsis.

Cuando uno recomienda teatro, generalmente puede dar más información para que la otra persona pueda saber con mayor detalle lo que verá. En Un Acto de Comunión, vale la pena abrazar lo desconocido y rendir los sentidos ante una experiencia escénica única, que sin duda, se transformará en la favorita de muchos.

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