Por Roberto Sosa/Para ellos “era el único negro en todo México…”, vestía con ropa oscura y siempre tomaba whisky. En el barrio el viejo “Bye Bye Bird”, fue la neta, lo querían y respetaban. Su doctrina era coger sin condón. Un día alguien le dio un tiro en la cabeza. El Jhony, El Kevin, La Jennifer Montserrat y El Brayan, viven en una Unidad en Azcapotzalco. Allí asaltan, roban celulares y participan en los secuestros.
La obra retrata fielmente lo que sucede en el barrio. La narración toma de la mano al espectador para caminar junto a los personajes, adentrarse por las calles del arrabal y así estar al tanto de su forma de vida. Allí fuman mota, inhalan “monas” y se baila a ritmo de salsa. Y también para conocer personajes como la hermana del Jhony: “era bien puta, todos la buscaban y con todos cogía”.
El autor es José Manuel Hidalgo, el texto del joven dramaturgo deduce con precisión la forma de vivir, hablar y pensar de los jóvenes que habitan zonas marginadas de la Ciudad de México. La ubica en Azcapotzalco, pero se podría situar en La Portales, Iztapalapa o Tepito. La marginación en la que nacen, crecen y viven, los hace vulnerables y propensos a delinquir. La obra nos habla de un mundo hostil donde vivir duele y quien no sabe adaptarse, le duele más.
La dirección es de Alejandro Ricaño, el lenguaje teatral que utiliza refleja la personalidad de la obra. A los protagonistas los sitúa dentro de un pequeño escenario que gira (diseño de Jesús Hernández), vuelcos que simbolizan los momentos importantes en sus vidas. La obra es con ritmo presuroso, Ricaño sabe darle pausa cuando es necesario, con esto mantiene el interés del espectador. Bajo su mirada el elenco actúa al mismo nivel, nadie está por encima del otro.
En tono de comedia y con tres actores la obra sintetiza el mundo de los chavos banda, su vestimenta, el hábitat donde se desenvuelven y su lenguaje. No pretende concientizar, ni dar soluciones a los problemas que afrontan día con día. Es teatro que refleja la realidad desde una estética que germina en el barrio. Los personajes están integrados a un ámbito que sólo allí coexiste y que sólo quien ha vivido allí lo reconoce.
Bye Bye Bird tiene como referente al gran músico afroamericano Sonny Boy Williamson (Aleck Ford, nombre real, Estados Unidos 1908-1965) conocido cantante e intérprete de armónica, considerado la última leyenda del blues. Trabajó a lado de artistas como Muddy Waters, The Band y Willie Dixon. A inicios de los años 60s, vivió en Inglaterra donde grabó con grupos y artistas como The Animals y Jimmy Page.
La obra cuenta con las actuaciones de Sara Pinet, Ricardo Rodríguez y Luis Eduardo Yee. Tres actores que desbordan su talento sobre el escenario, su capacidad actoral se manifiesta encarnando al Kevin, El Johny, La Jennifer Montserrat y al Brayan. En lo particular me llamó la atención la versatilidad de Sara Pinet. Muta y se transforma con cada personaje que interpreta, extraordinaria.
Iluminación, Matías Gorlero; vestuario, Gabriela Fernández y Jorge Trujillo; música, David Ortiz. La obra le valió a José Manuel Hidalgo el polémico Premio Nacional de Dramaturgia Joven “Gerardo Mancebo del Catillo” en 2016. Bye Bye Bird se presenta en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque, del 8 marzo al 15 de abril, consulta precios y horarios de la obra, aquí.
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Una obra que te invita a reflexionar sobre la violencia que ha diario se vive en la urbe capitalina y que parece se vuelve normal. Te hace reír pero te deja pensando si esto es lo que queremos en nuestro entorno