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EL RÍO: Emociones que desembocan en algún mar



Fotos: Roberto Sosa

Por Roberto Sosa/ Es una corriente natural de agua que fluye continuamente, desemboca en el mar, en un lago o en otro río, rara vez es constante durante el año. Por su longitud y propiedad, el río toma relevancia en su camino hacia el océano. Su caudal erosiona rocas, transporta sedimentos, forma cauces y valles; moldea el paisaje. Entre las especies animales que habitan los ríos, está la trucha, vive en sus aguas claras y frías ricas en oxígeno.

Para Él, el río es su universo, de niño su tío lo adiestró a pescar truchas, le transmitió su admiración por este pez que viaja desde el océano; la trucha de mar sólo aparece una vez al año, lo hace para desovar y a diferencia del salmón ellas si regresan al océano. Debe estar preparado, y debe saber como pescarla. Los anzuelos y carnadas los conoce a la perfección; la noche ideal es cuando no hay luna, la oscuridad es la mejor aliada para el experto pescador.

Al caer la tarde, Ella y Él comparten una cabaña en la montaña, a Ella le gusta leer y contemplar la puesta del sol; Él piensa en las aguas del río, “están repletas de monstruos…” La atracción es grande, ella desea que la sacuda hasta la médula, antes tendrá que acompañarlo al río y atrapar una gran trucha. Al caer la noche Él regresa sólo, llama a la policía, la perdió en la lluvia.

El texto de Jez Butterworth (Londres, Inglaterra, marzo de 1969), narra una historia que se forma como el caudal y afluentes de un río. El relato tiene como protagonistas un hombre y las aguas de un río pobladas de truchas. En este universo Butterworth incorpora a la mujer para dar equilibrio emocional a su personaje; Él podría estar sólo, y las mujeres que aparecen son espejismos que habitan su mente.

La dirección es de Enrique Singer, su trabajo unifica los elementos que componen la pieza; texto, producción y actuaciones. Bajo su mirada la obra tiene ritmo, está nivelada, sin altibajos; sabe mover a sus actores y consigue lo mejor de cada uno. La realización tiene calidad, la puesta en escena está bien lograda. Sus decisiones se reflejan en la estética de la obra. La traducción es de Alfredo Michel Modenessi.

Las actuaciones son de Sergio Bonilla (El hombre), Marina de Tavira (La mujer), Inés de Tavira (La otra mujer), Norma Flores (La nueva mujer) y Sofía Sanz (Una mujer). Todos demuestran que dentro de un buen proyecto y con buena dirección, exhiben talento.

La escenografía e iluminación son de Alejandro Luna, un maestro en diseñar espacios y crear atmósferas que se abrazan a la historia. Como espectador se pude sentir que estamos dentro de una cabaña, en la montaña y con el río bajando detrás de ella. La iluminación da tono y acentúa los momentos importantes del relato. El vestuario es de Jerildy Bosch, las texturas y los tonos son propios en la vestimenta de cada personaje.

El río es una obra sin pretensiones, no intenta dejar mensaje, redimir a nadie y no pone espejos sobre el escenario; es teatro de autor, bien realizado, convenido. La dramaturgia fluye como el agua del río, sus afluentes son las pasiones del ser humano; su caudal desborda el escenario y nos arrastra hasta desembocar las emociones en algún mar, lago, desierto o río.

Las funciones son en el Teatro Santa Catarina de la UNAM, consulta precios y horarios de la obra, aquí.

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