Por Óscar Ramírez Maldonado / Hace unos días La piedra oscura cumplió un año de haberse estrenado en México. Una segunda mirada sobre esta obra deja algo en claro, el tiempo le ha sentado de maravilla a este montaje del extraordinario texto del español Alberto Conejero. El elenco -o mejor dicho, los elencos- integrado por Kerim Martínez, Jonathan Persan, José Manuel Rincón, Daniel FuentesLobo y Jhovanni Raga ha hecho el texto suyo. Lo viven y lo respiran, lo interpretan de una manera “orgánica” -valga el uso del término- , ya les pertenece.
Esta compañía ha logrado un montaje coherente, que emociona y conmueve. Que nos pone un nudo en la garganta y que aborda temas relevantes e inaplazables que llevan al espectador a sentir, reflexionar y cuestionar.
Sobre esta obra, Sara Barragán escribió hace unos meses en este mismo sitio que “la redención final, la salvación de unos documentos secretos del poeta y el encuentro de dos seres humanos en medio de la barbarie, abren la ventana de la justicia, de la libertad y del amor, como únicas esperanzas posibles”. Hoy, en un país y un mundo como el nuestro, esta reflexión es cada vez más cierta: la única esperanza está en dos seres humanos que logran abrir estas ventanas.
El tiempo ha enriquecido a este montaje que, bajo la dirección de Sebastián Sánchez Amunátegui, se presenta en el cómodo y acogedor Café K-OZ, Foro Cultural. El dominio de los actores sobre el texto les permite dejar entrar en su interpretación la emotividad que una historia de estas características requiere. Finalmente, estamos ante un hombre en la antesala de la muerte, un hombre que busca su redención y la redención de su amor como despedida de este mundo.
La ambientación y el cuidado de esta obra es destacable. La escenografía y la iluminación nos remiten a esa compañía teatral itinerante que García Lorca dirigió y que estuvo activa entre 1932 y 1936: La Barraca.
El montaje se desarrolla en un ambiente cerrado, claustrofóbico, como el que debe haber sido una celda en la que un hombre y un guardia se encuentran en medio de las circunstancias más adversas. Todo el dispositivo escenográfico nos lleva a un celda en algún sitio junto al mar. Este entrono es resultado de la colaboración entre el propio Sebastián Sánchez, que fue el responsable de la creación del espacio escénico, y Kerim Martínez, quien además de protagonizar la obra realizó la pintura escénica.
La piedra oscura es un homenaje a la enorme figura de Federico García Lorca, una figura que en España, en México y América Latina, nos sigue emocionando. Pero es también, sobre todo, como dice su autor, “una indagación sobre los que quedaron en los márgenes de la foto oficial de la Historia, detrás de las grandes fechas, de los grandes nombres. Nuestros padres, nuestros abuelos. Aquellos que fueron casi devorados por el tiempo y el olvido. Para que su memoria perdure”. Es a fin de cuentas, un canto al amor y la esperanza que hay que ver.
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