Por Saúl Campos/ En la intimidad de su celda, frente al hastío de los barrotes de la cruel prisión, dos reclusos deciden compartir sus historias a través de “El príncipe inocente” de Lope De Vega. Sin más elementos que sus propios recursos de vestimenta, ambos relatarán los pormenores del embrollo amoroso entre Alexandro, Rosimunda, Hipólita, Torcato y el Secretario del Duque, al tiempo que la estabilidad del futuro de la corona pende de un hilo tan frágil como el cristal.
Vale la pena consumir teatro clásico, no sólo por que nos permite retomar las raíces de la dramaturgia, sino porque estructuralmente concibe universos tan complejos que sería imposible dejarlos a un lado. Más aún cuando dichos universos constituyen la base de la dramaturgia tal y como la conocemos hoy en día.
Si bien también se puede volver algo pesado por las condiciones a las cuales el teatro se ha visto en una zona de calidad, es totalmente gratis ver y encontrar obras que como ésta, rescatan el concepto original para adaptarlo a un formato que permita hacer más ligera la comprensión de los textos sin perder el estilo que los caracteriza.
En El Príncipe Ynocente, la voz de Lope de Vega nos invita a una comedia de enredos que si bien va de un lado a otro constantemente, nunca deja de tenernos dentro de la historia. La adaptación que Fernando Memije, Fernando Villa y Allan Flores realizan conserva el propio diseño del autor para lograr un trazo que explora a través de pocos elementos todo el universo necesario para contar esta historia, dando muestra de una inventiva simplemente envidiable.
Pero sin duda son los propios Memije y Villa quienes cosechan el éxito de esta obra dada la capacidad de ambos actores para interpretar a todos los personajes de la obra, manteniendo una estructura, orden y psicología propia en cada uno y dándoles vida con tan sólo girar de lado un pañuelo, ponerse unos lentes, ver un poco su cabello, obteniendo así una transformación integral que el público agradece.
Aunque claro tratándose de una obra clásica que se cuenta tal cual, es de esperarse que tenga una larga duración, lo cual pese al intermedio estante para la obra, esto la vuelve larga y hace notar las redundancias de las que ya hablamos antes. Así que no es raro que una sensación de deja vù se apodere del espectador.
Esta es una gran forma de redescubrir un clásico, de echarse un clavado a la vieja escuela y entender la forma del discurso del Siglo de Oro, al tiempo que la historia nos repite que todo puede cambiar en el momento menos esperado.
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Qué mal redactado está todo!
No les vendría mal darle unas checaditas antes de publicar. Hay mil errores de dedo y de autocorrector, amén del mal (o nulo) uso de puntos y comas.
Para criticar hace falta más que solo dar una opinión.
La obra en efecto es muy buena, por lo que una “crítica” o “reseña” como esta NO le hace justicia.