Por Saúl Campos/ La imagen de la Virgen de Guadalupe ha sido usada durante mucho tiempo como estandarte para peleas que francamente no le corresponden. Digamos que la verdadera esencia del ser divino ha quedado en la duda frente a los diversos vestuarios y advocaciones que se le han encomendado a merced de sus fieles, por lo que adjudicarle uno más, a favor de una minoría social realmente no debería representar mayor problema. Si hay creyentes que han vestido a Lupe con un manto de estrellas, ¿por qué no abrillantar más su aspecto? Volverla más… fancy.
Bajo esta premisa, partiendo de la necesidad de exponer temas como la intolerancia, la violencia social a partir del fanatismo, crímenes de odio y complejos de superioridad extremistas avalados por las instancias gubernamentales de México, Pepe Romero genera este performance en el cual lo sacro y lo profano bailan al compás de Vogue y la moda prohibida para una figura religiosa católica.
Dentro de esta fantasía apegada a la realidad, la puesta nos convoca a la aparición de Fancy Lupe en el país de Siquitibum, ante ella tres peregrinos dispuestos a venerarla. Las historias de estos no son rosas, hay rechazo social de por medio en algunas, en otras una represión total de la orientación sexual que busca ser atendida, en otros hay un complejo trauma con el cuerpo humano mismo. Para esos hijos está Fancy Lupe, para fungir como salvaguarda de a quienes la propia religión decidió dejar a un lado, dándoles el derecho de tener una figura a la cual idolatrar y en la cual encontrar refugio.
Sucede algo curioso con la propuesta de Romero, ya que como tal no hay una percepción lineal de fácil acceso para el público que no tienda a frecuentar actos performáticos. Sin embargo la simbología que conecta las viñetas que componen la trama, permite entender el motivo final en la intención del discurso.
En términos mundanos, si bien hay cosas que no se pueden entender de botepronto (por la naturaleza del acto) el sentido por el cual son representadas provoca una emoción específica al espectador, y es ahí dónde el performance logra su éxito.
La dirección de Romero únicamente tambalea en ciertos momentos, en los cuales la ruta sentimental de sus actores podría ganarle al discurso, sin embargo, logra recobrar el ritmo al poco tiempo haciéndolos casi imperceptibles. Mención aparte al increíble vestuario de Sánchez- Kane, que logra elevar cada cuadro a un punto donde la alta costura y lo kitsch pueden convivir en pleno.
Más allá de si es una puesta en escena con un contenido gay, si hay desnudos o acciones anti eclesiásticas, lo que realmente sobresale en esta creación es la esperanza de llevar un mensaje de equidad social desde el extremo de su ironía.
No, no es la primera vez que vemos algo de este estilo en la cartelera. Bastaría pensar en cualquier espectáculo de La Congelada de Uva, Liliana Felipe o Jesusa Rodríguez. Empero, aquí hay una voz haciéndose notar en un punto de exposición bastante importante como es La Teatrería, en una programación de fin de semana, lo cual merece toda la atención del público.
Podríamos decir que Fancy Lupe es un performance que obedece una estética alla Club Kid, poco ortodoxa para un foro teatral como tal, finalmente habrá más de uno que se sorprenda de ver en un inicio a una virgen en drag, semidesnuda, devorar una sandía entera, pero ¿Acaso no la fe alimenta a nuestros ídolos? Siendo más políticos ¿Acaso nuestro apoyo no alimenta a nuestro gobierno?
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