Por Roberto Sosa/ Fue lo que Agamenón encontró después de diez años de ausencia. Espinas –puñaladas- que le quitan la vida; la ira de su esposa Clitemnestra fue verlo regresar a Micenas con su amante Cassandra, princesa troyana, hija del derrotado rey Príamo. Le da muerte con la ayuda de su amante Egisto, primo de Agamenón. Asesinado en su propio reino después de regresar triunfante de la Guerra de Troya.
Clitemnestra es llevada a juicio (la Odisea nos dice que Orestes, por deseos de su hermana Elektra, mata a su madre y al amante. ¿Por qué Clitemnestra asesina y nunca fue enjuiciada junto con Egisto?). Clitemnestra o el juicio es la versión de Marguerite Yourcenar, al respecto. Flores, frutos y espinas es la adaptación que hacen Sarahi Carrillo y Natalia Plascencia de este personaje de la mitología griega.
La obra inicia con: “Voy a explicarles señores jueces…” Como espectadores participamos en el juicio; el personaje es interpretado con tres actrices diametralmente opuestas; tres voces que desde la desesperanza y el desamor le hablan a los asistentes del un pasado con el hombre que para ella significaba todo. “Yo sólo estuve con él en su época de dios…”. El relato a tres voces nos traslada en el tiempo y en la memoria: “entorpecida por el peso de la simiente humana, poner las manos sobre mi vientre hinchado donde fermentaban mis hijos”.
Flores, frutos y espinas es un texto narrado con tres actrices. El lenguaje escénico en está adaptación, utiliza lenguaje vocal y corporal, se trata de un espectáculo orgánico con coreografías y percusiones, sonidos que complementan las actuaciones; tres personalidades distintas hablando e interpretando a un solo personaje. Clitemnestra es dilucidado desde la emotividad de cada una las intérpretes.
El elenco lo conforman Cecilia Tamayo, Sary Carra, Natalia Plascencia y Mayte Gil (en algunas funciones). Las tres compaginan su talento sobre el escenario. Dejan constancia de su buena formación y preparación actoral. Su labor conjunta es palpable, desde la dramaturgia las tres miran hacia el mismo punto, no obstante con diferente visión, es decir, vemos al mismo personaje, que siente, habla y piensa distinto.
Los elementos escénicos son cubos de madera, tinas y agua; un muro vacío en donde no caben, donde no se pueden expresar las ideas ni las sensaciones. La iluminación es desde el negro total y con lámparas de mano que siguen los movimientos de cada “Clitemnestra”. Todo basado en el trabajo armónico, somático y físico de las actrices.
El juicio al personaje desde esta perspectiva, se bifurca entre el dramático y lo sensorial y con los asistentes como parte del proceso. Clitemnestra cavila ante la acusación; la reflexión es de la mujer que pierde a su hombre por una guerra que no era suya; una década después lo ve regresar con otra mujer. ¿El amor, la ausencia… el olvido? ¿Dónde quedan, dónde se guardan? ¿Qué se hace…? El público (jurado) tiene la decisión final.
El texto original de Marguerite Yourcenar no redime al personaje, ni exime su decisión. Sí es un relato desde la conciencia de quien mata a su esposo, poblada de recuerdos, con fantasmas que salen del cementerio con los pies cortados. “¿Qué puedo hacer? Es imposible matar un muerto…”.
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